La Salud que Viene

Julio Lorca

Director de Desarrollo de Salud Digital en DKV

Tele-UCI o Cuidados Intensivos a distancia

A partir de una experiencia personal, el autor analiza el desarrollo de innovaciones en torno a la Tele–UCI para responder a una pregunta: ¿se podrían haber salvado más vidas?

Una de las iniciativas de referencia en Europa, el Guy’s and Saint Thomas’ Hospitals de Londres.

Una de las iniciativas de referencia en Europa, el Guy’s and Saint Thomas’ Hospitals de Londres. / CARDIN

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Hace unos años viví una experiencia familiar que hoy retoma toda su vigencia. El padre de mi mujer se encontraba ingresado en nuestro hospital comarcal, cuando familiares y médicos decidieron que se debería beneficiar de cuidados intensivos de mayor nivel. Durante el traslado hasta el Hospital de Málaga sufrió una parada cardiaca. Pero no fue eso lo que le mató, fue una bacteria que en ese momento inundaba la UCI del Centro Regional. Lo peor es que se sabía. ¿Podría haber sido de otra manera? El 10 de febrero de 2021 la prensa reflejaba la realidad de la pandemia en España: “Las UCI en riesgo extremo: seis y Melilla superan el 40 % de ocupación con pacientes COVID”. La mayoría de la población ya sabe hoy, que asumiendo las consecuencias inevitables de una epidemia como la actual, el verdadero reto consiste en evitar la concentración de casos en un corto espacio de tiempo, pues la indisponibilidad de Ucis impide su uso ante intervenciones quirúrgicas como las de pacientes con cáncer, conllevando demoras nefastas.

En estas circunstancias, los sanitarios se ven obligados a tomar decisiones muy duras y determinar quién debe tener prioridad. Y eso ha ocurrido en la práctica, cuando se ha descartado a mayores de 80 años graves, ante situaciones límite. ¿Y si esa persona fuese tu padre?

Así, no son sólo pacientes y familiares los afectados. La asunción de esas decisiones, el miedo al contagio o el agotamiento acumulado hace mella indeleble en muchos sanitarios, además de ser víctimas directas de la infección nosocomial. Casi el 5 % de los contagiados por Covid en España son profesionales sanitarios; obviamente, muy por encima de la incidencia en cualquier otro grupo poblacional.

La saturación de las instalaciones sanitarias es inevitable con el actual modelo organizativo, que infravalora la capacidad de la tecnología para ganar flexibilidad ante situaciones de alta labilidad. Todos hemos visto en los medios las colas de ambulancias en Portugal en espera de una cama disponible. ¿Tienen que estar este tipo de camas cualificadas, y sus sanitarios, concentradas en un único lugar?

Hace unos días el Wall Street Journal destacaba la forma en que algunos hospitales americanos decidieron extender, de forma acelerada, un tipo de instalaciones que hasta la fecha tenían un carácter sólo testimonial. Se procedía así a “democratizar” la medicina intensiva a distancia.

Las tele-UCIs, son estaciones clínicas centrales, tipo “control aéreo”, dotadas con médicos intensivistas que se conectan con centros de menor entidad, distribuidos en múltiples dependencias remotas. A pie de las camas periféricas, se sitúan sanitarios de menor cualificación que les ayudan junto a la cama. Esto puede multiplicar exponencialmente la capacidad de toma de decisión útil, y su ejecución por terceros, a cientos de kilómetros de distancia. Suelen incluir cámaras de alta definición que se manipulan para rotar, inclinarse y acercarse mediante zoom que llegan a valorar la dilatación de una pupila o revisar un indicador visual, cuyo parámetro de medición no haya podido aún ser digitalizado.

El resto de las mediciones son recogidas automáticamente y mostradas en cuadros de mando remotos, igual que serían vistos en los monitores a pie de cama. Puede que aún no se pueda ajustar un ventilador directamente (por ahora) pero se pueden dar instrucciones precisas a las tele-enfermeras para que lo hagan. De hecho, en caso de enfermedades infecciosas, muchas de estas intervenciones pueden ahorrar los 15 minutos que se requieren para vestirse un EPI antes de entrar. Así, algunos centros se están dotando de este tipo de instalaciones para ser usadas dentro del propio hospital.

Las intervenciones de tele-UCI se definen así, como “la prestación a distancia de servicios clínicos de cuidados intensivos mediante tecnologías de conferencia y monitorización”. Recientes estudios demuestran  que los programas de Tele-UCI se asocian con reducciones en la mortalidad de las UCI y de su estancia media, así como en la mortalidad hospitalaria general.

El potencial es infinito. Desde el centro de mando de Northwell Health, se comenzó con 130 camas de UCI, (116 de las cuales son pacientes de COVID-19), ubicadas en 23 hospitales diferentes, y que ahora se amplía hasta alcanzar unas 420 camas. Con sede en Syosset, Nueva York, el centro de control emplea a una enfermera por cada 40 camas y un intensivista por cada 200. Puede escalar así su capacidad de forma rápida si se necesitara. En Europa, es una referencia el proyecto del Guy's and St Thomas' Hospitals de Londres. Allí se utiliza una de las soluciones más avanzadas, la de la multinacional Philips, y que podemos ver en la imagen.

La Salud que viene (LSQV), dispondrá de unidades periféricas dotadas de brazos robóticos y cámaras de alta precisión que podrán suplir en la distancia la mayoría de las intervenciones que actualmente se realizan en las UCI, extendiendo además su utilidad a la atención de enfermos crónicos ambulatorios, como veremos más adelante cuando expliquemos los futuros “Centros Sanitarios Esclusa”. La consolidación del 5G, el IoT y la inteligencia artificial, harán que la realidad de la atención intensiva a distancia se torne cotidiana. Podremos así llevar los cuidados de mayor nivel a los sitios más desasistidos y remotos. O, simplemente, evitar situaciones mortales como la que acabó con la vida de mi padre político

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