Tribuna

Manuel Bustos Rodríguez

Catedrático de Historia Moderna de la UCA

Reflexiones de choque sobre la crisis

Reflexiones de choque sobre la crisis Reflexiones de choque sobre la crisis

Reflexiones de choque sobre la crisis / rosell

Llevamos varias semanas de encierro por el coronavirus. No voy a entrar en detalle sobre la aplicación de las medidas para combatirlo. Días vendrán en que se discuta sobre ellas. Tampoco sobre el papel de los medios en esta crisis. Me ceñiré por tanto a unas primeras reflexiones a vuelapluma.

En otro artículo manifesté un hecho a mi parecer incontestable: el contraste entre nuestra sociedad hipertecnificada, desarrollada, y la fragilidad de la condición humana. Recordemos la recomendación más reiterada estos días: aislamiento en casa y bloqueo de los accesos a ciudades; es decir, lo mismo que se viene haciendo desde la Antigüedad para combatir las epidemias. Y, como telón de fondo, el pánico universal y la vinculación de la crisis a una cadena de acontecimientos catastróficos consecutivos (no olvidemos el año climatológico que llevamos y la crisis económica que viene) de resonancias escatológicas, sin que ello haya suscitado visiblemente, como lo hiciera con nuestros progenitores, un deseo de volver los ojos a Dios y buscar el arrepentimiento. Rara vez he oído estos días en los medios voz alguna, salvo la de algunos responsables eclesiásticos, considerándolo parte ineludible para la salida de esta grave crisis que parece rebasar nuestras propias fuerzas.

Desde otra perspectiva, resultan loables los intentos de crear alternativas, generalmente esporádicas, a los graves desarreglos producidos. Por encima de todo, la generosidad y valentía del personal sanitario jugándose el tipo, con medios más que insuficientes para atender a los enfermos. Actitud extendida a otros oficios de riesgo, y culminando con la participación multitudinaria en los aplausos de las ocho. Según se repite en estos días, son, sin duda, actitudes que dignifican al ser humano.

Añadamos el seguimiento disciplinado de la reclusión domiciliaria, tan generalizada, sin discriminación de edad, sexo ni grupo social o étnico. En verdad ha pesado mucho el miedo, hacedor de milagros, estimulado de continuo por los medios con variados eslóganes. Ignoro sí, pasada la pandemia, se reforzarán estas experiencias solidarias y la vida en familia, o volveremos a nuestro individualismo. Por cierto, ¿qué será de los ancianos?

Aunque de manera temporal hemos abandonado el ruido, y el silencio ha vuelto a nuestras calles. Se ha podido escuchar a los pájaros y el susurro de las hojas. Momento precioso, pues, para la introspección. Temporalmente, se ha dejado descansar a la Naturaleza de nuestros continuos agravios. La reclusión convertida en arma para la paz y la purificación del medio ambiente.

Pero quedan dudas en el aire: ¿el peor Gobierno posible para una crisis de tan grandes dimensiones? ¿Preferible, no obstante, a uno de derechas con la mayoría de los medios en contra y la izquierda presionando a diestro y siniestro, como sucediera en otras ocasiones de menos gravedad? ¿Excesiva cautela por parte de la oposición, sin que ello evite el posterior ataque de sus enemigos?

No descartemos del todo la utilización de la crisis para un cambio más o menos solapado de régimen político. Recordemos que las ansias totalitarias no cejan en ningún momento. Están instaladas ahora en el Gobierno. Cualquier circunstancia excepcional -la actual lo es- puede servir, aprovechando el desconcierto, la necesidad de medidas urgentes y la quiebra de muchas empresas, para ir desmontando el Estado de derecho y crear una base social sumisa. Históricamente sabemos que esto no sería una rareza. Hasta hoy, el ensayo de control de la población sin tensiones apreciables, si bien necesario en esta ocasión, ha resultado todo un éxito. Ni siquiera es necesario consensuar los decretos ley.

Cuando haya pasado esta amarga experiencia, ¿se reforzará el mundialismo o la fórmula del Estado-nación? De momento, la UE se halla ante una crisis que afecta a todos sus miembros. Y de nuevo parece aflorar en ella la falta de unidad de criterio y acción, justo en el peor momento, cuando su futuro resulta más incierto.

Una última reflexión: el desfondamiento económico, que ya ha comenzado. El hundimiento, de momento temporal, de numerosas empresas y el crecimiento del paro. Se requerirán buenas dosis de sentido común y de ayuda a los más débiles, posibilitando la recuperación y las iniciativas particulares, sin fiarlo todo al mantra de la estatalización sustitutoria, que nos lleve a un empobrecimiento generalizado.

Caminamos hacia un escenario desconocido. ¿Qué papel jugarán las redescubiertas nuevas tecnologías en el mundo laboral, la enseñanza o las relaciones humanas? ¿Podremos seguir viviendo como hasta hoy? ¿Aprovecharemos la crisis para una reflexión, personal y social, que alumbre otra comprensión de la vida, o se apostará de nuevo por el sostenerla y no enmendarla? ¿Se ha experimentado para una guerra vírica de diseño? Los años venideros nos darán la respuesta. Siempre, eso sí, Dios mediante.

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