Salud y Bienestar

Alfabetización en salud

  • El conocimiento de la población sobre su propia salud es esencial. La Universidad de Pacientes cree que ahora "lo tienen más quienes menos lo necesitan" y el reto es extenderla a colectivos más vulnerables.

La alfabetización en salud es muy rentable humana y sanitariamente, porque "aumenta la autoestima, reduce las visitas a la consulta y permite que los profesionales se dediquen a los casos más serios". Así lo subrayó Albert Jovell, director de la Universidad de los Pacientes (UP), durante un Seminario Internacional sobre el tema celebrado en Toledo, donde insistió en que ese "concepto sencillo pero revolucionario" pretende que "el paciente deje de ser pasivo" para aumentar su autocontrol, mejorar los resultados terapéuticos y liberar espacio asistencial, lo que se traduce en "defensa de un sistema sanitario que sigue siendo de mucha calidad". El problema, y el gran reto, alertó, es que "quienes tienen más alfabetización en salud son quienes menos la necesitan".

Esta paradoja recorre el primer estudio sobre Alfabetización en salud de la población española, realizado por la UP y presentado en el encuentro toledano, que sitúa en el 41% la gente que busca habitualmente información sanitaria. Su perfil es mayoritariamente femenino, de edad media (35-49 años) y con niveles altos de educación e ingresos. Y a estos rasgos se suman otros dos de cierta necesidad en ese ámbito, ya que superan la media quienes definen su propia salud como mala o muy mala o que han tenido alguna discapacidad o enfermedad en el último año. El problema, otra vez, es que los colectivos más vulnerables -personas mayores, con peor formación o con menos capacidad económica- son los que menos aprovechan tal información.

La alfabetización en salud, que traduce el concepto en inglés health literacy, marca el grado de conocimientos, competencias y habilidades sanitarias de la ciudadanía. Y, como remarcó Jovell en Toledo, cuando esa 'sabiduría sanitaria' popular es "deficiente, cuesta dinero" en hospitalizaciones, visitas a Urgencias o más consultas. Por no hablar de la importancia de un paciente formado e informado que sabe utilizar los siempre escasos servicios de salud o, antes, de una población concienciada de su propio papel en la prevención de enfermedades. Como dijo en el encuentro Begoña Barragán, presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac), está más que demostrado que "los programas de autocuidado son coste-efectivos".

Más allá de sus numerosos datos, que aportan un primer mapa de la sabiduría sanitaria ciudadana, el estudio está lleno de paradojas, que dejan a medio camino los claros avances en competencias y habilidades en salud. Pero la tendencia de progreso es evidente y, como dijo Jovell, el empoderamiento y participación de las organizaciones de pacientes colocan a la sanidad ante el "cambio social más importante de su historia". Un reto al que llega con la ventaja del aval ciudadano, porque, como explicó Sergi Blancafort, responsable de Formación de la Universidad de los Pacientes, desde 2006 ha aumentado la confianza en las profesiones sanitarias (que supera a la del profesorado y deja a años luz a abogados, periodistas, economistas y políticos) y en las instituciones sanitarias, cuya mejora contrasta con el descenso de las instituciones políticas y las aseguradoras privadas de salud.

De hecho, como señaló Laura Fernández, responsable de Planificación y Proyectos de la Universidad de los Pacientes, la población española confía en la información que recibe del personal médico, de enfermería y de farmacia ("buena o muy buena" para el 80%), muy por encima de Internet (32%), la televisión (30%) y las 'desconocidas' asociaciones de pacientes (el 58% ni siquiera está en condiciones de evaluar la información que ofrecen). Eso no quita para que el 97% avale que "el estado de salud depende de la habilidad para autocuidarse", aunque tal muestra de autonomía queda matizada por el 85% que reconoce que "dejo que sea el médico el que tome las decisiones más adecuadas para mi salud"; en este aspecto destacan las personas mayores de 64 años, las de menor formación y las de menos ingresos. Como apuntó Jovell, "la mayoría de pacientes todavía quieren un médico paternalista".

Pero tampoco faltan las paradojas en esa aparente confianza en el consejo médico, toda vez que un 50% recurre a la automedicación si no se encuentra bien y que un 45% prefiere autocuidarse antes que acudir a la consulta. Aunque quizás esto tenga algo que ver con un dato curioso del estudio, donde superan el 35% quienes han salido de la visita médica con la sensación de que "el profesional no les ha escuchado". Y aunque el 95% asegura haber "entendido todo lo que le dijeron" doctor y enfermera en su última consulta, un 60% admite recurrir al farmacéutico para resolver dudas pendientes. Otra paradoja.

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