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España, país de emigración
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Así que Donald Trump ha sido condenado por haber violentado sexualmente a una mujer. Según la sentencia de un jurado de Nueva York, el ex presidente estadounidense ha sido declarado culpable por abusar sexualmente y difamar a la columnista y escritora E. Jean Carroll. La escritora acusó a Trump de violarla en los probadores de unos grandes almacenes. El acusado, declarado culpable, deberá indemnizar a la víctima con 5 millones de dólares.
Esa noticia pone de manifiesto que los norteamericanos son más exigentes en cuestión de delitos que los españoles. En España somos menos. Nuestro código ético es más laxo. Aquí casi nadie se escandaliza porque un partido llamado Bildu comparezca en las próximas elecciones municipales y presente en sus listas para candidatos a concejales a una cuarentena de antiguos pertenecientes a la banda terrorista ETA. Algunos de los candidatos, además de etarras, sufrieron condenas en distintas prisiones por haber asesinado con premeditación y alevosía a ciudadanos españoles. He encontrado algunos nombres de los etarras que van en las listas municipales de Bildu y a quiénes asesinaron. Algunos de ellos son: Agustín Muiños Dias, Tinin, número 6 en la lista a la Alcaldía de Legutiano (Álava) y condenado en 1985 a 29 años de prisión por el asesinato en 1983 del empresario José Antonio Julián Bayano. Begoña Uzkudun Etxenagusia, número 3 en la lista para la Alcaldía de Errezil (Gipuzkoa) y condenada en 1989 a 18 años de prisión por el asesinato de José Larrañaga Arenas en 1984, quien fue concejal en el Ayuntamiento de Azcoitia y jefe provincial del Movimiento. Juan Ramón Rojo González, número 21 en la lista a la Alcaldía de Irun (Gipuzkoa) y condenado en 1996 a 30 años de prisión por el asesinato del joven Francisco Gil Mendoza en 1991. José Antonio Torre Altonaga, Medius, segundo suplente de la lista a la Alcaldía de Mungia (Bizkaia) y condenado en 1981 a 20 años de prisión por su colaboración en el asesinato en 1978 de Alberto Negro Viguera y Andrés Guerra Pereda. Juan Carlos Arriaga Martínez, número 3 en la lista al Ayuntamiento de Berrioplano (Navarra). Asesinó al comandante del Ejército Jesús Alcocer Jiménez y condenado a 29 años de prisión en 1989.
Algunos de ellos figuran con sus alias para que los ciudadanos sepan que son los asesinos etarras, para que nadie se confunda, que José Antonio Torres hay unos cuantos, pero Medius solo hay uno, ¡el único, el irrepetible, el colaborador del asesinato de dos ciudadanos! Debe ser que Bildu se siente muy orgulloso de los trabajos sangrientos que estos candidatos hicieron en sus años de pistoleros y por eso los incorporan en sus listas electorales. Si no fuera así, si estuvieran avergonzados y arrepentidos, no los propondrían y, mucho menos, con sus nombres de guerra. Cualquier partido democrático y constitucionalista sabe que en las listas electorales se procura incluir a hombres y mujeres que ofrezcan la mejor imagen de sus partidos. Si Bildu tira de los etarras y de los etarras condenados por asesinatos es porque piensan que esos nombres representan lo mejor del partido que los incrustan en sus listas. O Bildu no tienen cantera para rellenar sus listas o acude a los asesinos etarras para darles lustre y esplendor. Pienso que es lo segundo.
El caso es que esa conclusión no se compadece con la noticia que conocimos hace unos días sobre el grado de conocimiento que los jóvenes vascos tienen de ETA. Según un sondeo, no conocen la historia de ETA. Si no la conocen es porque no se la han contado. Y si no se la han contado es porque se sienten avergonzados de esa historia. Si la llevaran con orgullo, la vida y milagro de la banda y de sus bandidos sería conocida de arriba a abajo y de abajo a arriba por los jóvenes vascos. Lo que no se sabe es como van a contar la vida y milagro de los aspirantes a concejales con delitos terroristas a sus espaldas. Resulta un auténtico sarcasmo que alguien que asesinó, por ejemplo, al joven Francisco Gil Mendoza, pueda resultar elegido concejal de su localidad y, consecuentemente, se convierta en representante de todos y cada uno de los vecinos de esa localidad. Ya se sabe que, en democracia, quien se presenta en una lista electoral local, provincial, regional o estatal, en el caso de resultar elegido, se convierte en representante de todos los ciudadanos del ámbito territorial correspondiente. Es decir, cualquiera de esos etarras, si son elegidos en su pueblo y asesinó a uno de sus vecinos, se constituirá en representante de la familia del asesinado.
Ya ven los yanquis como somos en España. Y todavía hay tertulianos y políticos que, como Irene Montero, siguen con la matraca de que “prefieren verlos en las instituciones que en la calle asesinando”. Yo también lo prefiero.
Pero que estén en las instituciones no obliga ni siquiera a darles los buenos días. Eso hicimos en los primeros años de la transición cuando en el Congreso se sentaban los Idígoras o los Letamendía. Allí estaban, pero jamás se habló o se pactó con ellos.
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