Entre bambalinas

Los hermanos menores

  • Sin restar importancia a quienes salen a defender sus hermandades, hay otras muchas personas capaces de aportar una reflexión que sale del guion previsto

La iglesia de San Pablo reabrirá al culto el 18 de julio.

La iglesia de San Pablo reabrirá al culto el 18 de julio. / M. H.

Subsidiariamente –término que gusta mucho cuando las cosas se tuercen- es el hermano mayor el responsable de la cofradía cuando una acción sale bien. Las felicitaciones acaban derivadas a su teléfono personal, a su perfil de redes sociales o a su espalda en forma de palmaditas. Pero detrás de cada logro hay mucha acción de manos distintas. Por suerte, por cada cabeza visible hay muchos hermanos menores haciendo un trabajo invisible.

Nos hemos acostumbrado, y los medios tenemos nuestra porción de culpa, a poner sobre la palestra a los hermanos que, a través del siempre presente sufragio, se ponen al frente de una corporación durante cuatro años y cuantos se les permita renovar posteriormente. El hermano mayor da titulares, aparece en entrevistas, ocupa el primer banco de la iglesia en un honor reservado a menos de un centenar en la capital, opta a ser emisario del rey Gaspar cada 5 de enero… por el contrario pierde horas de vida con su familia, el sueño, dinero –esos cafés para que los hermanos se sientan escuchados no se pagan solos-… En el cargo van muchos extras inesperados.

Y detrás, convertidos en una masa anónima, aparecen el resto de cofrades de una hermandad. Desde los que vienen a protestar y a restar porque ya no están en el poder hasta quienes se aventuran por primera vez a apretar una pieza de la candelería con la ilusión de un chiquillo porque se siente responsable. Entre esas filas hay mentes lúcidas capaces de desarrollar un discurso innovador para una Semana Santa que empieza a atrofiarse y se convierte en un ciclo demasiado repetitivo. Algunos, porque han vivido mucho tiempo en segunda línea y otros porque tienen un don para desarrollar su imaginación en beneficio de su hermandad.

Quizás la cuestión no sea darles un protagonismo en primera línea, pero las reflexiones que pueden aportar son las que llenarían de contenido los programas cofrades. Hemos acotado el espacio a que quienes hablen sean sota, caballo y rey. Sin restar importancia a los que ya salen a defender como portavoces las realidades de sus hermandades, haría falta volver a buscar un perfil más anónimo, a profundizar en preguntas que puedan resultar incómodas o que, al menos, obliguen a pararse a dar una reflexión que se salga del guion ya previsto. Puede ser el momento de escuchar otras visiones.

Mientras, y con las medidas pertinentes haciendo más compleja su labor, permanecen en ese rito de ser cofrade a partir de las ocho de la tarde, con nocturnidad, trabajando desde las sombras. No hay magia cuando en las casas hermandad se ven las cosas hechas, hay una voluntad silenciosa que, como dijo Antonio Guadamuro, es vocación de servicio. Y el maestro terminó con su famoso “el protagonismo sobra”.

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