Rajoy se despide de la política

Con todos los peros que se quieran, sacó a España de la crisis y contuvo al independentismo. Su tumba política ha sido la corrupción

El ex presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, renunció ayer a su acta de diputado, dando un paso más en su abandono definitivo de la política, proceso que culminará los próximos 20 y 21 de julio, cuando en un congreso extraordinario del PP entregará el testigo de la presidencia de esta formación a un nuevo líder liberal-conservador aún por determinar. La decisión es inapelable y Rajoy ya ha pedido su reingreso como registrador de la propiedad.

Con la marcha de Mariano Rajoy se pone fin a todo un periodo histórico de la democracia y de la derecha española, aquel que nació con la transformación de Alianza Popular (que tenía el estigma de haber sido fundada por un ex ministro de Franco, Manuel Fraga) en el Partido Popular liderado por José María Aznar. Rajoy era el último gran representante de esa generación de líderes conservadores y su desaparición de la escena política abrirá un tiempo nuevo en un PP que vive las horas más bajas de su historia, acosado por los casos de corrupción y la pujanza de Ciudadanos, una formación que seduce a una parte no desdeñable del electorado joven del centro-derecha.

Mariano Rajoy lo ha sido casi todo en política desde que, en 1981, fue elegido diputado en las primeras elecciones autonómicas gallegas: presidente de la Diputación de Pontevedra, diputado nacional, ministro de varios ramos y, finalmente, presidente del Gobierno de España entre 2011 y 2018. Parlamentario de gran talla (se echarán mucho de menos sus discursos y réplicas llenas de un fino sentido del humor que, a veces, se volvía surrealista), tenía un peculiar estilo de gobernar, basado en imprimirle a la política un tempo lento, que desesperaba a sus adversarios y que no siempre era el acertado.

El legado político de Rajoy, como suele ocurrir, presenta luces y sombras. Nadie le puede discutir el mérito haber esquivado el rescate de la Unión Europea en los momentos más duros de la crisis (la herencia que recibió del presidente Rodríguez Zapatero fue desastrosa) y de iniciar el camino de la recuperación, aunque a cambio se tuvo que someter a España a una dramática devaluación interna y a una precarización evidente del mundo laboral. Asimismo, consiguió contener la intentona separatista catalana y poner en marcha un inédito artículo 155 de la Constitución, aunque su actuación fue tardía y se echó en falta una mayor comprensión de las tensiones políticas catalanas. Su gran error fue no tomarse en serio el problema de la corrupción, que ha carcomido al PP y embarrado las administraciones públicas. Esa, y no otra, ha sido su tumba política.

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