Tribuna

Antonio porras nadales

Catedrático de Derecho Constitucional

¿Vacaciones?

No está escrito en ningún sitio que el procedimiento de investidura, seguramente el más importante de la vida parlamentaria, deba interrumpirse "por vacaciones"

¿Vacaciones? ¿Vacaciones?

¿Vacaciones? / rosell

No está escrito en ningún sitio que el procedimiento de investidura, seguramente el más importante de la vida parlamentaria, deba interrumpirse "por vacaciones". Es más, debería ser más bien al contrario: que las vacaciones son las que deberían esperar a que se constituya el Gobierno, permitiendo así la urgente normalización de la vida institucional del país.

La apatía y la desidia con la que estamos encarando uno de los hitos fundamentales de nuestra vida pública no tienen parangón. Habituados ya a una perenne provisionalidad, que en este caso viene desde la propia moción de censura del año pasado, parecemos a punto de descubrir la más elemental evidencia: que se vive mejor sin Gobierno. O que esto del Gobierno viene a ser, en el fondo, una cuestión secundaria; total, para el diálogo de sordos que vienen manteniendo, qué más da, mejor nos vamos de vacaciones; porque si valoramos lo que están haciendo -que es no hacer nada- acaso estaríamos mejor en la playa o en el chiringuito.

Seguramente ya no recordamos los riesgos que las vacaciones parlamentarias suscitaban sobre las precarias democracias liberales del siglo XIX, dejando las manos libre al monarca y su gobierno. Y seguramente tampoco queremos ser conscientes del grado de desgaste que esta actitud colectiva provoca hoy sobre la legitimación de nuestras instituciones democráticas, alimentando la sensación de que, al final, un gobierno no sirve apenas para nada; o incluso que, en definitiva, gobernar no consiste más que en aparecer de vez en cuando en los medios para decir algunas cosas bonitas.

No sabemos si se trata de una elemental confusión conceptual, en el sentido de que estamos equiparando el Gobierno con un simple servicio administrativo que, como suele ser habitual, "cierra por vacaciones", o si es más bien un nuevo triunfo de nuestra imborrable memoria histórica; porque después de la memoria de la Guerra Civil debemos andar ya por la era del franquismo. Y ya se sabe, para la "sociología" del franquismo (que tan brillantemente sabe reinterpretar nuestro PSOE) eso del Gobierno era una cosa secundaria y prescindible. Lo importante era, como se decía en aquellos remotos tiempos, que había una lucecita que brillaba por las noches en una ventana del Pardo, sirviendo de amparo a todos los españoles. Y como hoy esa lucecita la tenemos ya todos y cada uno de nosotros en nuestros móviles, para qué necesitamos más.

En nuestro escenario colectivo, parece que nos basta con ver aparecer de vez en cuanto a nuestros líderes en los medios para así entrever la cotidiana representación simbólica del Gobierno. Que tal Gobierno exista o no realmente, que cuente o no con el apoyo parlamentario necesario para poder aprobar anualmente la ley de Presupuestos o para atender a los compromisos legislativos que tenemos con Bruselas, todo eso son cuestiones secundarias y prescindibles. Nuestro brillante Pedro Sánchez cumple sobradamente con esas funciones al "aparecerse" de vez en cuando en la pantalla saludando a los grandes líderes mundiales o diciendo hermosos monólogos: y con eso, ya no necesitamos nada más.

Con este panorama no deberíamos extrañarnos si luego nos vienen grandes sabios o politólogos extranjeros a hablarnos de la "fatiga" democrática o de la amenaza difusa de los populismos con sus falsas soluciones. El efecto de deslegitimación democrática que estamos viviendo no puede ser más impactante, porque detrás del fracaso anunciado de la investidura lo que sobrevuela al final sería la misma intrascendencia de nuestro voto; o sea, la banalidad de las elecciones como soporte esencial de nuestro sistema institucional; y en consecuencia el carácter prescindible de la propia democracia como forma civilizada de gobierno.

No son riesgos de debiéramos ignorar dilatando el acuerdo de investidura bajo la burda excusa de que ellos, nuestros políticos, también "necesitan" vacaciones. Todo lo contrario: acaso deberíamos tener el poder colectivo de encerrarlos en una sala y prohibirles la salida hasta que hayan llegado a un acuerdo, como se hace con el cónclave papal en la capilla Sixtina. ¿Vacaciones? Sólo para los que han aprobado sus exámenes en junio: el resto, a trabajar durante el verano.

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