Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

El Gobierno de la gente

El capitalismo es el sistema socioeconómico y, especialmente, cultural en el que después de una matanza de niños suben las acciones de las empresas de armamento

El Gobierno de la gente El Gobierno de la gente

El Gobierno de la gente / rosell

Devaluar el pasado y el presente en beneficio del futuro (…) son síntomas del nihlismo europeo." En su última novela, Aniquilación, Michel Houellebecq advierte del daño que ha hecho la idea liberal del afán de lucro. Se pensó que podría reemplazar a cualquier otra motivación humana y mantener por sí sola una organización social compleja.

El capitalismo es el sistema socioeconómico y, especialmente, cultural en el que después de una matanza de niños suben las acciones de las empresas de armamento. Las promesas de una Europa social parecen embarrancar en la posibilidad de una cartilla de racionamiento. Eso sí: en el menú de nuestro smart phone. Y es que este mismo empleado de banca, que conserva su sillón gracias a la mediocre tesis del mal menor (o me aguantáis a mí o vendrá el Frente Nacional), no se ha cansado de repetir los mismos dogmas que sus colegas europeos: reformas que benefician a los más ricos, recortes del maltrecho Estado del bienestar, desigualdad y privatizaciones. Macron dice que es el fin de la abundancia. ¿Para quién? Me temo que las políticas mal llamadas "de austeridad ", que supusieron un gravísimo quebranto para la inmensa mayoría de la ciudadanía europea bajo la promesa de un futuro mejor, están demasiado próximas. Pero no hay que perder la esperanza. Lo nuevo carece de memoria. Para lo viejo, ya están los asilos o la eutanasia. Estar a oscuras o ducharse con agua fría es progresista.

En España, desgraciadamente, a este Gobierno de la gente pudiente, al que las instituciones de su país parecen importarle un comino, no se lo llevará por delante sus pactos con los que no condenan el terrorismo etarra. Tampoco su relativización de la ley (si eres político o su protegido, te indultan) o su permisividad con los que dieron un golpe de Estado y hoy trabajan bien financiados para desintegrar el país. Ni la erosión de la justicia, el CNI o la sustitución de altos funcionarios por personal de confianza. Ni el constante olvido del campo. Ni una gestión desastrosa de la pandemia, aun no sometida a una evaluación independiente, cuyo encierro fue constitucionalmente ilegal. Ni tan siquiera una muy deficiente política exterior, que hace de España un actor prescindible y cuya última muestra es el caso del gas argelino. El torrente que hará inútil el apoyo del duopolio televisivo con su "tertulianidad paralela" será la cesta de la compra. Es una herramienta cargada de presente. Como comprenderán, ni Celaya encontraría poesía en una factura de 200 euros de luz.

La desigualdad genera sociedades tan hipócritas como clasistas. Que si el coche eléctrico, cuando la mayoría tiembla al llegar a la gasolinera o ante la perspectiva de la implantación de peajes en las carreteras. Que si el animalismo militante, cuando los ganaderos no tienen para alimentar al ganado y los agricultores se arruinan. Al fin y al cabo, es el Gobierno que dice una cosa y hace la contraria. Realizan un cartel para presumiblemente potenciar la igualdad y editan, sin su permiso, el cuerpo de una mujer para que no se vea su pierna ortopédica. Dicen estar comprometidos con Ucrania y el embajador del país invadido les recrimina su falta de colaboración. Celebran la cumbre de la OTAN en la sala de Velázquez del Museo del Prado y diseñan una educación que excluye su siglo. Y así todo. Por no hablar del tratamiento que otorgan a la lengua común y a los padres que solicitan el cumplimiento de sentencias. Y es que la realidad suda y necesita tres comidas diarias. No es Twitter o tik-tok. Es la nevera vacía, el paro, el euribor y los recortes en servicios públicos. Sería mucho mejor que los ciudadanos les retiraran su apoyo por razones políticas e institucionales. No llenar la cesta de la compra o no poder pagar las facturas causan un dolor concreto, instantáneo y específico. Lo otro, genera un daño que ahora no apreciamos y tardaremos en percibir, aunque de una gravedad análoga. Sin embargo, que le falte el yogur a una hija es otro cantar.

Nos dicen que la situación empeora. Me pregunto quién ha gobernado todo este tiempo en España y Europa. Si era necesaria una cierta previsión a medio plazo o solo hacía falta contentar a la banca y a las grandes empresas. Estas advertencias me recuerdan a alguien que te vende un piso que ha construido, pero te dice que las goteras o las fallas estructurales son culpa de Putin y del cambio climático. Siembran el miedo para controlar mejor a la gente, aun al precio de ponerse ellos mismos en evidencia. La abundancia es selectiva y se parece a la clase social. A los pudientes de siempre se unió la nueva oligarquía del falcon y la casta. Gente singular.

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