Tribuna

jUAN rAMÓN Medina Precioso

Catedrático de Genética

La Constitución y el pin parental

La Constitución y el pin parental La Constitución y el pin parental

La Constitución y el pin parental / rosell

Disiento, con respeto, de lo manifestado sobre el pin parental en este diario por Manuel Gracia, que fue consejero de Educación y, luego, presidente del Parlamento andaluz. No resulta sorprendente que se oponga al pin parental, pero examinemos sus argumentos. Con su proverbial habilidad dialéctica, recurre a magníficos ejemplos para avalar su postura: unos hipotéticos progenitores, partidarios del terraplanismo o el creacionismo, podrían exigir que no explicasen a su hijo la esfericidad de la Tierra o la evolución biológica. Falso problema: esas pretensiones excederían el marco constitucional pertinente, que, en su artículo 27, establece la libertad de enseñanza, el derecho de los padres a que sus hijos reciban una formación moral y religiosa acorde con sus convicciones, el respeto a los principios democráticos y la obligatoriedad de la enseñanza básica. La idea de que la Tierra es plana no es un valor moral, ni religioso, sino una cuestión de hecho, a resolver por la ciencia. Y punto. Más espinoso parece el asunto de la evolución, pero sólo lo parece: si las aves provienen de dinosaurios o fueron creadas directamente por Dios no establece ninguna diferencia moral detectable (¿y quién dice que no las creó Dios mediante un proceso evolutivo?). El creacionismo y la evolución no son excluyentes, al menos para el judaísmo y el cristianismo. El eminente genetista Dobzhansky, un cristiano convencido, proclamó que "nada tiene sentido en Biología, excepto a la luz de la evolución", y no conozco ningún profesor español, sea de universidad pública o católica, que omita enseñar la teoría de la evolución. Por no hablar de Alfred Russel Wallace (cuya biografía me publicará en breve Almuzara), codescubridor de la selección natural con Darwin y tan evolucionista como creacionista. Además, no sé de ninguna familia que haya protestado porque enseñen a sus hijos el modelo heliocéntrico o la evolución. Son cuestiones de hecho para el judaísmo y el cristianismo (aun con matices en lo referente a la naturaleza de los humanos), y hubo sabios islámicos pioneros en defender la evolución en siglos pasados; ahora, imanes tienen las mezquitas para que expliquen su postura. En cualquier caso, la Constitución protege los valores morales y religiosos, pero también la enseñanza de las ciencias.

Concuerdo con Gracia en que sería inaceptable que se dificultase enseñar los derechos humanos, tal como los recogió la ONU, o los principios democráticos, valores que la Constitución protege. Sin problema: las sentencias del Tribunal Supremo aclararon que cabe su enseñanza, siempre que sea neutral y sin adoctrinamiento; ahora bien, no de aquellos valores, por populares que sean en una etapa, que no estén expresamente recogidos en la Constitución. Una cosa, por ejemplo, es informar sobre el despenalizado aborto y otra predicar que es un método anticonceptivo más. No lo es.

Echo de menos que Gracia, cuyo celo por los derechos humanos y constitucionales comparto, no diga nada sobre la enseñanza de otras nociones recogidas en la Constitución, como la soberanía única del pueblo español, la obligatoriedad de conocer el español o el papel de las Fuerzas Armadas en defender la integridad territorial de España. Varios gobiernos autonómicos se niegan a cumplir las sentencias de los tribunales sobre esas cuestiones y no parece que los socialistas hagan nada por cumplirlas (en realidad, a veces impulsan desobedecerlas), aunque son tan Constitución como los derechos humanos.

Alude a la libertad de cátedra del profesor, que se ve compensada por la libertad de estudio del alumno, pero omite que no la ostentan los invitados. Los tribunales ya han aclarado suficientemente que esa libertad se ejerce sólo en las enseñanzas obligatorias y cuando son impartidas de forma neutral por profesores, pero no en las enseñanzas extracurriculares, las impartidas por invitados, o de forma doctrinaria. Y suelen ser esos casos los que molestan a algunos progenitores. Aplaudo su cántico a favor de la libre elección de centro y de la enseñanza concertada (un invento de Felipe González) y nada me gustaría más que, allá donde gobernasen, los socialistas las llevasen a la práctica. La experiencia indica que suelen hacer justo lo contrario. Sólo hay algo más sospechoso que un liberal predicando la igualdad: un socialista abogando por la libertad. Lo habitual es que la restrinjan en aras de la igualdad. Y están en su derecho, pero no en el de disimularlo.

Finalmente, inicia Gracia su discurso atribuyendo la idea del pin parental a "la ultraderecha", su forma favorita de referirse a Vox. Poco sospechoso soy en ese aspecto, pero me da igual. Me acojo a aquello de "la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero" y al aristotélico "buen amigo es Platón, pero mejor amigo es la verdad". Sigo considerándome social-liberal y en ese campo, el de la verdad, procuro moverme. En efecto, la verdad nos hace libres.

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