Entre bambalinas

Fronteras parroquiales

  • Se echa en falta una mayor unión y entendimiento entre pastores y cofrades en un acuerdo que, casi con toda garantía, siempre saldría bien

Jesús Cautivo, frente a su pueblo.

Jesús Cautivo, frente a su pueblo. / J. L. P.

El afamado Miguel Gila repetía, en las noches de humor de los noventa de este país, esa famosa pregunta: “¿Es el enemigo? Que se ponga”. Sólo con una frase hacía reír a una generación capaz de aprender a valorar la fina ironía de un hombre inteligente, capaz de girar por completo un drama como la guerra para hacerlo chiste. En la Málaga cofrade es también común que se haga humor en el chascarrillo. Tan común, si cabe, como saber que hay quienes creen que existen los enemigos a batir.

Las últimas jornadas nos sirven como foco informativo de los planes que ya tienen las cofradías para la próxima Semana Santa. A cuentagotas, cuando las decisiones están asentadas, aún dentro de los cánones del tiempo. Sin embargo, muchas de ellas emanan de planes alternativos al que ya lo es de por sí ante la ausencia de procesiones. Altares recatados y discretos, imágenes desplazadas a sus casas hermandad. El enésimo episodio de las confrontaciones entre la parroquia y las cofradías.

La presencia de Jesús Cautivo en el lateral de la iglesia de San Pablo reabrió de nuevo el mismo debate: ¿Merece el Señor de Málaga esa ubicación? La declaración de intenciones fue clara cuando el titular del templo se ubicó hace no mucho tiempo en el presbiterio, en el imaginario retablo del que el templo adolece desde los años treinta. El Cautivo, a corto plazo e incluso a medio, no va a presidir la parroquia en el que reside todo el año.

Y es que a veces la figura de los párrocos, rectores de templos, capellanes y sacristanes se parecen más a la de un guardián de la rutina. A que todo se mantenga dentro del equilibrio y el orden. Que los cofrades no molesten mucho y que no den muchos dolores de cabeza. Saben perfectamente que, al final, pasan por el aro y todo se queda en orden.

Por ello, pregunto: ¿no existe para esas situaciones un plan B? El habitual es cómodo y llevadero. El camino fácil, como tantas otras veces. ¿Dónde están los sacerdotes con vocación de trabajar por un pueblo que a veces tanto necesita de ellos? Tienen la oportunidad de afianzar los entornos parroquiales en unos tiempos convulsos a los que la fe no es ajena. Las cofradías necesitan un plan de formación que lleve a entender la fe como algo más que unos padresnuestros y las misas de los cultos. Echamos en falta las garantías de ser partícipes de algo más que un teatro barroco reconstruido en dos o tres ocasiones en el año.

Y así seguirá la eterna (y hasta aburrida) pelea en la que se señala al otro como enemigo: al irredento cofrade al que es imposible convencer y al sacerdote excesivamente celoso de su casa y del precepto. Es tremendamente fácil buscar un acuerdo en una Diócesis que, con mucha pena, parece condenada a entenderse. Construir todos juntos es el paso más sencillo, pero nos empeñamos entre todos en hacerlo imposible. Hace falta que huela más a rebaño.

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