Tribuna

Gonzalo Sichar

Ex concejal de Cs en el Ayuntamiento de Málaga

Cassá es la bomba

El grupo municipal lo construyó sobre su persona y yo era un estorbo que le recordaba que prometimos que ningún gerente cobrase más que el alcalde

Gonzalo Sichar, junto a Juan Cassá y a Albert Rivera.

Gonzalo Sichar, junto a Juan Cassá y a Albert Rivera. / M. H.

Conocí a Juan Cassá en mayo de 2014, cuando empecé a colaborar con Ciudadanos al final de la campaña de las Europeas. Me pareció una persona con don de gentes. Con mucha verborrea, lo cual era necesario en el momento de expansión para un partido que partía de cero.

Me animó a afiliarme y a entrar en la junta directiva, después de que pasáramos unas primarias. Cada afiliado podía votar a 7 personas y saldrían elegidos 9. Así que hicimos la clásica estrategia de votarnos entre nosotros. Me chocó que Cassá fue el único que obtuvo dos papeletas con solo su voto, dejando en blanco los otros 6. ¿Quizá únicamente se votó así mismo y convenció a alguien para hacer lo mismo?

Esa noche electoral dije que teníamos que buscar nuestro candidato a alcalde porque ninguno reuníamos las características idóneas para encabezar la lista municipal. Se me dio la razón. Al cabo de unos días sugerí a Javier López, víctima de ETA y persona muy conocida en los ámbitos empresariales y sociales de Málaga. A Cassá y a mí nos pareció el candidato perfecto. Pero llegado el momento, Cassá se postuló y arrasó en unas primarias frente a un buen candidato que le sirvió de adorno para su victoria.

Empecé a darme cuenta de su catadura moral. Además pronto en el consistorio fui testigo de unas intervenciones vacuas que leía sin comprender al dictado de su Cyrano de Bergerac y que me avergonzaban como compañero de filas. «Vosotros defenderéis a las clases bajas, nosotros a las medias» soltó a la portavoz de Málaga Ahora en una ocasión.

El grupo municipal lo construyó sobre su persona y yo era un estorbo que le recordaba que prometimos que ningún gerente cobrase más que el alcalde, que queríamos cerrar la televisión municipal, que no podíamos comprar votos con dinero a las cofradías, que el CAC debía dejar de ser una empresa pública al servicio de intereses privados, que teníamos que publicar nuestros CV y vidas laborales… Sé que llegó a intentar que el protocolo del Ayuntamiento no me informase de los actos, pero no contaba con que hay gente decente en la Casona.

Sus mentiras tenían las piernas tan cortas que cuando una periodista me preguntó por qué no le invité a la presentación de mi libro no tuve más que enseñarle el whatsapp que le había enviado con sus dos rayitas azules de leído. Y eso que fue una invitación puramente de cortesía, pues suponía que no le interesaría leer 500 páginas de historia de los partidos políticos españoles.

A cada acto presidido por Francisco de la Torre al que he asistido yo pensaba que éticamente solo alguien que se creyese mejor que nuestro alcalde podía disputarle las municipales. En enero de 2019 me fui a Madrid para advertir al número 2 del partido que con Cassá se perderían votos. Les llevaba una propuesta incluso. Y ni siquiera estaba condicionada a mi inclusión en la lista. Nunca se me contestó. Era mi último cartucho. Yo no tenía cabida en un partido así, no porque me fueran a mantener a mí o me fueran a dar un dulce destierro por algún pueblo, sino porque apostar por Cassá era una muestra de falta de respeto del partido hacia Málaga.

Ciudadanos sacó ese 26 de mayo la mitad de los votos que en las Europeas del mismo día. Cassá tardó muchas horas en dar la cara. Desde entonces se vivieron días con tiras y aflojas entre él y el partido para que su voto no apoyase una investidura socialista. Al final el talonario lo puede todo para quien carece de escrúpulos. Destino a Diputación con el complemento salarial correspondiente.

Desde el temor a una moción de censura ha estado flotando en el ambiente. Yo la calculaba para principios de 2023. Pero ahora da un primer paso. Apartarse «porque Ciudadanos ya no está dirigido por los mismos que cuando él entró». Otra falsedad palmaria, porque Ciudadanos sigue dirigido por los mismos aunque falte Rivera.

Y Cassá, mostrando nuevamente su catadura moral, se pasa a no adscrito en un momento en que el alcalde está convaleciente, el país vive en estado de alarma en medio de una pandemia… y, por supuesto, sin dejar sus actas.

Málaga se queda merced de alguien sin nivel, impuntual, que no se reúne con los colectivos que no son de su cuerda, que grita a sus subalternos, que no tiene preparación alguna, que no ha dicho quién ha pagado su participación en el Programa de Alta Dirección de Empresas e Instituciones Líderes de San Telmo (quizá para disimular esa acreditada —y valga el oxímoron— falta de preparación)…

Pero la responsabilidad de que esto ocurra ahora en Málaga es de la dirección de Ciudadanos, que prefirió poner a un pelele, fiel por entonces, a alguien con criterio y voz propia. Ya le dije a Cassá cuando le afeé la elección de los dos primeros que puso en la lista de Torremolinos en 2015 y que él me lo justificó por su lealtad: «la lealtad viene y se va; a cierta edad, la preparación se tiene o se carece de ella». Quizá sospechaba que mi frase iba con segundas.

Cassá se ha sepultado tres años antes de lo que yo vaticinaba. En mayo de 2023 Málaga se librará de él haga lo que haga en el tiempo que le queda. Roma no paga a traidores. Daniel Pérez lo sabe. ¿Pero de aquí a entonces cuan puede ser de destructiva su actuación? Esto no es una inmolación política, es una bomba.

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