Gobernar para los andaluces

La Junta no debe perderse en ningún ajuste de cuentas con el PSOE sino centrarse en aplicar su nueva política

Cumplidos todos los trámites legales -la investidura y la toma de posesión- para que, por primera vez, Andalucía tenga un jefe del Ejecutivo autonómico que no milita en el PSOE, Juanma Moreno, flamante presidente de la Junta de Andalucía, se enfrenta ahora a la tarea para la que ha sido elegido por Cámara: gobernar. Tras un periodo tan largo -más fructífero que de retroceso-, la empresa de gobernar, y más cuando se accede a ella con la promesa de cambio -de personas, políticas y formas-, ni es sencilla ni debe distraerse de lo verdaderamente importante: hacer política para los andaluces en su conjunto. El propio presidente Moreno reafirmó con acierto en la tribuna de oradores del Parlamento de Andalucía que el cambio debe ser real. Pero nada más bajarse de ella anunció que una de sus primeras medidas será encargar una gran auditoría para conocer qué se encuentra el nuevo Gobierno al abrir mañana los cajones. No es que no creamos que es importante esa evaluación, pero sí defendemos que lo prioritario es hacer políticas para los ciudadanos que mantengan y mejoren los servicios públicos que competen al autogobierno -algunos esenciales- y hagan de la Junta un instrumento más útil para el progreso. Por ello, el Gobierno, que tiene que atender ya de por sí precarios equilibrios -ya hay malestar en el PP porque se conozca la práctica totalidad de los consejeros de Cs sin que Moreno los haya nombrado-, no debe perderse en ningún ajuste de cuentas con el socialismo (y si hay reproches más allá de la política, al juez), y sí centrarse en hacer realidad lo que los partidos que acceden al Poder Ejecutivo proponen: menos presión fiscal, mayor facilidad para la creación de riqueza y empleo, mejora de los servicios y, en definitiva, abandonar la parálisis y el conformismo que impide reducir la brecha con el resto de España y Europa. Cuanto antes los andaluces veamos qué de positivo nos trae el cambio, menos todavía interesará qué se hizo mal (o bien), o no se hizo, en cuatro decenios de autonomía.

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