Directora de la Unidad Clínica de Neurociencias del H. U. Virgen del Rocío

El ictus, más vale prevenir

  • La consecuencia de este envejecimiento para la asistencia sanitaria es un importante incremento de determinadas patologías, entre ellas, la enfermedad vascular cerebral.

El envejecimiento de la población es especialmente relevante en nuestro país, donde el porcentaje de personas mayores de 65 años alcanzará el 20% para el año 2020.

La consecuencia de este envejecimiento para la asistencia sanitaria es un importante incremento de determinadas patologías, entre ellas, la enfermedad vascular cerebral.

Esta enfermedad, como es conocido, constituye la segunda causa de muerte y la primera causa de incapacidad en los países desarrollados. La incidencia entre 150 a 200 casos por 100.000 habitantes y la prevalencia asciende entre 500 y 600 casos por 100.000 habitantes. A estos datos hay que añadir la tremenda incapacidad de los pacientes que sobreviven a un ictus. Se calcula que dos tercios de los pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular y han sobrevivido, tiene secuelas. Por otra parte, un elevado número de pacientes (hasta 40 o el 50%) han tenido a los cinco años un nuevo ictus.

En los últimos años hemos asistido a importantes avances tanto en el terreno del tratamiento de los pacientes como en la prevención de los ictus.

Si bien existen tratamientos revolucionarios en fase aguda, la prevención ha demostrado ser la medida más efectiva. Así, la identificación y tratamiento de los factores que causan o predisponen a la aparición de ictus es una tarea esencial. Se ha demostrado que la actuación sobre los factores de riesgo vascular es necesaria prácticamente en todos los pacientes y el tratamiento antitrombótico está indicado en la totalidad de ictus isquémicos o ataques isquémicos transitorios.

Los principales factores de riesgo modificables para la aparición de un infarto cerebral son hipertensión, diabetes, dislipemia, tabaquismo, inactividad física, estenosis carotídea y cardiopatías embolígenas, como la fibrilación auricular. En mayor o menor grado, todos ellos se han visto claramente relacionados con la enfermedad cerebrovascular. El tratamiento específico de estos factores de riesgo ha mostrado ser efectiva para disminuir la aparición de ictus. Así podemos destacar el uso de antihipertensivos, el cuidado de la diabetes, el uso de estatinas o la anticoagulación oral en los casos de fibrilación auricular.

Por su parte, los antiagregantes que han demostrado eficacia para disminuir el riesgo de ictus isquémico o accidente isquémico transitorio son ácido acetilsalicílico, clopidogrel y trifusal. Todos ellos están incluidos en las guías nacionales e internacionales y son de primera elección en estos pacientes.

Para concluir, podríamos señalar que el número global de ictus muy probablemente no descienda debido al envejecimiento de la población. Considerando que las medidas de prevención son infrautilizadas, tendremos que recordar la importancia de utilizar de forma juiciosa y responsable todas aquellas que son necesarias, eficaces y seguras.

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