Ojo de pez

pablo / bujalance

El viejo profesor

LA abultada mayoría con que la militancia socialista madrileña se ha decantado por Ángel Gabilondo para que sea candidato en las próximas elecciones autonómicas revela algunas cuestiones que, en realidad, ya eran suficientemente notorias. Pero conviene volver a ellas, por si acaso. Es necesario situar esta decisión en un contexto muy urgente y delicado para el PSOE, con dos antiguos presidentes de la Junta de Andalucía imputados (la trama dialéctica urdida después en torno al significado de la misma imputación no ha jugado precisamente a favor de la honorabilidad de Chaves y Griñán), un descrédito anclado en la sociedad que los sucesivos secretarios y portavoces no han sabido corregir y un traslado más que notable de votantes a Podemos, Ciudadanos y otros partidos que hacen peligrar la posición del PSOE en el mapa político español, no ya como fuerza decisiva, sino como mero partido. Y es aquí donde, se entiende, los socialistas madrileños, que han visto cómo los agentes más recalcitrantes y caricaturizables del PP les arrebataban una y otra vez los gobiernos locales y autonómicos, han optado por un valor seguro. La mayoría del respaldo, insisto, es elocuente. Pero habrá que ver en qué consiste la seguridad que Gabilondo transmite para ganar semejante cuota de apoyo casi sin asomar la nariz.

Digámoslo rápido: tal vez sucede que el PSOE siente nostalgia del principio de autoridad. Ángel Gabilondo transmite, en sus maneras de fraile corazonista, una impronta de solvencia. Fue, de largo, el valor más elogiable del Gobierno de Zapatero. Y estuvo a punto de lograr algo que en este país todavía parece imposible: un pacto político por la educación. Es más, el modo en que este pacto no llegó a materializarse habría bastado, en otras circunstancias, para no volver a mirar al PP y a los nacionalistas a la cara; pero la crisis y la más que torpe gestión de la misma fueron más determinantes, y a lo mejor con razón. Gabilondo es también una eminencia académica, pero de verdad, no como los profes de Ciencias Políticas de Podemos: he aquí a un catedrático de filosofía hegeliano al que nada parece resultarle ajeno, que habla claro, que no le da patadas al lenguaje como tantísimos compañeros del PSOE y que sabe invitar al diálogo. Y esto sí que es extraordinario en política.

Tal vez la nostalgia del socialismo madrileño vaya dirigida al viejo profesor, la figura recurrente de Tierno Galván. Pero, en el fondo, es lo mismo: el PSOE firmó su sentencia cuando cambió el liderazgo por el talante. Y a lo mejor le conviene volver al yunque y al libro. En vez de tanto capullo.

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