El Málaga baja a segunda después de una década

El descenso se produce cuando Málaga vive su mejor momento nacional e internacional, tras lograr proyectar su imagen de marca

El Málaga CF selló el jueves su descenso a los infiernos. El conjunto blanquiazul vuelve al pozo de la Segunda División del fútbol español después de una década en la elite. Y nadie puede alegar que el esperado final no se deba a méritos propios. Es el colofón a una temporada nefasta en todos los sentidos, pero el problema fundamental ya se arrastraba de años anteriores. Y aunque sólo se trata de un deporte, la pérdida de categoría supone un daño muy importante para la imagen de Málaga, justo en el momento en que la capital ha logrado situar su marca en un lugar privilegiado, con proyección tanto nacional como internacionalmente. Es cierto que el club es una sociedad anónima y, por tanto, son sus accionistas los más perjudicados por este fracaso al ver claramente devaluada su propiedad. Pero la competición futbolística supera socialmente las leyes básicas del mercado. Hay en disputa algo más que un negocio y son los factores intangibles, como la pasión y el sentimiento de decenas de miles de socios y aficionados, los que otorgan un valor añadido imposible de cuantificar económicamente. Eso lo conocía el jeque catarí Abdullah Al-Thani cuando decidió comprar el conjunto malagueño, como elemento clave para desarrollar después su estrategia empresarial, tan errática y con el mismo éxito que el cosechado en la parte final de su gestión deportiva. El equipo disputa sus partidos en el estadio de La Rosaleda, propiedad de las tres administraciones públicas más cercanas. El Ayuntamiento de la capital acaba de entregar una parcela de más de 100.000 metros cuadrados, en un terreno privilegiado como Arraijanal, a la fundación del Málaga para que construya La Academia. La cesión es por espacio de 75 años y con un coste de 15 millones. Un esfuerzo muy importante que sale del bolsillo de los malagueños. Consumado el descenso resulta inútil pedir responsabilidades. La confección de una plantilla que ha perdido a todos sus principales efectivos sin que llegaran reemplazos de altura. Una cantera de primera línea y abundante, que ha terminado esquilmada para nutrir a una decena de equipos, algunos de potencial inferior al del vendedor, para recuperar la inversión inicial. Pero, sobre todo, una dirección personalista y a distancia desde Catar que hacía presagiar este desenlace. A día de hoy, hay que temer por el futuro del Málaga. El compromiso "inquebrantable" anunciado por el jeque debe dejarse en cuarentena. Sólo queda esperar acontecimientos y desear un cambio radical.

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