Gilismo

La herencia de Gil aún pesa sobre Marbella casi tres décadas después

  • La ciudad ha vuelto a reencontrarse este verano con la figura y gestión del que fuera su alcalde, Jesús Gil, desde el año 1991 a través de la serie documental de HBO ‘El Pionero’

Jesús Gil.

Jesús Gil.

Apenas han pasado tres décadas desde que Jesús Gil ganara por primera vez las elecciones municipales en Marbella. Aunque los sondeos de antes de los comicios de 1991 apenas le daban siete concejales a su partido, la sorpresa llegaría con el 64,5% de los votos, más de 20.500 papeleras en las urnas, y 19 concejales. El partido que él mismo fundó volvería a ganar las elecciones en otras tres ocasiones, con y sin él. Además, fuera de las fronteras de Marbella, el Grupo Independiente Liberal (GIL) llegaría a convertirse en la fuerza más votada en nueve municipios incluyendo Ceuta y Melilla. Pero las consecuencias económicas y urbanísticas de su paso por la gestión municipal fueron devastadoras.

La Comisión Gestora se encontró en el 2006 una deuda de más de 487 millones de euros

Este verano la ciudad volvía a reencontrarse con una cara que creían olvidada, una herida abierta aún sin cicatrizar que llegó en forma de serie documental de no ficción dispuesta a reabrir el debate sobre la corrupción en el municipio. Algunos se removían intranquilos de sus hamacas cuando las avionetas sobrevolaban las playas abarrotadas de turistas con el cartel promocional de la serie El Pionero. “Creo que es algo que no podemos olvidar pero que tampoco podemos recordar continuamente porque no retrata lo que es la Marbella actual”, comenta el portavoz del Ayuntamiento, Félix Romero, concejal desde el año 1999 y acusación particular en el caso Malaya. “Aunque es cierto que tuvo tres triunfos electorales todo el que estaba contra él tenía problemas y trabajar en la oposición no era fácil”, asegura.

Cuando la Comisión Gestora se hizo cargo del Ayuntamiento de Marbella en 2006 se encontró con una deuda generada por el GIL de más de 487 millones de euros, a la que se sumó los 100 millones de euros del anticipo reintegrable de la Junta de Andalucía. A día de hoy, la ciudad sigue pagando una parte importante de esa deuda con la Seguridad Social y Hacienda. “Borrar totalmente la huella de esos 12 años de absoluto exceso y despropósito en la gestión del Ayuntamiento nos va a costar 40 años de gestión”, aclara.

En una década llegaron a construirse alrededor de 18.000 viviendas irregulares

Aunque sin duda la gallina de los huevos de oro del GIL fue el urbanismo, en el que basó la mayor parte de su gestión. Bajo la figura del convenio urbanístico, el que también fuera presidente del Atlético de Madrid llegó a exprimir el suelo de Marbella, multiplicando con creces el suelo urbanizable permitido por el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) del año 86 en detrimento de zonas verdes o suelos destinados a equipamientos públicos. En una década se llegaron a otorgar un millar de licencias irregulares para la construcción de 30.000 viviendas. Afortunadamente solo llegarona construirse unas 18.000 viviendas. “Gil era un bocazas, nunca ocultó nada de lo que pretendía, que era recalificar el suelo, venderlo y darle unas plusvalías ficticias”, apunta Javier de Luis, entonces miembro de Ecologistas en Acción, grupo con el que llegó a interponer 350 denuncias por delitos contra la ordenación del territorio. “Cuando escribíamos una denuncia siempre poníamos una coletilla al final:‘paralícese la obra para evitar daños a terceros’. Pasado el tiempo lo pude ver claro: como no se paraban se vendían, se revendían, se escribían... Y ahí aparecen los llamados terceros de buena fe”, añade.

Sobre la mayoría de esas viviendas pesa una orden de demolición, como es el caso del residencial Banana Beach, a apenas unos pasos del arco de bienvenida a Marbella. Pero a diferencia de hace unos años ya no hay miedo entre sus vecinos ante cualquier amenaza de derribo. “Se ha dicho mucho pero esto no lo va a tirar nadie”, comentan, y la prueba está en que se siguen vendiendo estos pisos. Basta echar un vistazo a los portales inmobiliarios, el precio de un ático de esta urbanización en primera línea de playa ronda los 750.000 euros.

Otro de los excesos urbanísticos más visuales de la era Gil es el edificio Torremarina de doce planes levantado en zona verde y quintuplicando la altura permitida. Su construcción dejó para siempre en la sombra la vivienda de Carmen, una pequeña casa con vistas al mar. Su denuncia llegó a los tribunales bajo el nombre de caso Belmonsa. “Hay 800 sentencias sin ejecutar en la sala de lo contencioso administrativo, entre ellas esta”, explica su abogada, Inmaculada Gálvez, otra de las personas que se enfrentó al gilismo de aquella época. “Gil nos desheredó de equipamientos públicos. Prácticamente todas las parcelas destinadas a equipamientos públicos se privatizaron y ahora la ciudad no tiene suelo para colegios, centros de salud o una residencia de mayores pública”, critica, por su parte, la arquitecta Carola Herrero.

El actual equipo de gobierno liderado por Ángeles Muñoz (PP) se enfrenta precisamente a la redacción de un nuevo Plan General que hallane el camino hacia la normalización urbanística. “Todavía tenemos cierto margen de desarrollo del plan del 86 y esa necesidad de equipamientos a futuro es por lo que el Ayuntamiento está actualmente trabajando en ese planeamiento”, apuntó Romero, que agregó que “no estamos a favor de la piqueta y de derrumbar lo que existe, la solución no es demoler media Marbella ahora mismo”.

Otra de las líneas de este debate fue la inacción de los órganos de control. En una reciente entrevista del diario El País, el juez que investigó a Gil, Santiago Torres, pone de manifiesto el papel que tuvo la Justicia al servicio del poder político y las influencias económicas: “Algunos vivían muy bien sin querer ver lo que era notorio hasta la obscenidad;otros decidimos no mirar a otro lado”. “En los juzgados de instancia de Marbella se archivaban automáticamente todas las denuncias”, añadió De Luis.

Pedro Moreno fue secretario municipal en el Ayuntamiento en el año en que Gil fue elegido alcalde. Solo duró una semana: le obligaron a tomar vacaciones forzosas. “En el año 91 estar en contra de Gil y plantarle cara era plantarte en la marginalidad absoluta. Gil era intocable en todos los ámbitos”, asegura. “Empezó quitándose de en medio a un funcionario del Estado mandándome de vacaciones forzosas y a partir de ahí saqueó el Ayuntamiento. Eso pasó con el aplauso generalizado de la prensa y con el apoyo sistemático de la población de Marbella”, agregó.

A Moreno Brenes no le cabe duda de que Gil fue a Marbella a esquilmar el Ayuntamiento. Nada más aterrizar, relató, adjudicó el suministro de agua de Aquagest sin concurso público, actuación sobre la que hizo serias advertencias de legalidad. También se opuso a celebrar una comisión de gobierno en el Club Financiero. “Aquello era un caso práctico del Código penal. Gil era un sinvergüenza y un macarra y lo que me indigna es la cantidad de cómplices que le aplaudía las gracias porque sin esa complicidad y apoyo social y mediático este hombre no habría hecho ni la mitad de lo que hizo”, aseveró.

Cabría preguntarse entonces por qué una ciudad como Marbella votó mayoritariamente a Gil hasta en tres ocasiones. Lo que hoy muchos niegan el que fuera su primer teniente alcalde, Antonio Sampietro, lo deja claro: “A Gil lo votamos todos”.

“Roba como todos, pero al menos hace algo”

Casi tres décadas después, muchos creen que ha llegado la hora de hacer autocrítica. En la calle aún se difunde aquella excusa tantas veces oída de “roba como todos, pero al menos hace algo” fruto del tejido clientelar del gilismo. “Las mayorías absolutas no se esconden pero muchos que lo votaron ahora lo negarían”, señala Pedro Moreno, que agrega que “tengo la confianza de que la sociedad Marbellí ha aprendido y se hayan dado cuenta de que aquello fue un grandísimo error que van a estar pagando mucho tiempo. Principalmente los hijos de los que lo votaron”. Para Martín Reyes, presidente de la Comisión Gestora que devolvió la legalidad al Ayuntamiento, el tono crítico apareció a raíz de la operación Malaya, “cuando se empieza a tomar conciencia crítica de la situación. Mi opinión personal es que Jesús Gil sigue siendo añorado por mucha gente en Marbella porque cuando alguien se enriquece también deja migajas para los demás que lo que lo hace tolerable”. Por su parte, Félix Romero cree que uno de los grandes triunfos de la sociedad de Marbella ha sido recuperar su imagen “y volver a ser la bandera del turismo de la ciudad donde todo el mundo querría vivir”. Para el concejal del PP cada vez hay menos personas que lo defienden frente a aquellos que criticaron su gestión.

“Digan lo que digan no deja de ser una forma de blanquearlo”

La imagen populista del propio Jesús Gil durante los cuatro capítulos de El Pionero también ha sido muy criticada.Para Diego Martín la serie “deforma” la figura del exalcalde, a quien presentan como “un héroe de la ciudad cuando sabemos que lo que hacía lo hacía olvidando por completo la ley”. “Digan lo que digan y lo vendan como lo vendan no deja de ser una forma de blanquear a este hombre”, critica Pedro Moreno, quien agrega que “en el peor de los casos muestra un hombre bruto que no era tan malo. Y eso no era verdad, era un delincuente”. “Está hecha para un espectador que conozca del asunto y que vaya más allá de quedarse con el mero personaje que se hace con dinero haciendo trampas”, apunta Gálvez.

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