OPINIÓN. AUTOPISTA 61

El trabajo más duro

Si me preguntan cuál es el trabajo más difícil que existe, el más duro, el más sacrificado, no dudaría en citar el de cuidador de ancianos. Podemos imaginar centenares de trabajos mucho más peligrosos y más extenuantes –el de minero, o el de trabajador agrícola en un invernadero, o el de policía especializado en desactivar explosivos-, pero estos trabajos tienen la ventaja de que se hacen en grupo y exigen un esfuerzo físico y al menos permiten cierta clase de comunicación con los demás. En cambio, el trabajo de cuidar a una persona mayor o impedida –como ha previsto muy bien ha la Ley de Dependencia– exige una capacidad casi sobrehumana de resistencia a la soledad y al desánimo. Uno no se mueve, no va a ningún sitio ni hace nada que no sea repetir la misma rutina asfixiante durante días y días. Por eso no hay nada más difícil que encarar una larga jornada de ocho o más horas –quizá hasta quince– en compañía de un anciano casi incapaz de moverse, pero que aun así llora, come, sorbe mocos y se hace caca igual que un niño, sólo que un niño sonríe y es capaz de alegrarte la vida, mientras que un anciano no suele sonreír ni alegrarte la vida (reconozco que hay excepciones), sino más bien todo lo contrario. Y no digamos ya si ese anciano padece Alzheimer o alguna clase de minusvalía física. Sólo se me ocurre un trabajo igual de difícil: cuidar enfermos mentales en un hospital psiquiátrico y convivir con sus gritos y sus gestos y sus miradas en un pasillo pintado de verde biliar.

Eso explica que cada vez haya menos personas dispuestas a hacer un trabajo así. En el medio laboral de los cuidadores de personas mayores no hay desempleo, sino una acuciante falta de personal especializado. Cuidar a un anciano exige respeto, paciencia y una capacidad de afecto y de sacrificio que ya es muy difícil encontrar entre nosotros. Las culturas antiguas respetaban a los ancianos porque los consideraban los depositarios del saber y de la tradición. Nuestra cultura sólo los considera un engorro que cuesta mucho en términos de dinero y de tiempo, los dos únicos dioses que dominan la vida de nuestra época.

Cuando leo que a menudo sólo los inmigrantes aceptan hacer este trabajo, me pregunto por qué hay gente que se empeña en criminalizar a los inmigrantes por todas las cosas malas que pasan. Pienso en los inmigrantes que cuidan a las personas mayores y las sacan a pasear y les dan de comer, y me pregunto si yo sería capaz de hacer algo así, sabiendo muy bien que no. Benditos sean.

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