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Personajes con sabor

Leonardo Fernández: Málaga entre lienzos y pinceles

  • Este pintor costumbrista y de realidades, que se maneja con desenvoltura en el mundo de los sueños, nos acompaña en el restaurante La Jábega

Junto a Fernando Márquez, hijo  del fundador de La Jábega y  actual coordinador de este emblemático chiringuito.

Junto a Fernando Márquez, hijo del fundador de La Jábega y actual coordinador de este emblemático chiringuito. / Paco Menjivar

Sirva el título de este encuentro para aclarar desde el principio que nos encontramos con un artista, un pintor, un hombre malagueño, de pura cepa. De los que sienten Málaga correr por sus venas. De los que miran al horizonte y distinguen en el celeste limpio y luminoso de nuestro mar espumas blancas conformando manojos de biznagas. De los que cuando están lejos de su tierra solo piensan, con obsesión, en volver a ella. Ese es nuestro invitado de hoy. Leonardo Fernández, pintor, restaurador. Malagueño.

El RESTAURANTE
El interior del chiringuito. El interior del chiringuito.

El interior del chiringuito. / Paco Menjivar

Y tuvimos la suerte de que el día amaneció idóneo para celebrar este encuentro con todas las garantías. Un sol radiante que llenaba de luz nuestra ciudad nos recibió en el restaurante La Jábega de la Playa del Saltillo, en La Carihuela. Un lugar emblemático fundado por José Márquez allá por el año 1963. Precisamente es Fernando Márquez, hijo del fundador y actual coordinador general del establecimiento quien nos recibe. Una visita por el restaurante nos permite comprobar el ambiente y lo cálido de sus instalaciones. 24 personas trabajan en plena temporada en este establecimiento que cuenta con seis cocineros bajo el mando del chef Daniel Penchov, toda una garantía para los éxitos de la cocina de este restaurante. Una vez acomodados en un lugar donde la vista del mar lo inundaba todo, nos atendió la encargada de sala, Mari Carmen Pérez, quién ya no nos dejaría durante toda la comida. Un poco más tarde descubrí sus conocimientos sobre los vinos. No por gusto es la responsable de la bodega del restaurante. Mis felicitaciones a Fernando por el equipo del que ha sabido rodearse.

EL INVITADO

Llegaba Leonardo Fernández directamente de su estudio en Málaga –un luminoso estudio, como no podía ser de otra manera en un pintor de sus características, ubicado en la zona oeste de la ciudad– donde trabaja en distintos proyectos. Una leve sonrisa siempre dibujada, quizás reflejo de su timidez, deja entrever a un hombre que mira la vida. "Es normal en un pintor. Observar la vida que pasa, las cosas".

Le pregunté si se consideraba una persona conocida y reconocida en nuestra ciudad. "Llevo más de 23 años instalado en Barcelona. En Cataluña tengo un gran mercado. Soy bastante conocido. Gracias a que tomé la decisión de marcharme me hice de un nombre. Mi obra ha saltado desde allí a Europa y América. Le debo mucho a los catalanes. Aquí, bueno, aquí también porque llevo toda una vida pintando Málaga".

Leonardo Fernández. Leonardo Fernández.

Leonardo Fernández. / Paco Menjivar

Un hombre, como decía, enamorado de su tierra y sus costumbres. Aún estando en Cataluña, la mayoría de sus obras son temas relacionados con Málaga y Andalucía. Las calles de nuestra ciudad son uno de sus temas preferidos. "Así es. Tengo calles del barrio de la Trinidad, del Perchel. Corralones. Tengo Málaga en mi retina". "En Málaga llevo años colaborando con asociaciones, cofradías. He procurado involucrarme todo lo que he podido con mi tierra. A mí me gustaría que mis obras se quedaran aquí, pero el arte hay que pagarlo. Algunas veces han venido a comprarme algún cuadro y han querido regatear el precio. El arte no se regatea".

Muchos le catalogan de pintor hiperrealista, algo en lo que él no está de acuerdo. "Soy un pintor en todo caso realista, aunque mis principios fueron el impresionismo. Respeto todos los estilos de pinturas y por supuesto el hiperrealismo, aunque no lo comparto. Para eso ya están las fotos". Mientras hablamos no deja de mirar el mar que tenemos justo enfrente. "La vida está llena de color –continúa como reflexionando mientras no aparta la mirada del horizonte-. Mira ese mar".

"Málaga tiene la luz propia para ser pintada, por eso mi pintura es alegría. La vida, como a los cuadros, hay que saber mirarla. Cuando uno mira un cuadro debe olvidarse del autor y centrarse en la obra". Aunque en la actualidad trabaja sobre todo en su estudio, también ha pintado mucho en la calle, al natural. "Sí, claro, esos fueron mis comienzos. Apenas era un chaval y ya me ponía a pintar en la calle. En el estudio me centro, me relajo, es distinto. Tú llegas a mi estudio y te relajas (risas). Como te cuento. Deben ser los cuadros, las pinturas, el olor de los óleos. Todo eso crea una atmósfera distinta".

Y doy fe de ello, ya que he tenido la oportunidad de vivir la experiencia. Y le pregunté si había vivido momentos especiales en su estudio. "Así es. Muchos. Destaco especialmente un día que estaba pintando a Diana Navarro, vestida de mantilla. Para hacer correctamente la expresión de su rostro mientras canta, le pedí que lo hiciera, que cantase. Y me cantó, bajito, con toda el alma, la saeta a El Cautivo. Madre mía. Cada vez que lo recuerdo se me eriza el vello. Los pinceles me temblaban. No te puedes imaginar, en la intimidad del estudio, el silencio, y esa voz tan, no sé cómo definirla, única. Fue inolvidable". Uno lo imagina y desde luego que debió ser toda una experiencia.

Me interesé por su opinión sobre la pintura moderna y los pintores en general. "Quizás mis 72 años me dan perspectiva y experiencia para decirte lo que pienso sobre determinada forma de pintar y determinados pintores, pero quiero aclarar antes de nada que respeto a cualquier persona que se enfrente a un lienzo en blanco. Es como el que se pone delante de un puñado de folios y tiene que rellenarlos. Puede que al final le salga una obra maestra o una soberana tontería. Pues con la pintura pasa lo mismo. ¿Sabes? Un pintor, al margen de su especialización, debe saber pintar de todo. Hay pintores que pintan, por ejemplo, unas marinas extraordinarias, pero luego no son capaces de pintar ni un solo objeto. Un pintor debe saber abarcarlo todo. O los que pintan cuatro trazos de colores y después te dan una explicación sobre la obra que es para morirse, y al final nadie se entera de nada, ni de la explicación y mucho menos de la obra".

Su formación, desde muy joven, con los grandes maestros malagueños ha influido especialmente en su pintura costumbrista. Corralones, patios, grifos de los que cae un hilo de agua... "En efecto [risas] hay quien me dice que tengo obsesión por los grifos antiguos y quizá lleven razón. Pero la realidad es que me crié en un corralón y el único grifo que había para todos los vecinos comenzaba a servir agua a partir de las ocho en punto de la mañana. Y yo, cada mañana, me despertaba con ese ruido. Era mi despertador". Pues bendito despertar, sobre todo por el arte que inspiró. Les invito a que vean algunos de los cuadros de este genial pintor con sus famosos grifos chorreando agua. Una maravilla del más puro realismo.

LA COMIDA

Unas copas de vino blanco Javier Sanz, del que tomamos un largo y refrescante trago, nos fue servido, acompañadas de unas entradas de boquerones y anchoas en salazón sobre pan de carasato, especialidad de la casa, y de una bandeja de conchas y bolos de la bahía. Una delicia.

Uno de los platos. Uno de los platos.

Uno de los platos.

No nos dio mucha tregua la amiga Mari Carmen para traernos unas sardinas y una ensalada de pimientos asados con calamaritos. Para chuparse los dedos. Y continué con la conversación, que no quería yo que el maestro dejase de contarme cosas interesantes. "¿Ves lo bueno que está este vino? Está vivo. Lo noto. A la pintura la sucede lo mismo. La pintura de un cuadro envejece con el tiempo. Se va secando muy lentamente. Evoluciona. Como este vino". Sabia reflexión la del maestro. Me interesé por si hay alguien más en la familia que siga sus pasos. Su rostro se iluminó. "Sí. Mis hijos no han salido pintores, pero mi nieto, mi nieto pinta ya muy bien. Creo que puede llegar a ser un gran artista". El descorche de una botella de tinto Abadía Retuerta por parte de Mari Carmen Pérez, y su posterior explicación, nos dio pie a tomar un delicioso arroz caldoso.

Uno de los platos. Uno de los platos.

Uno de los platos.

Y no conforme con el festival gastronómico que degustábamos, el amigo Fernando nos tenía reservada una sorpresa mayúscula: un voraz espetado que estaba extraordinario. Una nueva copa del tinto, recomendación de bodegas Lara, nos acompañaría hasta el final de la comida junto con unas porciones de queso añejo. Para rematar tan suculento menú, unas rodajas de piña natural y tarta de queso nos refrescaron el paladar. Lo dicho, todo un lujo de comida preparada por el equipo de Daniel Penchov que no deben de perderse. Absolutamente recomendable. Y para terminar, le pregunté a Leonardo por un sueño por cumplir. "Que Dios me dé mucha salud y pueda ver a mi nieto –ahora tiene 10 años- hacerse un gran pintor". Hasta la próxima, querido maestro.

LOS VINOS

Blanco: Javier Sanz

Un vino de los de compartir en una buena mesa. Un vino mono varietal de Sauvignon que nos agradó sobremanera. Muy bueno.

Tinto: Abadía Retuerta

El maridaje de este vino con el arroz y el pescado que degustamos fue toda una experiencia. Este gran vino, castellano-leonés, nos hizo disfrutar de los platos que degustamos. Destaca por encima de todo su equilibrio, algo digno de un vino excelente cuando quiere acompañar una buena mesa. Muy recomendable. Buenísimo.

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