Manuel Pérez

Presidente del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla

Coraje para hacer cambios

Con motivo del Día Mundial del Farmacéutico, celebrado el pasado día 25 de septiembre, el presidente de los boticarios de Sevilla analiza el desafío y las nuevas oportunidades que ha propiciado el hacer frente al Covid-19

En los días de confinamiento estricto, las farmacias mantuvieron sus puertas abiertas y su luz verde encendida.

En los días de confinamiento estricto, las farmacias mantuvieron sus puertas abiertas y su luz verde encendida. / Eduardo Parra / Europa Press

La celebración del Día Mundial del Farmacéutico nos llega cuando falta algo menos de un año para que Sevilla acoja el 22 Congreso Mundial de Farmacia, dos veces aplazado por la pandemia y organizado por la Federación Internacional Farmacéutica y el Consejo General de Colegios Farmacéuticos de España. Y nos llega, por otro lado, un año y medio después del comienzo de esta gran crisis, que tanto dolor ha causado en toda la sociedad y tantas lecciones útiles nos puede dejar, si somos capaces de entenderlas y sobre todo si tenemos el coraje y la valentía suficiente para acometer cambios estructurales que sirvan para reforzar nuestro sistema sanitario.

Para los farmacéuticos, este ha sido un año y medio duro. Especialmente en los momentos del confinamiento, cuando la Farmacia, tras la declaración del Estado de Alarma, fue considerada servicio esencial y los farmacéuticos, sin medios de protección de ningún tipo en un primer momento, arriesgando su salud, fueron todos los días a trabajar, demostrando lo que son: profesionales sanitarios en pie de igualdad con el resto de profesionales del sistema sanitario absolutamente comprometidos con la salud de los ciudadanos. Como aún hoy nos recuerdan muchos pacientes, las puertas de las farmacias eran las únicas que permanecían abiertas y nuestra cruz verde lo único que permanecía encendido en unos momentos en los que todo alrededor estaba cerrado, vacío, y solo había oscuridad.

Siempre en primera línea, entonces y ahora, cuando gracias a la vacunación parece que vemos la luz al fial del túnel, en estos 18 meses los farmacéuticos hemos sufrido, sí, pero tenemos hoy una doble satisfacción: por un lado, la de haber podido y sabido prestar, en condiciones excepcionales, el servicio sanitario que prestamos en condiciones ordinarias, garantizando la dispensación de un bien tan esencial como es el medicamento, especialmente a los más vulnerables. Por otro, la de ir más allá de esa función esencial, asumiendo más que nunca el rol de primer eslabón del sistema sanitario, colaborando con Atención Primera y Hospitalaria para frenar el impacto de la pandemia en las personas mayores y con patologías crónicas.

Convencidos de que podemos tener un papel activo y reforzar nuestra integración con el resto de niveles del sistema sanitario, desde el primer momento nos pusimos a disposición de las autoridades para lo que hiciera falta. Ese deseo de colaboración fue bien recibido y cuajaron acuerdos que probablemente hubieran sido impensables sin pandemia de por medio, como la renovación automática de tratamientos a pacientes crónicos en situación de fragilidad o que pudiésemos entregar a los pacientes tratamientos hospitalarios. Lamentablemente cuando la presión menguó, otros acuerdos que hubieran hecho las cosas más fáciles a los pacientes no cuajaron, y por ejemplo hoy los farmacéuticos, en materia de prevención, detección y control de la enfermedad, estamos autorizados a dispensar los test de autodiagnóstico Covid, pero nada más, cuando, por nuestra capacitación y experiencia, podríamos tener una contribución más decisiva e integrada en el sistema.

En este Día Mundial del Farmacéutico nos sentimos satisfechos pero, al mismo tiempo, retados, expectantes e impacientes. Satisfechos por la aportación de la farmacia, por el compromiso mostrado y también porque se hayan roto algunos incomprensibles techos de cristal que nos impedían aportar mayor valor. Retados, expectantes e impacientes por la convicción de que se podían haber derribado más muros y de que todas las innovaciones ensayadas durante la pandemia deberían incorporarse como reformas estructurales para la mejora de la prestación sanitaria, tanto en Andalucía como en el resto de España.

Pero para eso, como digo, hace falta valor y coraje, y una firme determinación de guiarse por el interés general, sin atender a presiones corporativas. En este Día Mundial del Farmacéutico reclamamos a nuestras autoridades que se atrevan a introducir cambios guiados por el interés general. De lo contrario, la crisis se cerrará sin haber sido capaces de prepararnos mejor para la próxima, coordinando y sacando el máximo provecho a todos y cada uno de los recursos públicos y privados de que dispone el sistema sanitario.

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