José Quintero González

“Lo del Puente Zuazo es algo que no pasa en ningún otro país”

  • Es el hombre que mejor conoce el Arsenal de La Carraca. Ha sido profesor en colegios e institutos y concejal en los años 90. Hace una década asumió el reto de coordinar el Bicentenario de Las Cortes

José Quintero González.

José Quintero González. / Sonia Ramos (San Fernando)

Como tantos otros, José Quintero González desembarcó en La Isla para hacer la mili y terminó quedándose para siempre al conocer aquí a la que sería esposa, Amparo. De eso hace ya 43 años. Este onubense nacido en el pueblo de Cartaya –que hoy, ya jubilado, ejerce de abuelo en activo– ha sido suboficial de Infantería de Marina en el Tercio del Sur, profesor en el colegio Raimundo Rivero, director del IES Torre del Tajo de Barbate, concejal del Ayuntamiento durante 8 años, coordinador de la Oficina del Bicentenario de Las Cortes, desde la que se puso en marcha una ambiciosa conmemoración... 

Y es, además, el hombre que más sabe del Arsenal de La Carraca. Su pasión por el mar –y por La Isla, claro– le llevó a adentrarse en su investigación cuando hizo el doctorado. La tesis no solo obtuvo la calificación cum laude sino también el Premio Extraordinario de Doctorado de la UNED. Defensa también distinguió su trabajo con el premio Virgen del Carmen del Instituto de Historia y Cultura Naval. Y le publicó la obra La Carraca: Primer Arsenal Ilustrado de España, que hoy es todo un manual de referencia para cualquiera que se acerque a este histórico recinto de la Armada. Ahora, precisamente, la base naval ha vuelto a cobrar protagonismo con la rehabilitación de enclaves históricos como el Penal de las Cuatro Torres que ha llevado a cabo Navantia para dar alojamiento a los militares saudíes mientras se forman en el manejo de las corbetas que se construyen en La Isla. Está feliz por ello: "Había que recuperarlo", afirma.

Pepe Quintero, que en 2013 recibió también la Medalla de la Ciudad, dice que siempre ha tenido la suerte de tener 'equipo' en todo aquello en lo que se ha embarcado, ya fuera con los proyectos del colegio como docente, como director de instituto, como concejal o como coordinador de la Oficina del Bicentenario. "He tenido la suerte de que la gente se implicara", apunta. Del 2010 –el año del 200 aniversario de Las Cortes de la Isla de León– le quedan muy buenos recuerdos pero también cierto regusto amargo al saber que, pasada una década, el empuje de aquellos años se ha quedado atrás. No señala a nadie, que conste. Sabe de sobra como son las cosas. Pero sigue sin entender por qué en La Isla no se sabe valorar lo mucho y bueno que tiene. "¡Es que lo del Puente Zuazo es algo que no pasa en ningún otro país en todo el mundo! ¡Es increíble!", lamenta al referirse a la icónica obra del Bicentenario que se vio truncada y relegada a un cajón.

Viendo su pasión por La Isla, resulta difícil creer que no sea de aquí...

Pues no... Soy de Cartaya. ¡Aunque llevo aquí 43 años! Llegué el 9 de enero de 1978 para hacer la mili. Era los años de la Transición pura y dura. Acababa de terminar Magisterio y entré como suboficial de complemento en el Tercio del Sur de Infantería de Marina. Y ahí estuve en la Unidad de Intervención Rápida hasta 4 años, porque me fui reenganchando. Son años que recuerdo con mucho cariño.

¿Y qué pasó para que se quedara en La Isla?

Pues pasó que conocí a Amparo, mi mujer. Ella también había estudiado Magisterio y me animó a que la acompañara a las oposiciones. Fui a probar, porque la unidad en la que estaba destinado, que además era compañía de honores, no me dejaba mucho tiempo libre para prepararme y estudiar. Pero pasé el primer examen, luego el segundo y, finalmente, el tercero... Así que aprobé y dejé la Armada.

Y entonces llegó al colegio Raimundo Rivero...

No, en el Raimundo Rivero estuve trabajando muchos años pero mi estreno fue en el colegio de La Ardila. Era el año 1981 y la barriada desde luego no tenía nada que ver con lo que es hoy... Fue muy duro pero no te puedes hacer una idea de lo que aprendí en ese curso. Luego pasé al Reina de la Paz hasta que se creó el Raimundo Rivero –como sabe, antes era un único centro– y allí me fui con Eugenio Baturone de director. Él y su mujer Lola, que también era docente, fallecieron hace unos meses por covid. Lo sentí mucho.

Ya entonces apuntaba maneras. Se embarcó con los alumnos en hacer un cómic de la historia de San Fernando

Fue un proyecto educativo estupendo con niños de sexto curso. Empezamos a trabajar las cosas y la historia de San Fernando, que los alumnos plasmaban luego en un cómic. Hicimos tres. En el primero habría 6 alumnos y, como profesor, estaba yo. Pero al final seríamos 30 y tantos alumnos y 7 u 8 profesores metidos en el proyecto. Siempre he intentado involucrar a la gente y he tenido suerte porque han respondido. Con el cómic, claro, pasaba que no había dinero para publicarlo. Al final remitimos una carta firmada por el director al resto de colegios pidiendo su ayuda y colaboraron todos. El cómic se publicó porque todos colaboraron. 

"Mi pasión por el mar es la que me llevó hasta el Arsenal de La Carraca al abordar la tesis doctoral”

Luego fue concejal en el Ayuntamiento de San Fernando durante 8 años. ¿Qué le llevó a meterse en política?

Es que yo, en realidad, no he entrado nunca en política. Nunca he estado afiliado ni he sido militante... Lo digo con todo mi respetos al Partido Andalucista, que creo que en su momento –con sus aciertos y sus errores– trajo muchísima ilusión a La Isla. Fui concejal durante 8 años –los mandatos de 1991-1995 y 1995-1999– con Antonio Moreno de alcalde. Primero estuve al frente de Bienestar Social y luego de Cultura. Y lo que recuerdo de esos años es que era una época ilusionante. Se hicieron muchísimas cosas: empezamos a eliminar barreras arquitectónicas cuando ni siquiera se hablaba de eso, elaboramos el primer reglamento de participación ciudadana, inauguramos el Museo Histórico Municipal, fue cuando se empezó a trabajar en la rehabilitación del Castillo de San Romualdo, en la del Teatro de las Cortes...

También impulsamos la apertura a la ciudadanía de la Academia de San Romualdo, que luego ha tenido muchísimo recorrido. Estaban ya en marcha los Encuentros de Arqueología, se acababa de fundar la Banda Municipal de Música... En La Isla había una actividad cultural tremenda en esos años. Recuerdo que pusimos en marcha un programa que se llamaba Cultura para todos que iba por los barrios con conferencias y distintas actividades... ¡Y todo se hacía prácticamente sin dinero porque no había un duro! Pero la gente se prestaba a colaborar. Fueron años de dinamismo, apertura, ilusión... Y me siento orgulloso, satisfecho, por haber podido participar y haber contribuido a que todo eso fuera aumentando.

Hay una anécdota que ilustra lo que fueron aquellos años. Hubo una exposición que organizamos con el CEHOPU, el Centro de Estudios Históricos de Obra Públicas y Urbanismo del Ministerio de Fomento, en Bahía Sur. La obra hidráulica en la América española se llamaba. Y, al menos de mi época, fue la que más visitas llegó a registrar: más de 31.000 personas pasaron por allí. El caso es que la montamos en unos locales de Bahía Sur que estaban vacíos y que luego ocupó El Corte Inglés. Pero cuando le digo vacío es que no había absolutamente nada... El local en bruto, el suelo de albero, las paredes de hormigón, el techo de bovedilla vista, sin agua, sin luz... Imagínese. Así que cuando vinieron los responsables del CEHOPU y vieron aquello, en el plan en el que estaba, les dije: vamos a buscar soluciones... Mire, forramos las paredes de rafia negra, pusimos los focos de la Feria para iluminar el local, para el camino de la exposición utilizamos unas alfombras de esparto que en aquellos años se usaban en la Carrera Oficial y el resto se rellenó de piedras blancas que nos prestó una empresa de construcción. ¡Pero no vaya a pensar que aquello era un cutrerío! Para nada. El resultado fue espectacular. Y la exposición, al final, la más visitada.

Ha hablado antes de la apertura de la Academia de San Romualdo

Es que en aquellos años, la Academia no tenía nada que ver con lo que es ahora. Entonces se reunían en la Biblioteca Lobo, sus actividades eran muy restringidas. Recuerdo que conocí a la Academia cuando estaba trabajando con los alumnos del Raimundo Rivero en el proyecto de 'Todo San Fernando' y fuimos a hacerle una entrevista al presidente, entonces Rafael Barceló, a unas oficinas que tenían en la calle Murillo. A mí es algo que me sorprendió mucho, que San Fernando tuviera una institución de ese peso, una Academia, pero que casi nadie la conociera. Luego, cuando ya estaba en el Ayuntamiento vinieron a verme Rafael Barceló y Alberto Orte para pedirnos que colaboráramos en la edición de un libro que querían hacer en homenaje a Servando Camúñez. Ellos eran conscientes de que la Academia tenía que abrirse a la ciudadanía y aquello fue el primer paso. Esa apertura total, desde mi punto de vista, se vio ya en tiempos de Jiménez Villarejo. Con ellos impulsamos también el programa de 'Cultura para todos', que iba recorriendo los barrios. Los hicimos miembros permanentes de la junta rectora de la Fundación de Cultura, se les cedió un espacio en la Casa de la Cultura y se trasladaron al salón de actos de allí sus actividades, lo que permitió también que fuera cada vez más gente. Yo le propuse también el primer Pregón de la Navidad y empezaron también a celebrar el Tríptico de la Cuaresma. 

¿Y su pasión por el Arsenal de La Carraca de dónde le viene?

Bueno, fue mi pasión por el mar la que me llevó a La Carraca. Yo estudie Historia por la UNED y quería hacer la tesis con algo que tuviera relación con el mar. Había pensado en tres cosas: la pesca, los molinos de mareas y el Arsenal de La Carraca. Fue el catedrático Carlos Martínez Shaw, con el que hoy tengo una gran amistad, el que me animó a investigar sobre La Carraca porque era un tema inédito y del que no había nada escrito. Y la verdad es que todo el que empieza a ver un poco la historia de La Carraca se termina enamorando de este Arsenal. Es un compendio de muchas cosas: de la construcción naval, con todo lo que eso implica; y dentro de una organización que era la Armada, que además era puntera... Es además el primer arsenal moderno. Y el más influente: no se hacía nada en La Habana sin que antes no tuviera el visto bueno de La Carraca. Todas las expediciones oficiales que salían de Cádiz se organizaban allí. Y todo eso siendo además el arsenal más austero y el que más problemas tuvo en sus inicios por las dificultades del suelo y los fangos... Cuando empiezas a trabajar con el Arsenal ves el sacrificio enorme que hacían todos ellos en sus inicios y ves la visión del que considero el político por excelencia, que es José Patiño. No deja de admirarme la visión de futuro que tuvo. 

"En realidad, nunca he estado metido en política. Ni he sido militante ni he estado afiliado a un partido”

Ahora se han rehabilitado dependencias históricas como el Penal de las Cuatro Torres gracias al programa de las corbetas para Arabia Saudí que construye Navantia. Supongo que estará satisfecho con el resultado.

Estoy muy, muy contento... Estaba al tanto de los planes por el almirante González-Aller, que es un hombre que ha trabajado muchísimo por La Carraca. Y desde el primer momento me entusiasmó la idea, porque no veía la manera de que hacer algo para evitar que se cayera. Doy unas conferencias en el máster de la UCA de arqueología subacuática y uno de los días llevamos a los alumnos al Arsenal de La Carraca. En las últimas ocasiones en que pudimos visitarlo ni siquiera nos acercamos dado el estado del Penal de las Cuatro Torres, lo vimos de lejos... Había que recuperarlo. 

Fue también el coordinador de la Oficina del Bicentenario. Han pasado ya más de 10 años de todo aquello y hay cosas han caído en el olvido.

Manolo Bernardo, que era el alcalde, estuvo siete meses detrás mía hasta que me convenció. Yo no quería porque por entonces había vuelto a la docencia y era director del instituto Torre del Tajo de Barbate, contaba con un equipo estupendo y estábamos muy implicados en el trabajo del centro. Al final acepté porque era un proyecto apasionante, por lo que significaba para La Isla. Además, Carmen Pedemonte –entonces el PA gobernaba con el PP– me mostró también todo su apoyo, con lo que vi que era una propuesta compartida por todo el gobierno.

Creo que con el Bicentenario se consiguió el reconocimiento de la importancia histórica de La Isla en todos los ámbitos: el institucional, el académico... Era algo que había que hacer ver y se consiguió. Las actividades que se organizaron prácticamente todas se prepararon de la mano de asociaciones y colectivos, implicándolos y haciendo que participaran. Para mí eso fue importante.

Han pasado más de 10 años de eso y me da pena que muchas cosas se hayan olvidado. Lo del Puente Zuazo, en las reuniones de entonces, era algo que estaba hecho. Después se vio que no, claro. Desde luego lo del Puente Zuazo es algo que no pasa en ningún otro país del mundo. No trato de enmendarle la plana a nadie... Para nada. Pero siempre digo que San Fernando es un diamante en bruto que hay que pulir todavía. Y sigo sin explicarme por qué no se le da el valor que tiene a ciertas cosas.

Mire, uno va a París y después de ver la Torre Eiffel lo siguiente que hace es ir a ver Los Inválidos a ver la tumba de Napoleón. Aquí tenemos algo que no es eso pero es similar a otro nivel, el Panteón de Marinos Ilustres. Pero hay gente de La Isla que ni siquiera sabe lo que es... 

Hemos hablado del Puente Zuazo pero en el Bicentenario intentamos también llevar a cabo una ruta -tanto en una embarcación por el caño como a pie- por todos los emplazamientos de las baterías defensivas de la Guerra de la Independencia que se reparten por el municipio. Eso estaba también todo hecho, estaba todo hablado. Teníamos hasta las señalizaciones, el centro de interpretación de la ruta -al aire libre- que se iba a ubicar en La Magdalena, cerca del Puente Zuazo. Pero al final... Tampoco. Justo cuando Tragsa iba empezar los trabajos nos llamaron de Madrid para decir que no se hacía.Con el Teatro de las Cortes había también otro proyecto, con proyecciones y nuevas tecnologías... También todo a punto, pero nada... Lo mismo.   

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