Tribuna

Manuel chaves

Ex presidente de la Junta de Andalucía

25 años de política euromediterránea

La Declaración de Barcelona creó la expectativa de una política euroárabe basada en un enfoque común de los desafíos y sobre cómo afrontarlos

25 años de política euromediterránea 25 años de política euromediterránea

25 años de política euromediterránea / rosell

Hace 25 años, el 28 de noviembre de 1995, se aprobó la llamada Declaración de Barcelona que dio lugar a la creación de la Asociación Euromediterránea de Países (los quince estados miembros de la UE más doce países ribereños del sur del Mediterráneo). En estos momentos en que grandes retos de la región mediterránea siguen pendientes, es preciso recordar la importancia de aquella Declaración. Su finalidad fue impulsar la creación de "un espacio común de paz, estabilidad y prosperidad" a través del dialogo y la cooperación entre los países mediterráneos.

La Declaración contiene todo un programa de trabajo y de objetivos para el desarrollo de la zona en los ámbitos político, económico, cultural y de la sociedad civil. Los países acordaron impulsar el diálogo cultural y religioso, la cooperación económica y financiera, la protección del medio ambiente marino y de los derechos humanos, la participación de la mujer en la vida económica y social; y conscientes de las diferencias económicas entre ambas orillas (los quince países de la UE tenían una renta media diez veces superior a la de sus vecinos del sur), proyectaron la creación, para el año 2010, de una Zona de Libre Comercio, como una zona de prosperidad compartida. En definitiva, la Declaración subrayó "la importancia estratégica del Mediterráneo" y la necesidad de afrontar de un modo coordinado y global los nuevos desafíos. Se habló entonces de la dimensión mediterránea de la política europea, con el propósito de desplazar, un tanto, el centro de gravedad de la UE desde el norte y centro hacia el sur de Europa. En este contexto, conviene señalar que Andalucía, como región europea y mediterránea, no permaneció al margen: en 1998, el Gobierno andaluz tomó la iniciativa, junto al Reino de Marruecos y el Centro Peres por la Paz de Israel, para crear la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo cuyos fines se enmarcaron "en los objetivos y en el programa de trabajo acordado en la Conferencia Euromediterránea". La Fundación desarrolló programas educativos, sanitarios y culturales junto a la recuperación de edificios singulares tanto en el Magreb como en Palestina.

Transcurridos 25 años desde su aprobación, es un buen momento para la reflexión sobre la Declaración de Barcelona. Esta representó un cambio importante para la UE: creó la expectativa de una política euroárabe basada en un enfoque común de los desafíos y sobre cómo afrontarlos. Pero es necesario reconocer que el recorrido de la Declaración ha sido limitado. Por señalar un ejemplo, no se creó la Zona de Libre Comercio y las diferencias económicas y sociales entre ambas orillas aumentaron con respecto a las existentes en 1995. Es cierto que los hechos acaecidos durante estos años (el terrorismo islamista y la aparición de Al qaeda y el Isis, los conflictos en el Oriente Medio, el fracaso de la Primavera Árabe, la crisis migratoria y de los refugiados y la pandemia del Covid-19) desbordaron los objetivos y fines de la Declaración, aunque también pusieron de manifiesto la falta de voluntad política y las carencias de la estrategia de la UE en la región mediterránea. Pero los desafíos que vienen de la orilla sur y están alterando las relaciones políticas y sociales de los países europeos, así como la cohesión interna de la UE, siguen siendo desafíos comunes. Afrontarlos encuentra una gran dificultad. Baste con mencionar los obstáculos que la UE afronta para construir una política común de migración y asilo.

Muchos europeos tienen la sensación emocional de que lo que viene del sur del Mediterráneo es una amenaza para su seguridad y bienestar, lo que ya influye en las políticas de los gobiernos y de la UE. La tentación de construir una Europa fortaleza cuya cooperación se destine a crear un cinturón de seguridad ante los peligros que vienen del Mediterráneo es un riesgo cierto, pero no se corresponde con los principios y valores con los que se identifica a la UE en el mundo. Recuperar el espíritu de la Declaración de Barcelona, buscar consensos y alianzas al norte y sur del Mediterráneo que permitan una visión compartida y multilateral es un camino difícil pero más seguro y solidario para la paz y la estabilidad de la zona. Es bueno recordarlo en estas fechas.

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