Personajes con sabor

Manuel García del Río: Defensor de la vida, humanista por la gracia de Dios

  • Toda una vida profesional atendiendo a recién nacidos

  • Acude a nuestro encuentro en el emblemático Restaurante Alea, en la calle Fajardo

Rodrigo Bocanegra,  Manuel García del Río,  Juan Luis Pinto y  Manolo Medina.

Rodrigo Bocanegra, Manuel García del Río, Juan Luis Pinto y Manolo Medina. / Paco Menjivar

Nuestro invitado de hoy es una persona muy querida por generaciones de malagueños. Un hombre que ha dedicado su vida profesional a cuidar a los recién nacidos. Hoy, con 80 años, y fuera de la “trinchera”, como él mismo denomina la actividad médica, se dedica a continuar con su formación que nunca cesa, a crear nuevos proyectos y a dedicar su vida a los demás, “hasta que Dios quiera”. Un ejemplo de humanismo, sacrificio y solidaridad humana. Vamos a conocer un poco más a este gran hombre. Sean bienvenidos.

El restaurante: Alea

Y realizamos este encuentro en un restaurante emblemático en nuestra ciudad, como nuestro invitado: restaurante Alea, situado en la histórica calle Fajardo. Hace muy poco han renovado su carta y su decoración, lo que hace el lugar aún más acogedor y apacible. Sus socios propietarios, Manuel Medina y Rodrigo Bocanegra, acudieron puntuales a la cita para recibir a nuestro invitado, persona a la que por supuesto conocen y admiran, junto con la gerente, Anna Mayne. A partir de ese momento, y ya en manos de Miguel Ariza, uno de los mejores maître de la profesión, nos dispusimos a degustar todo lo que salía de la factoría del chef Ammi Fouad, todo un lujo para este establecimiento si tenemos en cuenta que este magnífico profesional viene de trabajar en la Casa Real de Marruecos y de atender la cocina del rey Fahd de Arabia Saudí. Ahora les cuento la experiencia.

El invitado: Manuel García del Río

Como les decía al inicio de esta crónica, Manuel García del Río es un hombre por cuyas manos han pasado generaciones de malagueños, algo a lo que hice mención nada más comenzar este encuentro. “Así es. En aquella época nacían once mil niños al año, de modo que imagínate. Pero aunque vaya a cumplir en unas semanas ochenta años, yo no soy un viejo”.

Manuel García del Río durante el almuerzo. Manuel García del Río durante el almuerzo.

Manuel García del Río durante el almuerzo. / Paco Menjivar

Ante mi mirada un tanto escéptica continuó. “Yo soy mayor. Un viejo es una persona que tiene más recuerdos que ilusiones, y a mí aún me quedan ilusiones y proyectos que desarrollar”. Me puede contar alguno. “Por supuesto. La próxima semana presento una asociación contra la eutanasia que se llama Euvita”. ¿Me podría explicar un poco más? “Es muy sencillo. Hay que luchar por la vida hasta el final. Nosotros no somos nadie para decidir cuál o qué es la calidad de vida de un enfermo. La eutanasia es un crimen y nadie puede obligar a un médico a practicarla, tanto por objeción de ciencia como de conciencia. Somos médicos para prevenir, curar o aliviar, en ningún caso para matar. No podemos hacer aquello que solo Dios puede. He visto casos de dar por desahuciado a un niño, por ponerte un ejemplo, y luego han tenido una vida feliz y plena. Están las enfermedades, pero los enfermos reaccionan a las enfermedades de distintas maneras”. Pero está el sufrimiento de una persona, eso es algo muy duro. “Entre el cuidado paliativo y la eutanasia existe una línea muy fina, y el sobrepasarla está sobre todo en la intención. El sufrimiento de un paciente se puede mitigar o incluso eliminar sin necesidad de acelerar su muerte. Por lo general ningún enfermo quiere morir. Además se debe tener claro que los denominados cuidados paliativos no son responsabilidad exclusiva de los médicos. También están los sicólogos, los enfermeros, los sacerdotes. Todo cuenta”.

¿Los pediatras son como los ángeles de la guarda de los bebés? “(Risas) No. Las madres, sobre todo, nos ven así cuando llevan un niño enfermo y están muy preocupadas y tú les dices que no tienen nada y se recuperan en horas. Entonces somos el ángel de la guarda. Pero al final siempre está la mano de Dios”. Entre sus muchas actividades, estuvo como secretario del Ilustre Colegio de Médicos. ¿Qué labor desarrolla el colegio de cara a la sociedad? “Sí, estuve ocho años en ese cargo. El Colegio de Médicos tiene una misión muy importante. En primer lugar cuida de que se haga una buena praxis –práctica– médica. Cuida de que los profesionales estén debidamente colegiados, actualiza continuamente la formación e información de los médicos. Es un ente totalmente apolítico y aconfesional”. Y sigue formándose a pesar de no ejercer en la actualidad. “Así es. Continúo estudiando mucho, es mi vicio. Colaboro con revistas médicas. Procuro estar todo lo posible al día aunque ya no esté en la trinchera. Un médico nunca deja de serlo de alguna manera”. Sabrá usted que hay falta de médicos pediatras. “El tema es complejo. Cuando alguien decide ser médico, por ejemplo pediatra, por vocación, y luego se encuentra que no pueden acceder por el MIR, acaban ejerciendo otra especialidad. Por ese motivo se han perdido grandes especialistas, no solo en Pediatría. Eso no tiene mucho sentido. Muchos se vuelven a presentar para intentar conseguir su especialidad, pero no todos lo consiguen y han perdido en el camino varios años de estudio”.

Pero es conocido que también muchos se marchan. “(Silencio) Sí. En otras regiones hay grandes hospitales y prefieren ejercer ahí. Además es imprescindible solucionar los desajustes laborales, especialmente salariales, entre una región y otra de España”. Pero a pesar de todo, por suerte, los médicos son una parte muy importante de nuestra sociedad. ¿Qué opina de los Médicos sin Fronteras? “Tengo compañeros en Médicos sin Fronteras. Tienen un mérito impresionante. Si la medicina es un 50% de ejercicio médico y un 50% de humanidad, en el caso de estos médicos, la humanidad es incalculable. En muchos casos renuncian a grandes puestos para marcharse a países subdesarrollados, especialmente a África. Definitivamente rebosan humanidad y hay una vocación médica absoluta. Yo los admiro.”

Antes de pasar a comer quise hacerle una pregunta que puede resultar un tanto obvia para un médico. ¿Le teme a la muerte? “(Silencio) No le temo a la muerte, pero sí deseo que me encuentre preparado. No se debe tener miedo a algo que sabes que va a ocurrir con toda seguridad”. Y con esta reflexión de Manuel García, pasamos a la comida. Les continúo narrando.

La comida

Y para que fuésemos abriendo boca, Miguel Ariza nos sirvió una degustación de aceite de la zona norte de Málaga, variedad Hojiblanca, premiado recientemente como mejor aceite del mundo, buenísimo, para acto seguido descorchar una botella de verdejo de Rueda, selección de bodegas Lara, Lurton Cuesta del Oro, buenísimo. Abrimos mesa con productos frescos de temporada, una de las especialidades de la casa: carpaccio de voletus con parmesano y alcachofas salteadas con jamón, una combinación perfecta con el vino.

Uno de los platos. Uno de los platos.

Uno de los platos.

Y continué con nuestra interesante conversación. Tengo entendido que le hicieron un homenaje en su pueblo natal. “Sí, me hicieron un homenaje en Los Barrios, mi pueblo de nacimiento, por ser el primer hijo médico del pueblo. Fue algo muy especial. Yo soy muy de pueblo”. Si estuviese en su mano, qué cambiaría en nuestra sociedad. “(Silencio) Sin lugar a dudas el hambre. El hambre se puede eliminar. El dolor es malo, lo sé por experiencia, pero el hambre es lo peor. Cuando no hay hambre desaparece mucho malo. No podemos permitir que millones de seres humanos, muchos de ellos niños, mueran de hambre. Y Dios no es el culpable. Somos nosotros. Nuestro egoísmo. El pueblo que tiene hambre no piensa”.

Uno de los platos. Uno de los platos.

Uno de los platos.

Un plato de un surtido de croquetas de voletus, gambas y jamón, nos hizo detener nuestra conversación. A este magnífico plato lo siguió uno de los platos estrellas de la casa, que se mantiene desde la primera carta creada: langostinos envueltos en pasta de kataifi y pimentón dulce y picante. Le pregunté a Manolo por aquello que más detesta. “No soporto la mentira y hablar mal de los demás. Por desgracia algo muy usual en política. Medias verdades o mentiras están al orden del día, cuando una mentira lleva a otra y al final todo es un desastre”.

Los postres. Los postres.

Los postres.

Una paletilla de cordero lechal con verduras rebozadas nos animó a degustar una copa de tinto Carlos Moro by Claude Gross, un rioja buenísimo que maridó a la perfección con la carne. Finalmente una selección de postres de la casa compuesto por brownie con helado, cúpula de mango y tarta de fresa cerraron nuestro recorrido gastronómico.

Nuestras felicitaciones a todo el equipo de Alea, restaurante al que le auguramos todos los éxitos con su nueva carta y reformado establecimiento. Gracias muy especiales a Miguel Ariza por su exquisito y profesional trato, y a los amigos Rodrigo y Manolo por acogernos en su casa. Para despedirme de Manuel García del Río, le pedí que dirigiese unas palabras a todas aquellas personas que hoy en día estudian Medicina. “(Silencio) Pues le diría que se preparen muy bien. Que estén muy seguros de tener vocación. La medicina sin vocación no funciona”. Sabias palabras de un hombre extraordinario que ha dedicado, y aún hoy continua, su vida al bienestar de los demás. Gracias Don Manuel, amigo Manolo, por estar siempre ahí. Hasta siempre.

Los vinos

Blanco: Lurton Cuesta del Oro

Magnífico vino de uva 100% verdejo. Fresco, aromático a flores. Marida a la perfección con nuestros platos.

Tinto: Tinto Oinoz Carlos Moro by Claude Gross

Este vino de las bodegas de Carlos Moro, D. O. Rioja, elaborado a base de uvas tempranillo, es jugoso, sabroso y rebosante de frescura. Muy recomendado para tomar con carnes.

Patrocinado por: 

Bodegas Lara Bodegas Lara

Bodegas Lara

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios