Prehistoria

El poder de la tierra

  • El andaluz paleolítico cazaba en grupo y distribuía los bienes en igualdad. Los Millares (Almería) fue el primer ejemplo de urbe con grupos dominantes. Los expertos debaten si Tartessos tuvo unidad política

El primer andaluz fue un carroñero. No es ésta una afirmación peyorativa, sino un simple ejercicio descriptivo. Hace más de un millón de años un homínido antecedente del Neardental trabajaba la piedra para afilarla y así poder rasgar la carne de los grandes mamíferos muertos que encontraba. Competía, en esa guerra por los despojos, con hienas gigantes, en una sabana poblada de elefantes, antílopes y leones. Todos convivían en el entorno de lo que entonces era un gran lago. Un territorio que hoy se corresponde con los alrededores del municipio granadino de Orce.

Aunque no se ha documentado científicamente la existencia de restos humanos, el hallazgo de sílex tallados indica que estos homínidos habitaron la depresión de Guadix-Baza, la terraza del Guadalquivir (entre Carmona y Sevilla) y las playas del litoral atlántico. Andalucía, durante la época de las grandes glaciaciones, fue una de las zonas más habitadas de Europa. “Mientras el continente sufría condiciones extremas, aquí, con etapas intermedias de mayor glaciación, el agua fluía, abundaban los bosques y los olivos silvestres y había herbívoros parecidos a los de ahora. No hubo ni mamuts ni renos”, afirma José Ramos, profesor de Prehistoria en la Universidad de Cádiz.

Poco se sabe de cómo se organizaba aquel primer carroñero de Orce. El hallazgo en Damanisi (Georgia) de homínidos sin dientes de una antigüedad superior a un millón quinientos mil años es un dato revelador. Éste era un individuo que necesitaba ayuda para comer. Esto significa que había solidaridad de grupo, afecto, cariño. El descubrimiento de huesos fracturados ratifica esta tesis: un impedido también tenía derecho a comer. A pertenecer al grupo.

El hombre andaluz evoluciona hacia la caza. En 200.000 años atrás está fechada la presencia más antigua del Neardental, especializado en la captura de grandes mamíferos. “En ese momento no hay relaciones de poder. Son bandas de cazadores, y claro que debía de existir una jerarquía, pero como en un enjambre de abejas”, afirma Jaime Alvar, un granadino que es catedrático de Historia Antigua de la Universidad Carlos III y que escribió los cinco primeros capítulos de la serie Memoria de España de TVE.

La antropología comparada defiende una especie de comunismo en el que se reparte el alimento por igual. Una investigación publicada el año pasado en la revista Journal of Human Evolution demostró, a través del estudio de los isótopos hallados en restos africanos, que hombres y mujeres consumían el mismo número de proteínas.

Algunos autores sostienen que la mujer se ocupaba de la caza al mismo nivel que el hombre. “El antropólogo Alain Testart dice que participaban siempre, excepto en época de menstruación. No se quería mezclar su sangre con la de los animales, lo cual revela una cierta ideología”, apunta José Ramos.

También es posible que hubiera una mínima división del trabajo. “Entre los bosquímanos de África el peso de la mujer es fundamental. El setenta por ciento del alimento es vegetal, y esa es una función femenina. Con la caza se pueden dar el banquete, pero no es más del treinta por ciento de la dieta”. Quien dice esto es Paul Palmqvist, profesor de Paleontología de la Universidad de Málaga e investigador de las excavaciones de Orce. “La única razón por la que aquí, en Andalucía, no se han encontrado restos humanos, a diferencia de Atapuerca, es que éste es un entorno kárstico y eso hace que se acumulen sedimentos. Habría que encontrar 50.000 fósiles antes de hallar algún ejemplar”.

El cambio climático de la prehistoria favoreció a otro homínido que llegó a Andalucía hace 40.000 años, el Homo Sapiens. El fin de la glaciación arrinconó o extinguió a los grandes mamíferos, sustento principal del Neardental. Estos no tenían la versatilidad necesaria para cazar especies más pequeñas y desaparecieron sobre el 10.000.

La evolución conduce al neolítico. Al control de las especies vegetales. A la domesticación del perro y de la cabra, y al intento fallido con el antílope. Al invento, fundamental, de la cerámica, el primer elemento usado en la historia para almacenar alimentos. Por primera vez hay excedentes de producción, lo cual es igual a poder. El origen de los jefes tribales o aristocracias primitivas parece estar ahí.

En la desembocadura del río Andarax, Los Millares, en Almería, representa la culminación del proceso. De pequeñas aldeas donde no se aprecian apenas signos de diferenciación social se pasa a la primera gran aglomeración urbana en la península ibérica. En su apogeo, Los Millares llegó a tener 2.000 habitantes.

Durante un milenio, del 3.400 al 2.200 antes de Cristo, “articula en torno a ella gran parte de las provincias de Granada y Almería”, afirma Francisco Contreras, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Granada. “Se han constatado relaciones con la Baja Andalucía e incluso con el estuario del Tajo. Aún no tienen escritura, pero sí un arte esquemático y, en cuanto a creencias, son animistas.

Adoran al sol y la luna y rinden culto a la fertilidad, ya que la mayoría son campesinos”, asegura Contreras, quien, respecto a la organización social, se muestra más cauto. “Lo que está claro es que el estatus se transmitía por herencia, y en ella participaban las mujeres y los niños. Los enterramientos son familiares, lo cual da la idea de que hay clanes, y en ellos también hay mujeres. No hay discriminación en ese aspecto. Incluso hay autores que plantean que en los casamientos eran ellas las que mantenían la residencia”. Por la riqueza de los ajuares se puede saber qué familias eran las dominantes. Contreras supone que un grupo de varios clanes organizaba la vida del pueblo.

Ya hay jerarquía incluso entre ciudades, como demuestran las tres líneas de muralla de Los Millares. La fortificación tenía una significación defensiva, pero también simbólica. Y contribuyó, en este caso, a la pervivencia de la urbe mil años. Después, por causas aún por definir, la población buscó las terrazas de los cerros como hábitat y se fue desarrollando una nueva cultura, la del Argar, que tiene su momento en torno a 1.400 antes de Cristo y que cuyo principal rasgo evolutivo es la producción de metales como el bronce.

Los recursos naturales van a trasladar el centro de poder de Oriente a Occidente. El Valle del Guadalquivir estaba, por esas fechas, mucho menos desarrollado que Almería y Granada, pero la llegada de los fenicios lo cambiará todo. Atraídos por las minas de plata de la provincia de Huelva, van a dinamizar la zona. Hay otro motivo, según Contreras. “En el Argar no hay estaño, con lo cual el bronce que se obtiene es como un cobre arsenicado. En la parte occidental sí lo hay”.

Según la tesis de Alvar, fueron aristocracias de comerciantes fenicias las que fundaron colonias como Málaga o Cádiz, se supone que entre los siglos X y VI antes de Cristo. “Para hacer un símil que se entienda, aquello era como en las películas del Oeste: llegan los extranjeros y ofrecen joyas, marfiles y otros elementos a cambio de materias primas”.

Los jefes tribales no eran ni mucho menos tontos, ni la población autóctona tampoco. Poco a poco, ésta fue asimilando la cultura oriental, que, mezclada con las tradiciones de la zona, dio lugar a algo nuevo: Herodoto lo llamó Tartessos. Poco se sabe de cómo se organizaba aquello, ni de quién detentaba el poder.

Los historiadores se dividen en dos corrientes: los que sostienen que en una determinada etapa (entre el VI y el IV antes de Cristo) hubo un poder centralizado y los que creen que lo que había eran ciudades independientes que mantenían relaciones, sin que ello signifique unidad política.

La primera tesis se apoya, entre otras cosas, en los textos del historiador griego Herodoto, quien relata cómo Argantonio, rey de Tartessos, ofreció a los focenses [oriundos de una provincia griega] tierras y riqueza para que se quedaran en su dominio. Que Argantonio existió nadie lo pone en duda. Lo que está por dilucidar es el alcance de su poder. “Si las tumbas que se descubrieron en la necrópolis de la Joya, en Huelva, se hubieran hallado en Chipre nadie hubiera dudado de su carácter principesco”, dice Alvar.

La riqueza de algunos ajuares, y el propio tesoro del Carambolo hallado en Camas (Sevilla), revelan la existencia de aristocracias, agrupadas por parentesco y que se distinguían por su etnonímico.

“Para hablar de una organización compleja tiene que haber varios elementos, desde un punto de vista arqueológico: zonas diferenciadas para el culto, para la producción, para el almacenamiento y también algo que indique que alguien controlaba la producción y la distribución”, afirma María Luisa de la Bandera, profesora de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla.

En Tartessos no hay testimonios escritos de esto último ni tampoco sellos. Lo que más se acerca es una mancha quemada en una taba, un hueso del cerdo, “que quizás se usaba en Montemolín (Badajoz) para la distribución de la carne”.

El agotamiento de las minas y la decadencia fenicia condujo al fin de Tartessos, que desembocó en la cultura de los turdetanos. Éstos se organizaban en oppidum, una ciudad dominada generalmente por un príncipe local y con un ámbito de influencia territorial.

Antes de que llegaran cartagineses y romanos para dilucidar aquí sus guerras púnicas, también poblaban Andalucía los libiofenicios, procedentes del norte de África; los oretanos, que cubren Jaén; y los bastetanos, que ocupan parte de Málaga, Granada y Almería. “Cuando llega Roma cada ciudad reacciona de una forma, según le conviniera o no a cada jefe local. Algunas son destruidas y otras romanizadas”, asegura Andrés Adroher, profesor de Prehistoria de la Universidad de Granada. Los romanos recogieron los despojos de ese fragmentado universo y le dieron cierta unidad. Pero esa ya es otra historia.

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