La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Es la vida, imbéciles, la vida

En una dictadura la vida de los ciudadanos se somete a la política, en la democracia la política está al servicio de ella

Que encuentren trabajo los hijos. Que no falten las fuerzas para seguir atendiendo con serenidad paciente y ternura al hijo discapacitado o al familiar con alzhéimer. Que se pueda seguir pagando la hipoteca. Que el desgarro tras la pérdida se convierta en un dolor soportable hasta que el tiempo convierta las heridas en cicatrices. Que la vida sea buena con este niño recién nacido que se coge por primera vez entre los brazos, y se tenga salud y trabajo para criarlo. Que haya arreglo para el disgusto que ha hecho tan áspera la vida. Que el problema de salud se resuelva. Que no se desperdicie el amor que una vez se creyó para siempre... o que vuelva a encontrarse si se ha perdido. Que lo que tanto se teme no pase, lo que tanto se desea suceda y lo que tanto se necesita se tenga. Que un día sea igual a otro, sin sobresaltos, sin rupturas, y el tiempo del moderado contento fluya igual y despacio.

El café de cada mañana. Una tarde sin hacer nada, dejándose ir. Pasear por un parque. Soñar en verano con las tardes recogidas de invierno y en invierno con la luz larga del verano. Ver una película. Oír música. Leer con el vértigo feliz de descubrir lo nuevo. Releer con el placer de reencontrarnos con esas palabras, tan queridas, en las páginas amarillentas del libro que leímos hace tantos años. Comer con los amigos. El té de media tarde. Los planes que se cumplirán o no, pero tanta felicidad anticipan sonándolos. Las ciudades y paisajes desconocidos que nos aguardan. La radio acompañando madrugadas. Llegar a fin de mes.

Estas y tantas otras cosas necesarias para vivir o siquiera para sobrevivir es lo que a todos ocupa y preocupa. No la basura golpista, estúpida, aldeana y egoísta de los independentistas catalanes que tan gravemente han alterado la vida de España con la connivencia de los podemitas (de vergüenza, otra vez, Iglesias, Garzón y compañía ayer). Elegimos y pagamos a los políticos para que gestionen la cotidianidad en vez de alterarla, para que afronten los problemas reales en vez de crearlos. En una dictadura la vida cotidiana de los ciudadanos se somete al poder político y en la democracia el poder político está al servicio de ella. El Rey el 5 de octubre, Borrell el pasado domingo y Rajoy ayer han respondido a esta exigencia democrática. Se consolida al fin el bloque constitucionalista. Parece que todo empieza a reordenarse a los ciudadanos y a la vida.

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