Tribuna

josé ramón medina precioso

Catedrático de Genética

En ocasiones veo políticos

Apostar por Casado es hacerlo a ganador y colocado. Si gana las primarias, por haberlo logrado; si no las gana, porque le resultaría fácil integrarse en el equipo de la dama victoriosa

En ocasiones veo políticos En ocasiones veo políticos

En ocasiones veo políticos / rosell

El niño protagonista de El sexto sentido veía, en ocasiones, muertos; un servidor, muy aficionado a lo paranormal, ve en ocasiones políticos. Y de todos los colores: no es cuestión de que me gusten o disgusten, sino de que entreveo su indefinible aura de políticos antes de que se hagan famosos.

Puedo aducir varios ejemplos. En el verano de 1976 defendí, ante un estupefacto Benítez Rufo y otros dirigentes eurocomunistas andaluces, que el recién nombrado Adolfo Suárez podría ser un buen presidente de Gobierno a pesar de sus antecedentes falangistas. Cuando, creo que en 1985, me presentaron a Julio Anguita en una caseta de la Feria de Sevilla supe que estaba ante un gran político, aunque ya se rumoreaba que no repetiría como alcalde de Córdoba. Cuando, en el otoño de 1986, escuché discursear a Javier Arenas en el Parlamento andaluz adiviné que estaba ante un político de raza, aunque su partido, el PDP, acababa de romper con la Coalición Popular de Hernández Mancha. Hacia 1993 se presentó ante el rector de la Hispalense un inquisitivo representante de los estudiantes, acompañado por otro que se limitaba a sonreír, me dije que el risueño sería un futuro político, a pesar de que entonces sólo era un anónimo claustral: el tal Gómez de Celis ocupa hoy el puesto de delegado del Gobierno español en Andalucía…

Pues bien, el pasado lunes, día 25 de junio, durante el acto público que celebró Pablo Casado en Sevilla, tuve ocasión de saludarlo fugazmente y de inmediato barrunté que estaba estrechando la mano de un político. No me lo digáis, lo sé: muchos dirigentes del PP en Andalucía apoyan a Soraya y bastantes otros a Cospedal, pero eso no quita para que Casado, en mi modesta opinión, valga para la política.

Hay consenso en que los dos concursantes con más probabilidades de ganar las primarias del PP son las damas antes citadas. El asunto sería fácil si se tratase de elegir al candidato a presidir el Gobierno de España: la opción mejor sería Soraya, por haber demostrado ser una buena administradora y gozar de las simpatías de los que podrían votar al PP; también sería sencillo si, por el contrario, se tratase de seleccionar a la persona que presidirá el PP: el premio le tocaría a Cospedal, por haber ejercido eficazmente la Secretaría General del partido y exhibido energía y coraje en pleno chaparrón informativo… El problema es que se trata de elegir a alguien que, por estatutos, desempeñará ambas funciones y, en ese caso, las cañas se tornan lanzas: ni es fácil imaginarse a Soraya fajándose por el partido, sobre todo si sigue en la oposición, ni lo es que Cospedal capte los votos ciudadanos más centristas, aunque ganase en su momento las elecciones en Castilla-La Mancha.

Es esa tensión entre las cualidades necesarias para ocuparse de ambas tareas la que abre alguna posibilidad, siquiera pequeña, para Casado: lo haría peor que Soraya ante los electores y que Cospedal en el partido, pero podría abordar ambas encomiendas con ciertas garantías mínimas.

¿Y el asunto del máster? Bueno, no creo que lleguen a imputarlo y, entonces, podría argüir que fue víctima de una persecución injustificada. Y no creo que lo imputen por lo siguiente: no pudo dictar ninguna resolución injusta sobre su currículum por carecer de competencias para ello; no pudo falsificar su historial académico oficial por el mismo motivo; si aceptó que le diesen un trato de favor los profesores, lo que dista de ser seguro, se trataría de un delito palmariamente prescrito. En resumen, no parece probable que puedan acusarlo de ninguno de los tres delitos que maneja la juez: prevaricación, falsedad documental y cohecho impropio. Así que no habrá probablemente caso máster o, como mucho, tendrá la misma trascendencia que la fantasmal beca de Errejón o el inexistente máster de Pedro Sánchez. Salvo que aceptemos emplear distintos baremos para casos similares.

En las carreras de caballos es muy típico apostar a ganador y colocado: aciertas tanto si tu corcel favorito gana la carrera como si queda en el otro puesto que hayas elegido, normalmente el segundo. Bueno, pues apostar a favor de Casado es hacerlo, en términos políticos, a ganador y colocado. Si gana las primarias, por haberlo logrado; si no las gana, porque le resultaría más fácil integrarse en el equipo de la dama victoriosa que a cualquiera de ellas en el de la otra. En ese sentido, Casado tiene futuro, bien de forma inmediata, bien a más largo plazo.

Todo depende de si los afiliados y los compromisarios quieren maximizar a corto el éxito electoral, la oferta de Soraya, o si están evaluando reforzar el partido. Sin olvidar que, en cualquier caso, convendría elegir a alguien capaz de entenderse con Rivera y su partido, Ciudadanos.

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