Tribuna

Francisco J. Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Un aparente confort económico

Un aparente confort económico Un aparente confort económico

Un aparente confort económico

A pesar de que seguimos manteniendo un elevado nivel de paro y de que persisten algunos de los estragos de la crisis, la preocupación por la situación económica ha ido decayendo entre los españoles. A ello han contribuido los veintiún trimestres de recuperación y que la desaceleración económica que viene anunciándose desde hace más de un año no llega a producirse de forma significativa, pues el crecimiento del PIB en 2018 solo se ha reducido en cuatro décimas respecto al año anterior, y la previsión de crecimiento para 2019, aunque se reduce ligeramente (2,2%), sigue siendo aceptable y duplica la previsión para la zona euro (1,1%).

¿A qué se debe el diferencial positivo de crecimiento de España? El desglose del PIB en el último trimestre pone de manifiesto la fortaleza de la demanda interna española, que se expande a un ritmo anual del 2,4%, cerca del triple de la media europea. En la demanda interna aumenta con intensidad el consumo privado, gracias al incremento del empleo y de los salarios, y más aún el consumo público, que en un tiempo preelectoral se ha intensificado; también la inversión, con un repunte significativo de la exterior y de la pública, y tanto en construcción como en bienes de equipo. Todos estos componentes de la demanda interna tienen un mayor peso en el PIB español que en el de la zona euro. Por el contrario, la participación del sector exterior, que tiene una evolución negativa tanto en la zona euro como en España, en el PIB es más reducida en España (34%) que en la zona euro (48,7%). Si la recuperación que se inició a final de 2013 contó con unos "vientos de cola" que la favorecían (fuerte expansión de las exportaciones, tipo de cambio favorable, bajos tipos de interés), ahora los vientos de cola mantienen el componente de los bajos tipos de interés y el abaratamiento del petróleo, pero también el impulso del consumo por la creación de empleo, la subida de los salarios y los beneficios, que está atrayendo también a la inversión extranjera ante la atonía de otras economías europeas.

Todos estos factores están soportando la confianza de los analistas y las autoridades en que el proceso de desaceleración será lento y en que no se atisben posibilidades de recesión en el horizonte. Pero no por ello podemos confiarnos, porque la economía española depende de la evolución externa, e internamente tiene algunos desequilibrios notables.

El panorama externo no es muy tranquilizador. Especialmente por la poca confianza que genera la economía europea, muy afectada por la ralentización del comercio internacional, por las tensiones proteccionistas, por el impacto de las nuevas medidas que afectan al sector automovilístico y por los posibles impactos de un Brexit duro. Al final de la semana pasada se conoció la contracción de la producción manufacturera de Alemania, lo que provocó una fuerte caída de la bolsa y la preocupación por la posibilidad de que la desaceleración se intensifique hasta una tasa del 0,2% en el actual trimestre. Y la evolución económica de nuestros socios europeos será muy decisiva en el medio plazo por el efecto restrictivo que puede tener en nuestras exportaciones y en los ingresos turísticos. Conocida es por otra parte, la tendencia a la moderación del crecimiento de China y de otras economías relevantes para la zona euro, como Turquía. A ello se suma que Estados Unidos empieza a dar signos de agotamiento del largo ciclo expansivo, como ha constatado la Reserva Federal la pasada semana, lo que le ha llevado a cancelar sus previsiones de subidas de tipos de interés y limitar la reducción de activos de su balance.

En este contexto es aconsejable examinar cómo estamos de preparados ante un cambio en las condiciones externas, y nos encontramos con que el aumento del consumo está siendo soportado no solo por el aumento de la renta, sino también por el endeudamiento de los consumidores; que el endeudamiento público ha alcanzado un nuevo máximo en el mes de enero (1,176 billones de euros, el 97,4% del PIB); que los gastos comprometidos en los recientes decretos del Gobierno (más de 5.000 millones de euros) elevarán el déficit al 2,5% (frente al 1,3% comprometido), que el déficit estructural no se ha reducido en los últimos cuatro años de recuperación; y que no se han realizado reformas de calado en este tiempo que favorezcan la competitividad de la economía española… En poco tiempo se nos olvida el carácter cíclico de la economía y la necesidad de mantener equilibrios económicos básicos para no sufrir recesiones profundas.

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