Tribuna

esteban Fernández-Hinojosa

Médico

El mito de Faetón

El mito de Faetón El mito de Faetón

El mito de Faetón

España es el segundo país del mundo en esperanza de vida, detrás de Japón. La longevidad alcanzada en Europa -sin precedente histórico- ha resultado una inesperada sorpresa tanto para la medicina como para los sistemas sanitarios que ahora libran su batalla contra la muerte, el dolor y la enfermedad. El gasto en algunos países superan el 16% del PIB en asistencia sanitaria para acabar con la elegante señora de la guadaña. Atul Gawande, uno de los más influyentes médicos en EEUU, ha señalado que las Unidades de Cuidados Intensivos de aquel país se han convertido en "almacenes de moribundos". La muerte se prolonga a menudo artificialmente, lo que a veces dificulta su humanización. La expectativa de vida en occidente ha alcanzado, como la de los antiguos Patriarcas, larga vida, pero con una diferencia: ahora es difícil colgar el broche último por una buena muerte, en casa y rodeado de seres queridos; la mayoría de moribundos fallece en hospitales y a veces al lado de desconocidos.

Entre los grandes problemas abiertos en la atención sanitaria está el de la actitud hacia la muerte. Se ha dicho, no sin ironía, que uno de los encuentros más desafortunados en un hospital es el de un anciano débil e indefenso llegado al final de su vida, con un joven y dinámico residente que comienza su carrera. Las humanidades pueden ofrecer perspectivas más enriquecedoras que la medicina, la cual conoce las causas de muerte, las incidencias y prevalencias de las enfermedades, las estadísticas de mortalidad, pero cuyo paradigma está limitado a la hora de contemplar la muerte. Los libros de texto de medicina poco aportan a esta meditación, lo que invita a beber de otras fuentes: Séneca, Marco Aurelio, Montaigne, Schopenhauer, Wittgenstein o Saramago. De hecho, un bello libro publicado recientemente sobre este tópico, Ayuda a morir, de la doctora Iona Heath, contiene decenas de citas de grandes pensadores humanistas.

La medicina está necesitada de las humanidades. En el Reino Unido hay quien, desde dentro de la atención sanitaria, ha defendido que antes de recortar en educación sería conveniente hacerlo en sanidad. Necesitamos filósofos que nos ayuden a pensar profunda y correctamente sobre la asistencia a la muerte. Ellos pueden enriquecer los fundamentos de nuestras acciones ante al enfermo o el moribundo. Más allá de ideologías, el suicidio asistido ocupará en los países desarrollados gran parte de la agenda de debate en la década que se avecina. Si las dificultades inherentes al cotidiano vivir, como el envejecimiento, el embarazo, la sexualidad, la tristeza, la soledad o el cansancio, son objeto de profusa medicación sin que la medicina ofrezca respuesta al fondo de estos problemas-, las humanidades podrían aportar un denso suplemento de sentido. Es evidente la necesidad de la medicina por redescubrir su lado humano después de que lo haya ocultado durante décadas detrás de su fascinación por la tecnología.

Otra materia pendiente de reflexión en la asistencia sanitaria, y que requerirá la participación de humanistas profesionales, es la redefinición de un nuevo concepto de salud. Siendo evidente el creciente interés de las administraciones en la promoción de la salud, habrá que saber, no obstante, cómo definirla más allá de la anacrónica "ausencia de enfermedad". Las humanidades pueden ofrecer valor no sólo al problema de la actitud ante la muerte o del envejecimiento de la población, sino también a otros retos, como el cambio climático o el cambio epidemiológico de enfermedades infecciosas a enfermedades no trasmisibles, que siendo problemas de salud, no son patrimonio de la medicina. La humanidades ofrecen otra manera de pensar, hablan otro lenguaje, con otros sistemas de valores, como la imaginación, la belleza, la risa, el asombro… y sabe que la utilidad económica no es la medida de lo que somos.

La actual amenaza que sufren las humanidades obliga a pensar en su importancia, singularmente para la formación y el pensamiento médicos y a defenderlas, como otrora hiciera nuestro mayor historiador de la medicina y antropólogo médico, Pedro Laín Entralgo. En un mundo vinculado a escala planetaria no tiene sentido -ni futuro- la falta de colaboración interdisciplinar en todos los ámbitos. Los científicos han identificado los problemas medioambientales, pero quizá defectos de la evolución, como la soberbia o la falta de imaginación, puedan conducir a extralimitar las fronteras de la creación. Las más bellas imágenes de esta negligencia las legó Ovidio en su Metamorfosis a través del mito de Faetón, cuya soberbia le hizo a perder el control del "carro del Sol"para acabar quemando gran parte de la tierra.

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