Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

Universidad Carpanta

Y en eso llegó Castells. O Wert segunda parte, como prefieran. La principal diferencia quizá sea que uno ande más despeinado que otro. Pero, al fin y al cabo, ambos están de acuerdo en lo básico: la clásica idea de universitas, ligada a la asociación corporativa que protegía intereses de las personas dedicadas al oficio del saber, debe quedar sepultada en beneficio de la burocracia, la mercantilización más extrema y la pobreza endémica. Hemos pasado de la filosofía a la digilosofía y de los becarios con futuro a los cajeros electrónicos inteligentes. ¿Que la universidad devuelve a la sociedad mucho más de lo recibido? Pues, entonces, es que todavía se puede reducir su presupuesto. La tijera, por favor. Nadie protestara. El arte y la ciencia son solo una nota a pie de página en los programas electorales de los partidos. Los minutos de la basura. Lo que no importa perder, cuando la impresora está sin tinta. Total, para eso está el pen drive.

Nuestro país se debate entre el orgullo pueblerino y la permanencia de los trazos costumbristas del cine español de las suecas, donde se consideraba que todo lo que venía de fuera era siempre mejor y más moderno. Hace años, el cebo propagandístico fue la convergencia con Europa. La consecuencia fue que perdimos unas licenciaturas que funcionaban mucho mejor que los grados actuales y ganamos en una burocracia tan asfixiante como cara. Hubo algunas carreras que se mantuvieron en el sistema anterior y siguen generando buenos médicos. Los más perjudicados fueron nuestros estudiantes, que antes solo necesitaban cinco años para obtener un título, con el que podían acceder al mundo del trabajo o continuar una carrera investigadora. Ahora, saben mucho menos y además precisan de un master, en ocasiones tan caro como inútil.

Castells no nos vende Europa. Vende USA. Dice que quiere americanizar a la universidad española. Pero más bien, se trata de implantar el modelo pujolista de Cataluña. Es pública y notoria la fascinación del ministro por el nacionalismo. Es de los que siempre está presto a reírle las gracias. ¿Tendrá algo que ver su relación con la Universitat Oberta de Catalunya? No seamos suspicaces. Más bien sea cuestión de un nacionalismo vocacional, que es la fase infantil del oportunismo hispánico. Nos trae el modelo del gobierno regional que puso al frente de la sanidad pública al patrón de la privada. El ministro presenta un estatuto del docente universitario sin realizar antes una evaluación de la situación. Y es que la modernidad para el sr. Ministro es hacer aun más dependientes a los campus de los políticos regionales. Si ahora la autonomía universitaria ha quedado reducida a un juego feudal entre el político de turno y el gestor académico abrumado por los pagos, con la reforma de Castells serán los políticos los que, en gran medida, confeccionen la plantilla. ¿Contratar a profesores españoles o extranjeros que ofrezcan más posibilidades a nuestras universidades? Por supuesto que sí. Ojalá se pudiera ejercer de esa forma la autonomía universitaria. O pagando más a los mejores. Pero, ¿es eso posible en un contexto en el que hay dificultad para pagar a las empresas de limpieza? El objetivo real es liquidar a los profesores funcionarios y que todos sean laborales. Habrá catedráticos y titulares laborales que se acrediten en el chiringuito regional. ¿Qué supone esta situación? Un control partidario descarado y descarnado de las universidades. Acentuar los peores defectos de la situación actual. Recordemos por qué se creó la función pública. Pero la historia ha sido siempre una de las víctimas más apetecidas del poder. El estatuto no resuelve la precarización de tanto profesor o soluciona, con un flujo de recursos constantes y predecibles, el futuro de la investigación en España. Se habla del profesor asociado como ejemplo de precarización, pero es que la figura de un profesional externo no solo es deseable, sino conveniente para la universidad, por ejemplo en el caso de Derecho, Economía o Periodismo. El problema reside en el mal uso de esta figura con el fin de ir tirando en un estado de crisis permanente.

La universidad española no puede continuar formando a investigadores que, en un elevado número, serán aprovechados en otros países. Tenemos grandes académicos en nuestros campus que conocen los problemas e intuyen soluciones. ¿No hubieran merecido que alguien del ministerio les llamara? Es obvio que hacen falta mejoras en las universidades públicas, junto con una financiación solvente, pero esta nueva reforma lejos de arreglar los problemas y deficiencias, profundiza en ellos. Recuerdo a Carpanta, el personaje de Ibáñez que siempre soñaba con comerse un pollo entero. Con su traje desgastado y su pajarita es como la universidad española, anhelando una financiación suficiente para ofrecer a su sociedad todo lo que esta merece de sus investigadores, administrativos y docentes.

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