Un Parlamento demasiado fragmentado

La fragmentación está socavando la gobernabilidad de España. Es hora de pensar en cambios para evitarla

El proceso de consultas abierto ayer por el Rey puso en evidencia, una vez más, la alta fragmentación del Parlamento y su coste en términos de gobernabilidad. Desde que la crisis de 2008 sumió a España en una crisis que, a la vista está, fue mucho más que económica para alcanzar también lo social, lo político y lo territorial, el Congreso ha ido experimentando un proceso de atomización que, aunque no ha acabado con la hegemonía de los dos grandes partidos sistémicos, PSOE y PP, sí los ha desgastado hasta el punto de que, para lograr el poder, se ven continuamente obligados a pactar y radicalizar sus posturas, incluso con partidos que están fuera de la obediencia constitucional más elemental. La fragmentación no sólo está afectando gravemente la gobernabilidad, sino también la calidad de vida de los gobiernos, que se ven sometidos a un permanente estrés negociador con sus socios. En este sentido, hay un dato esclarecedor: con esta ronda de consultas son ya ocho las que ha realizado Felipe VI desde que subiese al trono en 2014, sólo dos menos que las convocadas por su padre, Juan Carlos I, en 39 años de reinado.

Aunque hay voces que aplauden esta excesiva fragmentación, ya que reflejan la pluralidad de la sociedad española, lo cierto es que, sin poner en duda su legitimidad, es un auténtico engorro que convierte a los parlamentos en instituciones muy poco operativas. Lo ocurrido en el último lustro, y especialmente en el último año, no hace más que apuntalar la idea de que hay que realizar cambios en la legislación para facilitar la gobernabilidad de España, lo cual sólo puede redundar en beneficio de la estabilidad del sistema y, por tanto, de los ciudadanos. No se trata ni mucho menos de penalizar la pluralidad, sino simplemente de evitar que formaciones que apenas están respaldadas por unos miles de votos en un territorio muy concreto sean capaces de bloquear la estabilidad del conjunto del país. Es el momento de que los principales partidos de derecha e izquierda abran un proceso de reflexión sobre esta cuestión. Los cambios sólo podrían realizarse desde la base de un amplio consenso.

Sencillamente, el país no puede seguir con este ritmo de elecciones, trifulcas parlamentarias y gobiernos efímeros que están a merced de formaciones radicales o que directamente quieren acabar con el país. Es hora de empezar a buscar soluciones.

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