EDITORIAL
La Justicia y los tiempos
El funcionamiento de la sanidad pública se ha convertido a lo largo de la legislatura de la mayoría absoluta en el talón de Aquiles del Gobierno de Juanma Moreno y en el punto negro de una gestión que, por lo demás, se puede calificar de aceptable. En la Consejería de Salud se ha errado tanto en las políticas como en los equipos encargados de diseñarlas y llevarlas a la práctica y ahora, con las próximas elecciones ya a la vista, las consecuencias empiezan a hacerse evidentes. Quizás por ello, el presidente Juanma Moreno se ha apresurado a adelantar que antes de febrero, cuando presuntamente tendrá culminado el mandato y disolverá el Parlamento, va a inaugurar 22 centros sanitarios en las ocho provincias, en una carrera contrarreloj para vender logros con los que combatir entre los ciudadanos la mala imagen de la sanidad pública. También por esta razón le ha faltado tiempo para pedir perdón por el fiasco en los protocolos del cribado de cáncer de mama, algo que le honra, aunque una vez más pone un dique ante la asunción de responsabilidades políticas que deberían estar definidas y asumidas. En este mismo capítulo hay que anotar la sobreactuación de algunos portavoces de la oposición, que han visto en este tema un posible filón de desgaste contra la Junta. Se trata de una cuestión grave que merece un análisis riguroso y profundo, pero en el que, por un respeto elemental a las afectadas, conviene evitar los excesos dialécticos. La sanidad se va a convertir en una línea fundamental de discusión partidista en los próximos meses. Ya pasó en la campaña de 2018 cuando el Gobierno de Susana Díaz sufrió un desgaste considerable por sus muchos errores en este campo. Es lógico que la sanidad se ponga en primer plano porque afecta directamente a la calidad de vida de los ciudadanos, pero también por este motivo los andaluces merecen un debate serio alejado de la crispación y los insultos.
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