El virus de la política

Hay ministros sobrepasados. Y otros a los que parece que no les dejan hablar en sus confinamientos y se vengan

Hace años que la política en España está infectada por el peor de los virus. Los dirigentes en la oposición ven que la forma más rápida de alcanzar el poder es por el deterioro de la gestión del que gobierna. Nunca porque la oferta que presentan ilusione tanto a los electores que los lleve en volandas a las urnas. Así que el principal objetivo consiste en conseguir que los electores acudan a votar para castigar los desaciertos de los que mandan, lo que pasa por aupar a los sillones a los que aguardan en el banquillo su oportunidad.

Así que en esta pandemia será difícil encontrar voluntarios para "mutualizar" los daños: decenas de miles de muertos, cientos de miles de contagiados, falta de equipos de protección, test falsos y verdaderos, bulos, paseos al "súper" o "con juguetes" y otras yenkas. Por no hablar del abismo económico que se abre. Si se alcanza un acuerdo se traslada la impresión de que el resto de partidos comparten la responsabilidad ante lo sucedido. Y si las medidas pactadas lograran funcionar, corren el riesgo de que puedan servir para consolidar a unos gobernantes a los que ya dan por amortizados. Mejor esperar al desenlace. ¿Pero a qué precio?

En el lado contrario, la mano tendida de un Gobierno cuando se ve superado no resulta muy sincera. Antes ha actuado a golpe de corneta, sin mantener un diálogo fluido ni complicidad con los que indefectiblemente deben prestarle auxilio. Si el Mando Único hubiera salido bien, el Ejecutivo habría arrasado. Pero las enormes dificultades del reto y la idiosincrasia de una coalición partida, con exceso de divismo y con la bisoñez o falta de preparación de algunos integrantes, han mostrado un gabinete lastrado por los errores y las dudas. Con ministros sobrepasados que sólo escuchan cuando rectifican. Otros a los que parece que no les dejan hablar en sus confinamientos y se vengan con tediosas comparecencias en las que sucumben a la tentación de impartir doctrina. Un Gobierno que usa el CIS a su antojo. Que hace desfilar por las pantallas a un pelotón de uniformados para transmitir que estamos en guerra. Y, por tanto, debemos obedecer sin rechistar las órdenes del general en jefe sin estrellas de la Moncloa. Y así carece de credibilidad.

Y en Andalucía observamos una Junta que sólo presume de pionera. Casi de visionaria. Hasta con la vuelta a clase. Una adelantada que recita planes: 9.000, 13.000, 15.000, 20.000 enfermos. Anticipación, pregonan. Que ya prevé que la Covid-19 y la gripe puedan coincidir en otoño. Y que almacena respiradores. ¿Los suyos? ¿Los que presenta con pompa una y otra vez, como si de ellos dependiera el futuro de la humanidad? Que monta hospitales de campaña en un tris, hasta ahora para pasear a medio gobierno entre camas vacías. Pero que esquiva su récord de más del 20% de profesionales sanitarios contagiados. Demasiado sabor a marketing.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios