Contra viento y marea

Visitar los Astilleros Nereo es reencontrarse con cada uno de los pueblos que surcaron nuestros mares

La historia de Málaga estaría incompleta sin recordar a sus primeros fundadores: los fenicios, que se asientan en Malaka y nos enseñan a ser navegantes y a formar parte del comercio por todo el Mediterráneo. De ahí que nos sorprenda como, en la actualidad, lo que forma parte del patrimonio industrial de nuestro país, los Astilleros Nereo, se vea sometido a una encrucijada política de difícil solución. A veces la obsesión de algunos por hacer una senda litoral puede convertirse en una idea devastadora contra nuestra propia historia, o como dice el refranero español: "Cuando el tonto sigue la linde, la linde se acaba y el tonto sigue".

Visitar los Astilleros Nereo es reencontrarse con cada uno de los pueblos que surcaron nuestros mares. Ver allí la reconstrucción que se está realizando de la nave Galveztown es recordar uno de los más heroicos capítulos de la estrategia militar en el mundo. Con ella el malagueño Bernardo de Gálvez y Madrid logró, gracias a sus conocimientos de geometría, entrar en la Península de Pensacola, vencer a los ingleses, abrir el comercio por el río Mississippi y liberar a los EEUU. Su consideración como padre fundador de esa nación es un hecho suficientemente trascendental como para entender la importancia que tiene recuperar su memoria y sus hazañas.

Es por ello que debe ser reconocida la labor de estos Astilleros, donde cientos de estudiantes internacionales son formados en las más antiguas artes que nuestra ciudad puede ofrecer. La constante ansia de destrucción de sus rampas de botadura, el acogotamiento de su entorno, la expropiación ilegal de sus instalaciones y los intentos de presión permanente sobre sus usuarios son realmente patéticos. Ninguna ciudad que se honre es capaz de atacar de esta forma a su patrimonio cultural e industrial. No podemos querer mostrar al mundo una imagen tecnológica acorde a un alto nivel intelectual si después somos incapaces de apostar por lo nuestro. Hace años tuvimos que reclamar la creación del museo Revello de Toro, ante la minusvaloración de los nacidos en nuestra tierra. Hoy tenemos que volver a reclamar los Astilleros Nereo como valor de nuestra historia, como museo vivo de las artes de pesca y de las técnicas de navegación, y como muestra a nuestros ciudadanos de que Málaga es hospitalaria porque, desde muy joven, nació abierta al mundo, surcando con sus naves los mares que la rodean.

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