Corrida Goyesca

El arrojo de Roca Rey triunfa en Ronda

  • El peruano fue el gran triunfador después de cortar tres orejas, en una tarde en la que Cayetano cortó otras dos, mientras que Morante se fue de vacío

El arrojo de Roca Rey triunfa en  Ronda

El arrojo de Roca Rey triunfa en Ronda / Arjona.

Ronda, historia y cuna del toreo, ciudad de bandoleros y dinastía de matadores. Urbe de inmemorable afición sin pueblo en la plaza. Ay, las entradas. Ay, el taurineo inmemorable que desborda las calles cada principio de septiembre. Ay, un paisano sin poder ir a los toros. Lo de siempre, pero con menos caché en el personalismo callejero. Un espectáculo por y para el cliente. Dicen los antiguos que desde que cierta persona de la nobleza dejó de ir, la prensa rosa se volvió un poquito más gris.

Por todo lo demás, no deja de ser un espectáculo al encuentro del taurino con la piedra encolumnada, el aroma a los Romero ­y Ordóñez y los flashes ansiosos de cazar al famoseo andante… Sin embargo, entre estas 136 edificaciones toscanas con sus 68 columnas se concentra el ansia por presenciar un espectáculo único en el mundo en el que cada asistente es protagonista de una tradición que cuenta con 62 ediciones pero con muchos más años de espíritu. A causa de la lesión de Cayetano Rivera, el festejo comenzó con retraso de casi media hora.

Morante de la Puebla. Morante de la Puebla.

Morante de la Puebla. / Arjona

Morante apareció vestido de antiguo. No es que el hábito haga al monje, sino que el monje se viste como lo que es. Y el De la Puebla no deja de ser un hombre de antaño en un tiempo presente. Así, su toreo recupera los aires viejunos que nunca pasan de moda. El canela, la taleguilla suelta, la madroñera hasta el fajín, las medias rosa palo y el capote del mismo color. El arte costumbrista caminando por el ruedo. Con el raso, porque era esta la tela y no la franela, ejecutó un ramillete de verónicas rematado con una arabesca revolera con la que el brillo relució por la plaza. Con la vara, lo de siempre. Buena entrada y mal sueño. Se durmió. Fue precisamente en este arrebato de gusto al inicio cuando Morante se desequilibró y quedó a merced del toro. Le salvó la nobleza. Hasta para quitarse la madroñera tiene arte y, como si se tratara de su flequillo, se lo echó a la espalda. Una tanda con la derecha desde el tercio, con el fajín agarrado con la mano izquierda, y buscando un trayecto que el toro no tenía.

Faena pinturera, detallista y preciosista. Salieron bellos naturales en la fase central y acabó rematando la obra mientras Remedios Amaya le cantaba a los remates del sevillano. Pinchó dos veces y escuchó una ovación tras dejar la espada entera. No le gustó de salida el cuarto. Chico, feo. Un novillo al que Morante no vio con el capote. Y si ese es el inicio, ya se imaginan el final… Se alinearían los astros o qué se sabe, pero ahí le anduvo, entre retazos de torerías y dos pases con los que su justificó. Alguna tanda buena en el final con la que resonaron los olé. Faena de cositas, en línea con un indiscutible gusto. Lo mató bien y se le pidió la oreja. Saludó.

Cayetano Rivera. Cayetano Rivera.

Cayetano Rivera. / Arjona

El Cayetano de su primer toro fue otro que el del paseíllo. Desaparecieron los dolores y el gesto compungido. Cambiaron los aires que hasta el momento habían transcurrido en forma de vendaval interior (en cuanto a la atmósfera, solo brisa). Comenzó con brionesas por bajo y continuó por un galleó por chicuelinas para dejarlo en suerte al caballo. El toro fue una delicia, idílico para reaparecer en la tierra del que uno se siente nato. Variado, en redondo, endulzado por el almíbar de las embestidas de Mirtilo. Remató las tandas, de 7 y 8 muletazos, con pases de pecho de rodillas, molinetes, pases de las flores y trincherazos.

Todo un juego estético incrementado después de los pases de la firma con los que inició faena. Tras la tanda final con la que llevó el toro al tercio por ayudados por alto, Cayetano se desplazó con el cartucho de pescado. La misma foto, muchos años después. Los genes. Dos veces interpretó la banda de los Barrios el pasodoble Cayetano como epílogo al estoconazo recibiendo que le valió los dos apéndices. El quinto fue otro toro. Informal y con genio. Cosa distinta. Le brindó a Ramiro, su mozo de espadas, con un gesto precioso del matador al quitarle la toalla del hombro, desprendiéndole de su condición de mozo de espadas para quedarse solo con su amistad. La faena tuvo detalles de torería, especialmente en los momentos finales con los remates a pies juntos y desplantes ante la cara del toro. Ayudó la música a que se viniera arriba al transcurso final de la faena que osciló entre las irregularidades y las ganas de Cayetano. Tras matar y recibir el cariño del público, el menor de los Rivera se abrazó. Estaba consumada su vuelta. También la puerta grande.

El primero de Roca Rey se mató en vida al chocar contra el burladero. Sacó el presidente presto el pañuelo verde pero tardo fue el proceso de darle muerte. Después de varios puntillazos fallidos, el peruano tomó la muleta y la espada y dejó un bajonazo suficiente. Punto y seguido. Corrió turno y salió el sexto. Lanceaba al tercero bis cuando en los tendidos se corrió la noticia de la gravísima cornada a Thomas Joubert en Bayona.

Saludó Viruta en solitario y Andrés brindó al respetable en su presentación. No pudo ser mejor. Inició por estatuarios y tomó la mano derecha para torear a placear entre la confianza y la seguridad con la que casi hubo que lamentar un disgusto. Quedó en voltereta, rosto ensangrentado (del animal) y torero con la muleta sin atender a daños. A partir de ahí, un crescendo interminable de regusto con la zurda descubierto en un cambio de mano. Enfrontilado, con la pata adelantada, y el valor en ambos brazos. Ahí transcurrió la faena. Se hizo con el toro y rebuscó en las cercanías. Finalizó por bernadinas. Apoteósico. Los aplausos en mitad de la tanda. La sorpresa, ante la ausencia de espacio. Que lo expliquen los físicos, si pueden. Ese valor no atiende a leyes de la naturaleza. Estocada delantera, dos orejas y petición de rabo.

Roca dejó crudo al sexto, le pegó un ramillete de chicuelinas de salida e improvisó un quite por gaoneras y tafalleras desde el centro del ruedo. Brindó a los hermanos Rivera. Marchó despacio al centro del ruedo, queriendo dejar venir a su futuro, que llegó en forma de embestidas con un pase cambiado por la espalda. Le pisó y se molestó al caminar en los primeros compases. El animal tuvo menos profundidad y menos fondo. Aun así, Roca Rey le pudo por bajo, dominando las entradas del burlaco en una faena de constante pelea. Estuvo listo y le sacó las tandas intentando taparle los defectos. La brusquedad de la desgana. La fuerza de la técnica. Ahí se debatió la pelea. Cayó cara y rompió Nerva. Acabó encima del toro, en el centro del ruedo, donde la incertidumbre pesa más y los roces de pitón sientan como golpes. La plaza en pie. Otra vez. Media y oreja. Tarde de Goyesca, tarde de triunfo.

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