LA MUJER EN EL EJÉRCITO

Mujeres al mando

  • La ministra Chacón se encuentra en el Ministerio de Defensa con un Ejército en el que desfilan 15.456 mujeres, aunque sólo un 5,6% de ellas están en puestos de mando. En 2016 ascenderá la primera mujer a general. Estas andaluzas defienden que su trabajo se hace con absoluta normalidad y con vocación

Las mujeres seremos noticia cuando dejemos de ser noticia. Parece una perogrullada. Fue la primera respuesta de la capitán Gallego a la invitación de participar en este reportaje. “Hay muchos compañeros de los que no se habla, que realizan misiones que merecerían atención y titulares. Que hacen lo mismo que yo. O más”, declara esta piloto del Bhelma IV (batallón de helicópteros de maniobra número 4) de la base militar de El Copero, en Sevilla.

Esta joven, nacida en la Línea de la Concepción hace 32 años, fue la primera mujer en dirigir una unidad de vuelo del destacamento de helicópteros del Ejército de Tierra español en una zona de operaciones, en concreto, en Afganistán, en noviembre del año pasado. Forma parte del escaso 5,6 % de mujeres oficiales que integran las Fuerzas Armadas (FAS) de España. De hecho, en el ministerio al que se acaba de incorporar Carme Chacón, que cuenta con 15.456 féminas entre sus filas, el empleo más alto al que han llegado las mujeres en la jerarquía militar es el de comandante. Hoy suman 148. La primera de ellas que ascienda a teniente coronel lo hará en torno a 2010, y habrá que esperar al menos hasta 2018 para saber el nombre de la primera general, que, casi con seguridad, pertenecerá a los Cuerpos comunes –sanidad, intervención y jurídico–, donde la promoción es más rápida que en el Cuerpo general.

Precisamente, que la nueva titular de Defensa sea mujer y acceda al cargo en avanzado estado de gestación ha dado que hablar entre oficiales y tropa, con división de opiniones. “Estoy encantada. Es necesario impulsar la figura de la mujer dentro de las FAS y que se vea con normalidad su incorporación a diferentes áreas. Ayudará a la conciliación familiar”, opina María Victoria Álvarez Medel, teniente de navío de la fragata Reina Sofía, madre de tres hijos de entre cinco años y nueve meses de edad y la segunda mujer con el cargo más alto dentro de la Armada. Sin embargo, poner el acento en que una embarazada visite las tropas desplegadas en Afganistán le parece “contradictorio” a la sargento Molina, de la unidad GRULI (Grupo de Localización en Información) del MACTAE (Mando de Artillería Costa del Estrecho) del Ejército de Tierra. “En los medios, se ha insistido en que le ha acompañado un equipo de ginecólogos, que si el feto corría riesgos... Pero nada, o muy poco, se ha dicho sobre las necesidades de los soldados desplegados o qué labor están haciendo allí los compañeros”, dice esta hija y nieta de militares. “A veces, somos nosotras las que nos ponemos nuestros propios topes”, sentencia.

El peso de la lógica recae sobre estas palabras que suscriben la mayoría de mujeres militares con las que ha contactado RdA. Lejos de colgarse galones por el hecho de estar inmersas en un mundo mayoritariamente masculino –hay una mujer por cada ocho hombres–, estas militares, madres muchas de ellas, defienden que su trabajo se “hace por vocación y con la más absoluta normalidad”.

Madres en el Ejército

El artículo XIV de las Reales Ordenanzas de Carlos III, un conjunto de normas de actuación de los Ejércitos que sirven, desde hace dos siglos, como guía permanente para el desarrollo ejemplarizante del trabajo militar, dice textualmente: “La justicia debe imperar en los Ejércitos de tal modo que nadie tenga nada que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad”.

Patricia Ortega, la primera mujer que ingresó en el Ejército en 1988, recurre a esta cita cuando le preguntan sobre la integración de la mujer en las FAS. Hoy, es comandante del Cuerpo de Ingenieros Politécnicos de la Dirección General de Infraestructuras del Ministerio de Defensa. Cuando España abrió la puerta para que la mujer entrara en uno de los sistemas organizativos más tradicionales de cuantos existen el único destino que tenía era el de los Cuerpos Comunes, que hoy cuenta con 629 mujeres. Hasta 1999 no hubo mujeres en los cuerpos de combate.

La comandante Ortega abrió el camino de, por ejemplo, la teniente enfermera García, destinada en el Regimiento de Artillería número 74 de San Roque, de 38 años y ocho como teniente en el Ejército. Esta hija de padre militar, químico artificiero en Cádiz, la única de cuatro hermanos que ha seguido los pasos paternos, pertenece a la quinta promoción en la que hubo presencia de mujeres. Después de años en diferentes destinos como enfermera, encargada entre otras tareas del control de las bajas, sostiene convencida que, en el día a día, “los militares son personas iguales y corrientes, con heridas típicas, esguinces, resfriados... pero no especialmente quejicas”. Madre de dos pequeños y con su marido, capitán médico en San Fernando, reconoce que la estabilidad laboral que da el Ejército y la posibilidad de acogerse a la reducción de jornada le facilitan la vida familiar “aunque en esto implica estar disponible para un cambio de destino o una misión que te mantenga lejos de la familia unos meses”. Como en la que participó en Bosnia, en 1997, como voluntaria del EMAT (Escalón Médico Avanzado del Ejército de Tierra), “sin niños las cosas eran más fáciles”, dice.

Una de sus compañeras de esta unidad enclavada frente al Peñón de Gibraltar es la sargento Casado, que acaba de incorporarse a su puesto tras el permiso de maternidad. “Siempre voy a vender bien el Ejército porque aparte del trabajo diario tiene muchas ventajas: haces deporte, sales en misiones, te puedes sacar diferentes carnés de vehículos y, a estas alturas, no hay diferencias entre hombre y mujer”, enumera esta joven de 33 años, casada con el sargento Montero y encargada de la instrucción de la tropa en lo referente a artillería. “El único vínculo que tenía con el Ejército es que nací en el hospital militar de Valladolid, donde mi padre era jefe de obra. Pero desde los catorce años ya tenía claro que me quería dedicar a esto”, comenta esta chica que cuando se quita el uniforme de camuflaje es simplemente Isabel. Tras estudiar la especialización de Artillería Antiaérea y Costa en Segovia la destinaron al I Grupo del Regimiento de Artillería de San Roque, que, entre otras misiones, ha participado en la recuperación de la isla de Perejil o proporcionando dispositivos de seguridad para distintas cumbres internacionales celebradas en España. Entonces era la primera mujer mando (de suboficial) de esta unidad. En su hoja de servicios, una misión en Bosnia de la que destaca “los conocimientos de munición” que adquirió que adquirió en la base española en Mostar, ciudad símbolo de la guerra civil que cubrió de sangre la mayor parte de los Balcanes.

Como la sargento Casado, también es madre de una niña la sargento Molina, de 32 años y desde los 18 en la vida militar. Reconoce que “conciliar la vida familiar en la actividad civil debe ser más duro, supongo que ponen más trabas para la promoción. En el Ejército, el tope que pueda haber no creo que sea por la institución en sí sino, en ocasiones, por la decisión de un mando directo”.

Encargada de la habilitación de su unidad, que incluye la gestión económica de dietas y la tramitación de instancias, Adoración Molina realiza su trabajo con la diligencia que exige el gran aparato burocrático que es el Ejército. “Aunque sea echar tierra sobre mi propio tejado, la sargento Molina hace su trabajo mejor que un hombre”, sentencia el brigada Sepúlveda, suboficial de esta unidad enclavada en la zona de La Alcaidesa, en el campo de Gibraltar, un lugar estratégico para la vigilancia del Estrecho, rodeado de vegetación por un lado y de la amenaza del binomio urbanización más campo de golf por el otro. Sobre el nombramiento de la ministra Chacón al frente de Defensa, Molina asegura que, después de 20 años, “en cualquier puesto, desde el más operativo al más burocrático, la mujer está plenamente integrada”.

Desconocimiento civil

Integrada y como en casa. Así es como se siente la sargento Laura Falcón en la base militar Álvarez de Sotomayor de Viator en Almería, cabeza de la Brigada de la Legión española. “Cuando llevas un tiempo, no te quieres ir. He tenido la oportunidad de quedarme en Pamplona junto a mi marido que es Guardia Civil y he preferido volver a Viator, aunque tenga que apañármelas sola con mi niña”, dice esta dama legionaria nacida en Zaragoza que para el año que viene llevará a su hija a la guardería de la base. Hace unos años nadie hubiera imaginado que en el Tercio se hablaría de conciliación y hubiera sitio para un jardín de infancia. Todo cambia y la imagen rancia de los novios de la muerte ha dejado paso a un Cuerpo donde la mujer está presente en primera línea.

La teniente Gómez pertenece al Grupo Logístico y es una de las tres únicas mujeres oficiales de la base. Hija de un legionario del Sahara, María Dolores iba para azafata de vuelo pero su pasión por este legendario cuerpo militar le hizo reorientar su vida. Hace ya catorce años de aquello. Por el camino, una vida itinerante y dos misiones internacionales: una en Kosovo, en 2002-03, y la última en el Líbano, en 2006-07. Esta última “fue dura porque la Legión española fue la que abrió la misión allí y prácticamente hubo que empezar desde cero en un lodazal”, recuerda. La teniente Gómez iba como agregada en el Cuartel General ya que su dominio del inglés, francés y alemán la convertían en intermediaria valiosa para las relaciones con otras bases de la ONU. “Es muy bonito participar en misiones de paz, en la que las fuerzas españolas intermedian en zonas de conflicto y ayudan a reconstruir el país. Es en este tipo de trabajos cuando el militar se siente realizado como tal”, dice esta teniente.

Una de las quejas que, con frecuencia, se les escucha a los militares es que la sociedad civil desconoce la labor de las FAS. “La gente idealiza al Ejército y profundiza poco en su labor. No sabe cuáles son las zonas en las que estamos desplegados, ni por qué ni qué hacemos...” dice la capitán Gallego, “en zona de operaciones he hecho de todo, desde llevar tropas a alguna zona interesante, a abastecer de comida y municiones, hacer evacuaciones de emergencia o tirar panfletos de apoyo psicológico a las tropas”, enumera mientras recorre con la mirada el complejo panel de control de la cabina del Superpuma Corzo 03, uno de los trece helicópteros de la base de El Copero, en Sevilla. Dentro huele a aceite y combustible. Ella dice que no lo nota, que ya “está hecha”. Esta joven menuda, de complexión atlética y cara traviesa es una de las tres pilotos con las que cuenta Famet (Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra). Desde que tomó por primera vez el mando de un aparato que pesa unos cinco mil kilos han pasado ya ocho años y unas mil horas de vuelo. “En la empresa civil, se rifan a cualquier piloto que tenga tantas horas y que además tenga hechos cursos de vuelo táctico, de visión nocturna... Pero a mí me gusta mucho lo que hago. Me siento muy afortunada. Disfruto de cada vuelo. Desde arriba, me doy cuenta de la suerte que tengo de ser española. Se ve mucha pobreza cuando está fuera”, dice.

Desde que ascendió a capitán, Gala Gallego no ha parado de salir a zonas de operaciones como Bosnia y dos veces a Afganistán o a realizar maniobras internacionales con fuerzas de la OTAN por distintas zonas del espacio aéreo europeo. “A mí me va la marcha”, reconoce entre risas esta chica a la que le encantaba ver de pequeña el aterrizaje de los aviones de la Royal Air Force (RAF) en el aeropuerto de Gibraltar.

Algunos militares veteranos con los que ha hablado RdA aseguran que la presencia de la mujer en los mandos del Ejército ha aportado “frescura” a la vida en la institución si restar un ápice de disciplina. La capitán Gallego es fiel reflejo de ambas cosas: derrocha simpatía entre oficiales y tropa, habla con pasión de su trabajo y sólo con disciplina y decisión se llega a ser jefe de unidad en zonas de conflicto. Otra cosa es la Gala que queda en casa. “Me tienes que ver con la flor y mi traje de gitana el domingo rociero de la feria de La Línea”, dice con coquetería. “¡Ah! Me encantan las motos. Tengo una Ducatti roja”, detalla. Ésa es Gala , no la capitán Gallego.

En casa, los hijos de María Victoria Álvarez Medel, de 35 años, saben que su madre es marino. Por dos razones: porque su madre ha dado charlas en su colegio explicando la labor de las FAS y porque al menos una vez al año pasa hasta cinco meses embarcada y lejos de los suyos. “Es duro, se echa de menos a la familia, pero en altamar queda poco tiempo libre para pensar”, reconoce esta madrileña criada en El Puerto de Santa María, pionera en su familia en la carrera militar. Como mucha de sus compañeras, está casada con un marino. O como dice ella, “a veces coincido” con él, que ahora está embarcado en Canarias. “Cuando se dice que hay quince mil y pico mujeres en el Ejército hay que diferenciar. Lo que hay es mucha tropa. Al menos, en la Armada las cosas no han cambiado mucho desde que yo entré hace quince años”, se queja. Ella es una de las cinco únicas oficiales de la Armada. A bordo de la fragata Reina Sofía, que desde hace meses está en fase de remodernización en los astilleros de Navantia en Cádiz, se encarga de dirigir las tareas de comunicación, puente y maniobra. Con una hoja de servicios con numerosas maniobras de la ONU y la OTAN, además de misiones en la Antártida y Kosovo, cree que el hecho de ser madre de tres niños, con sus consiguientes bajas por maternidad, está frenando un poco su carrera. “Según la ley de prevención de riesgos laborales no puedo estar embarcada estando embarazada, y, claro, eso aparece en mis informes. La Armada aún no está preparada para la incorporación de la mujer”, declara. Pese a reconocer que lleva una vida dura, le merece la pena esta vida. “Siempre me atrajo. Es lo que yo he querido”, resume.

A las primeras convocatorias de las FAS abiertas para la mujer se presentaron 31 candidatas. Sólo seis lograron ingresar. Hoy son ya 15.456 y representan algo más del 12% ciento de los efectivos militares, un dos por ciento por encima de la media europea. Ellas desempeñan su trabajo con naturalidad, con la misma con que Carme Chacón mandó cuadrarse a la infantería en su primer acto como ministra de Defensa.

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