No es el turismo, son los violentos

Los violentos de las formaciones radicales de siempre han encontrado en la 'turismofobia' un motivo para actuar

El turismo es ese sector al que se critica porque nos gustaría que otras actividades económicas fuesen tan importantes como esta oportunidad que España supo aprovechar a finales de los años sesenta del siglo pasado. Ningún otro sector ha tenido un comportamiento tan estable, y creciente, durante cinco décadas casi sin interrupción. El primer semestre de este año, hasta el mes de junio, cierra con un incremento del número de turistas extranjeros del 14,9%, son 36 millones de visitantes que han dejado en el país un total de 37.217 millones de euros. Por comunidades, Andalucía es la tercera en importancia, detrás de Cataluña y de Baleares. Pero lo cierto es que todo éxito lleva aparejado ciertas distorsiones, y la entrada de nuevas tecnologías en el sector ha comenzado a provocar problemas en las grandes ciudades turísticas del país. La proliferación de pisos turísticos de alquiler ilegales, pero también la de los legales, está alterando los precios que pagan los vecinos habituales, hasta el punto de que en lugares como Ibiza los médicos, funcionarios y profesores desplazados no encuentran viviendas asequibles. Lo mismo está ocurriendo en los centros de determinadas ciudades. Esto es un asunto que los ayuntamientos deben tratar con cierta urgencia, así como otras consecuencias negativas del éxito del sector. Las regulaciones horarias, la estética de los establecimientos, la contención de las terrazas y la repercusión medioambiental corresponde de modo mayoritario a los municipios: hay ejemplos de sobra, en España, de buena gestión. Como de lo contrario. Todo esto es un asunto bien distinto al fenómeno violento de la llamada turismofobia, que es el motivo al que han recurrido los grupos políticos radicales de siempre. Arran, que es una formación juvenil de las CUP, viene actuando de modo violento en Barcelona desde el mes de mayo. Lo peor es la inhibición de su Ayuntamiento y de la Generalitat, que se comprende si se considera que las CUP son las que están liderando el proceso independentista en Cataluña. Algo similar puede ocurrir en el País Vasco con Bildu, aunque las cifras del sector en esta comunidad sólo comienzan a mejorar ahora que ETA ha dejado de matar. El Ministerio del Interior debe actuar con firmeza para atajar este fenómeno, que se ha exportado desde Barcelona las Baleares y a algunas ciudades de la Comunidad Valenciana. Muchos hosteleros de Barcelona han reconocido ahora que ha existido miedo a la hora de denunciar estas actuaciones violentas, lo que convierte el fenómeno en algo más preocupante. Es necesario actuar ya en los ámbitos policiales y judiciales.

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