La Junta de Andalucía ha cerrado el ejercicio de 2020 con un pequeño superávit de 206 millones de euros, del 0,14%. Es el segundo año en que se repite esta situación, ya que 2019 también terminó en números negros gracias a un ajuste de última hora que el Gobierno central hizo sobre la recaudación del IVA que paga a las comunidades autónomas. Esto es una buena noticia, sin paliativos. Las acusaciones de la oposición al Gobierno andaluz sobre la supuesta inutilidad de ese sobrante obedece o a la ignorancia o a una mala fe, con la que se pretende hacer creer que ese dinero se ha desperdiciado y ahora hay que pagarlo a los bancos. Nada de eso. Acabar en equilibrio presupuestario es bueno para el Gobierno andaluz porque permite proyectar una imagen de seriedad en las cuentas públicas que se traducirá en un abaratamiento de la deuda. A este respecto, hay que subrayar que los mayores gastos anuales de la Junta se producen en sanidad, educación y pago de la deuda. No hablamos de una partida menor, es mucho el dinero que se logra ahorrar con una mejora de las condiciones de la deuda. Pero es que, en esta ocasión, las cuentas andaluzas se han visto favorecidas porque el Gobierno central ha optado por enviar mucho dinero a las comunidades para que gasten, sobre todo, en sanidad, sin que las regiones hayan tenido que recortar de otras partidas o endeudarse de distintos modos. Es esto lo que ha provocado que España como Estado tenga un déficit en sus cuentas del 10,1%, mientras que muchas comunidades han cerrado con superávit. En el caso de Andalucía, el Gobierno de la Junta ya venía cumpliendo con las reglas desde 2019, por lo que el superávit de 2020 no es casual, sino fruto de un compromiso del Ejecutivo con su programa e ideario político. Si el nuevo Gobierno andaluz logra cerrar sus cuatro años en estas condiciones, será su mayor logro, porque sería la mejor apuesta para el futuro.