Muchas conclusiones, demasiadas, se han sacado de la reunión entre Iceta y Díaz. Aunque se equivocan, por ejemplo, los que la han interpretado como una desautorización a la Comisión Gestora. Lo cierto es que el líder del PSC, respetuoso con la jerarquía interna, se había reunido previamente con Javier Fernández. Aunque no es menos cierto que ha sido este encuentro el que ha puesto fin a las especulaciones sobre una posible ruptura entre el PSOE y PSC. Un riesgo sólo explicable por la inclinación suicida en la que los socialistas han recaído en los últimos meses. No son pocos los que han creído ver la reunión como un respaldo a las aspiraciones de Díaz para la secretaría general. Sobre todo, por que al hablar el secretario del PSC de la neutralidad de su organización en futuros procesos internos, echaba una pala de tierra sobre el cadáver político de Pedro Sánchez.

Una ofrenda a la lideresa en aras de un encuentro sincero y cordial. No tengo tan claro que ésta aspire, en este preciso momento, a la secretaría general. Algo que, aún reconociendo su carisma y capacidad de liderazgo, no le aconsejaría. Creo que el PSOE necesita otra cosa. No veo como solución quien ha sido parte del problema y que en estos meses críticos no ha estado a la altura de sus aspiraciones. No sólo como instigadora del desafortunado asalto a Ferraz para sacar a rastras a Sánchez. También porque, si tan convencida estaba de que era mejor abstenerse en la investidura que ir a nuevas elecciones, debería haber actuado de forma bien distinta desde la misma noche electoral. Haber puesto a prueba su liderazgo defendiendo su posición en un asunto de tanta importancia, haciendo pedagogía para que votantes y militantes pudiesen entender sus razones. Que, teniendo en cuenta las circunstancias, era lo más razonable. Pero lo hizo mal y tarde.

Tampoco estoy seguro de que se pueda ser a la vez secretaria general del PSOE y presidenta de Andalucía. Lo territorial sigue ocupando una parte importante de la agenda política. Andalucía, que ha jugado un papel determinante en el desarrollo del actual modelo autonómico, deberá ejercer un papel moderador en las futuras negociaciones. No será pues fácil compatibilizar, sin que se produzcan conflictos de intereses, el liderazgo del PSOE con la presidencia de la Junta: una responsabilidad que le obliga a tener en cuenta los intereses de los andaluces por encima de cualquier otra consideración.

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