Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

La tentación de Ciudadanos

La tentación de Ciudadanos La tentación de Ciudadanos

La tentación de Ciudadanos / Rosell

Los resultados electorales han convertido a Ciudadanos en el actor decisivo. Tiene en su mano generar un Gobierno alternativo o forzar elecciones. Son terceros (21 diputados) y aunque han incrementado su representación, han fracasado en su objetivo primario: arrebatar al PP la segunda plaza. Ante ellos se abre un panorama complejo por las consecuencias que una decisión errada podría tener a nivel estatal. De hecho, la misma noche electoral, el duopolio y Canal Sur, iniciaron la presión. Su disyuntiva consiste en permitir un Gobierno alternativo al PSOE o en negociar con este partido una transición que minimice los daños a un partido que lleva en el poder casi 40 años. El apoyo del PSOE a Marín a cambio de una transición dulce.

Algunos piensan que una red clientelar establecida por un partido hegemónico, devenido en régimen en los últimos años, no es un asunto meramente político. Díaz se apartaría por un bien superior. No será difícil buscarle un sillón en el Íbex. Veremos. Sería suicida apoyar al PSOE -otra vez-, pero podrían usar de coartada a Vox para llegar a la Junta habiendo quedado terceros. Por su parte, el PSOE (33 diputados) gana las elecciones, pero desciende en apoyo popular. Sería injusto culpar exclusivamente a Díaz de estos resultados. Era obvio que, a pesar de la demoscopia-ficción de Tezanos, el sometimiento de Sánchez al golpismo separatista iba a pasar factura. Precisamente, por esa razón se postuló para dirigir el PSOE. Demasiados años, demasiada prepotencia, demasiados recortes en salud y educación. Hasta aquí hemos llegado. Ni los andaluces eran tontos -como señalaban algunos miembros del PP- cuando les otorgaron mayorías suficientes, ni ahora son unos irresponsables por negársela.

El PP (26 diputados) y su líder (sic) tiene mucho en común con Díaz. Son segundos pero con un descenso relevante en apoyo electoral. Moreno Bonilla no es el candidato que Casado habría querido, pero era el que estaba allí. El PP también se ha visto lastrado por la política de Rajoy frente al separatismo. Es un partido que no entusiasma, principalmente porque durante años se acomodó con las babuchas de la inoperancia a ser eterna oposición en Andalucía. Ahora podría convertirse en presidente de la Junta. No depende de ellos. La última palabra la tendrá Rivera. Moreno Bonilla y Marín tienen en común que, incluso haciéndose un selfie, la foto les sale en blanco.

Pero para derrotas la de Podemos o Adelante (17 diputados) o como se denomine dentro de 5 minutos. Un partido que dice defender la igualdad, para acto seguido justificar el concierto económico o la asimetría regional. Las clases trabajadoras no se sienten representadas por un discurso fragmentario y populista. Cuando se está de acuerdo en celebrar un referéndum de autodeterminación, que además de ser un terrible dislate lesionaría los intereses de los andaluces por las prebendas que se harían a los políticos separatistas, una se inhabilita para gobernar. Todo ello adornado con la obsesión prohibicionista -acuarios, exámenes, zoológicos, o toros, que en Andalucía, precisamente, ponen un plato en la mesa de muchos trabajadores-. Después de haber purgado a lo mejor que tenían, han quedado los defensores de la jornada de 8 horas para los burros. Excelente. Que siga la fiesta.

Sánchez e Iglesias han visto fracasar a sus enemigas íntimas, aunque a un precio altísimo. Rodríguez no dimitió y tomó a Vox como coartada para continuar en el sillón (lo mismo que hizo Díaz, por cierto). No se puede pensar que comprarse mansiones, abandonar la radicalidad participativa y someterse al nacionalismo no tiene consecuencias. La noche electoral se llamó al antifascismo y al movimiento feminista con el fin de parar a Vox. Respetar al que piensa distinto no viene mal. Es hasta democrático.

Vox (12 diputados) es la coartada perfecta para aquellos que pretenden continuar instalados en la consigna pueril, justificar su imprescindible sillón o abordar un proceso de negociación demencial. Es un partido liberal conservador. Una escisión del PP generada tanto por la política penitenciaria con los etarras como por el abandono de valores cristianos. Estoy en las antípodas ideológicas, pero los aspavientos de la noche electoral en el país de los Otegis, Torras e hijos políticos de Sabino Arana, resultan insultantes y, sobre todo, estériles para neutralizarlos. Vox es una fuerza coyuntural que ha sabido leer el hartazgo a derecha -pero también a izquierda-, con unos señores que nutren con recursos y argumentos a los que se quieren cargar un proyecto común denominado España. La xenofobia de Vox no es mucho peor que la de aquellos que retribuyen convenientemente al dictador magrebí para que apalee o, en el mejor de los casos, no permita salir al emigrante africano.

Andalucía afronta un tiempo nuevo. Mientras tanto, continuamos sin una izquierda que garantice tanto la unidad territorial como la justicia social.

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