Tribuna

fRANCISCO j. fERRARO

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

La inmigración en el debate europeo

La inmigración en el debate europeo La inmigración en el debate europeo

La inmigración en el debate europeo

Los hechos relacionados con la inmigración son noticia frecuente en los medios de comunicación, y su valoración suele estar asociada a prejuicios o emociones, pero pocas veces los abordamos con mayor perspectiva y, sin embargo, la inmigración se va a intensificar en el futuro y será un asunto central en el debate público europeo, para el que sería aconsejable planteamientos mesurados.

El previsible aumento de la inmigración en Europa es consecuencia de la conjunción de tres factores: en primer lugar, de la dinámica demográfica del continente africano, en la que se combinan la caída de la mortalidad con elevadas tasas de natalidad y una población preponderantemente juvenil y que alcanzará los 2.400 millones en 2050; en segundo lugar, porque a pesar del crecimiento económico en gran parte de los países africanos en los últimos años, las diferencias de renta y bienestar con Europa siguen siendo muy elevadas; y en tercer lugar, porque esas diferencias son en la actualidad mucho más perceptibles gracias a la visualización cotidiana de las condiciones de vida de los europeos por la generalización del uso de las telecomunicaciones. La consecuencia de lo anterior es una elevada propensión a la emigración de los africanos (un 14%, según encuestas, desean emigrar), lo que podría duplicar la población extranjera en la Unión Europea, que actualmente supone el 13% de la población total. Por su parte, Europa es un continente envejecido, con tendencia a un crecimiento vegetativo negativo y, por tanto, con necesidad de población juvenil.

Pero la inmigración no es un proceso ordenado y con impacto homogéneo en todos los espacios y sectores sociales, por lo que su intenso crecimiento en las últimas décadas (los flujos migratorios se han multiplicado por 2,5 desde 1980) ha ido provocando rechazo en Europa por razones económicas, identitarias o simplemente xenófobas. Así, según una reciente encuesta realizada por YouGov, la inmigración y el medio ambiente han desplazado al desempleo y la situación económica como los problemas que más preocupan a los europeos. En concreto, el 46% de los europeos rechazan que se acepten más refugiados de zonas de conflicto, siendo los de mayor edad y las personas de menores ingresos y formación los más reactivos a la inmigración, como lo son singularmente en algunos países (Italia, Suecia) en los que en los últimos años han percibido con más intensidad la acogida de inmigrantes. En el rechazo a la inmigración participan activamente los partidos populistas y nacionalistas, que enarbolando esta bandera han alcanzado el poder en países como Polonia, Italia y Hungría, y van cobrando relevancia en el resto de Europa.

En este marco es conveniente reflexionar sobre la política migratoria, pues si bien hasta el presente los españoles hemos sido bastante receptivos con la inmigración, empieza a ser perceptible un incipiente contagio xenófobo. Ante ello, sería muy conveniente alcanzar un consenso social equidistantes de la ingenua política de puertas abiertas, de imposible acogida por incapacidad económica, y la aconsejable recepción de inmigrantes, no solo por solidaridad, especialmente con los refugiados y con los más necesitados, sino por la necesidad de incorporar jóvenes en una sociedad envejecida y con bajísima tasa de natalidad.

Por ello, y teniendo en cuenta que España (especialmente Andalucía) sufre las tensiones migratorias procedentes de África al ser frontera sur de Europa, estamos interesados en que se redefina una política migratoria europea de más amplias concepciones que la externalización practicada tras la caótica crisis migratoria de 2015, que propició el acuerdo con Turquía y el Fondo de Emergencia para África, flexible pero poco transparente, que permite pagar la complicidad de gobiernos africanos para la contención de los flujos migratorios, pero que se puede convertir en arma de chantaje.

La experiencia poco solidaria de muchos países europeos tras la crisis migratoria Libia exige una redefinición de la política migratoria comunitaria, para lo que lo más aconsejable sería tender a una política común gestionada por una agencia europea y, a corto plazo, reformar el sistema común de asilo, ya que los países de acogida asumen una responsabilidad que no tiene una correspondencia solidaria de los restantes países comunitarios. Una reforma que será uno de los grandes retos a los que se ha de enfrentar la nueva Comisión Europea, sabiendo que países como Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia se oponen a una política de reparto automático de los refugiados.

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