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Entre bambalinas

El aburrimiento cofrade

  • En el tedioso verano, cuando no hay procesiones, la imaginación lleva a fundar nuevos grupos parroquiales mientras las cofradías sufren las consecuencias de la crisis

Los abonados recibirán la devolución de los abonos.

Los abonados recibirán la devolución de los abonos. / J. L. P.

Tras los anuncios de hermandades como la Esclavitud Dolorosa y la Virgen de la Cabeza, que han suspendido ya sus procesiones de septiembre, el punto de atención para reiniciar el curso cofrade se centra en Santa María de la Victoria. La ciudad permanece en silencio procesionista y eso empieza a hacer mella entre quienes gozan cada vez que, antes de doblar una esquina, escuchan de lejos el sonido de los tambores y aprietan el paso para hacerse un hueco en las aceras.

La Saeta está ya leída, los vídeos de reposiciones de la Semana Santa en Youtube se han consumido ya, no tiene mucho sentido mirar el itinerario para ver si este año había algún fallo respecto a lo que sí ocurrió… el tedio empieza a vencer. Y sin Feria el próximo agosto la distracción entre casetas y carricoches, programas de televisión local abanico en mano o tardes por el centro sorteando el detritus (que diría Pablo Bujalance), la imaginación se amodorra. Está agotada. En una siesta, mientras en la 2 se emite el interesante documental Los tejones de la miel, una bombilla sobre las sienes se enciende: ¿Y si creamos una cofradía?

El trámite de la Junta de Andalucía se hace en un rato. Nos juntamos unos amigos y tenemos junta de gobierno. Ahora toca pensar en una advocación. Una visual al Llordén, a ver si en San Luis El Real queda alguna cofradía no refundada. Ya lo tenemos. Vamos a buscar a quien nos deje a la Virgen barata para empezar y que su devoción alcance la cima. Podemos hacer pulseras y sacar dinero. Y la parroquia me gusta la del barrio, que tiene un sitio libre donde dejan el Diócesis. Y si no nos dejan, ya veremos cómo lo solucionamos…

Cada vez afloran más asociaciones parroquiales mientras las corporaciones que ya existen miran de lejos una crisis que se avecina sin remedio. Afectada por la pandemia y las economías familiares, las hermandades cuentan con problemas en sus procesiones y su día a día. La garantía de futuro parece dispersa: faltan manos para trabajar, hermanos con las ideas claras para poner el rumbo hacia el mañana, portadores, creyentes y cofrades dispuestos a dar su tiempo para ayudar a quienes hoy más nos necesitan.

Dentro siguen aflorando las inquinas y sacando a hermanos válidos, hastiados del exceso de atención al cargo. Las cofradías, internamente, no movilizan tanto como antes. El mejor remedio al enfado es salir por la puerta de atrás y que ese aburrimiento diario nos lleve a fundar nuestra hermandad, hecha para que nuestros mandatos se eternicen. Mientras unas languidecen, otras jamás despegan. Y tenemos un serio problema.

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