Entre bambalinas

Metalingüística del cortejo procesional

  • Los Obispos del Sur recomiendan evitar sucedáneos de las procesiones, si bien no manifiestan otras medidas para la venidera Semana Santa

La Virgen del Amparo, durante su triduo.

La Virgen del Amparo, durante su triduo.

Dentro de dos meses será Navidad. En cuatro, nos acercaremos al segundo domingo de Cuaresma. En cinco, Jueves de Pasión. No presento esta cuenta para pensar en los festivos que nos vienen, sino en cuánto falta para que vivamos algunas de las fiestas más importantes para los cristianos. El tiempo pasa impasible y, en teoría, debemos estar preparados para lo que venga en una etapa cada vez más llena de incógnitas.

Hace unos días, los Obispos del Sur se reunieron para abordar, entre otros temas, la situación de las cofradías. En su documento, y cito textualmente, solicitan a las corporaciones que “en comunión con los pastores, fomenten el culto a sus Sagrados Titulares, (…) continúen los procesos formativos de sus miembros y la caridad con los necesitados, y eviten sucedáneos de la verdadera piedad que brota de la celebración del Misterio cristiano, que los Obispos garantizan”.

Debemos estar preparados para lo que venga y, sin embargo, aquí viene otra incógnita. O falta de claridad, cuanto menos. El término “sucedáneos de la verdadera piedad” puede ser interpretado de infinidad de formas: que no salgan procesiones, que no sean extraordinarias, que se eviten las andas procesionales y los cortejos reducidos, que evitemos los pulsos y las comparsas cantando coplas delante de los tronos…

Profundicemos en la teología para tratar de entenderlo: San Juan Pablo II, en una constitución apostólica, explicaba que el “Misterio cristiano” es el objeto de la fe, celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas. Entre ellas, por fin, encontramos que sí, se trata de la Semana Santa, entre otras celebraciones. Sin embargo… ¿el sucedáneo es de la celebración o de la piedad? Tampoco queda del todo claro, pero los obispos dicen garantizarla. Hemos llegado a la metalingüística.

Perdidos en las palabras, parece que los primados andaluces no están dispuestos a que las procesiones salgan de cualquier manera. Y es bueno que sepan poner medida, si bien es más deseable que su función sea la de poner cordura. Seguimos viendo a los prelados como los sacerdotes encargados de organizar a su pueblo fiel desde la alta atalaya, lejos de ese deseo del papa Francisco de que “huelan a oveja”. En esta ocasión se manifiestan para recomendar, con tintes de obligación, que las procesiones se hagan bien o no se hagan. Y fin. Sin más propuestas para fomentar la fe y sustituir los cortejos por celebraciones plenas. Listos para la orden, aún balbuceantes cuando se trata de buscar alternativas a un pueblo donde la fe se pierde como el agua entre los dedos.

Quedan dos meses para que la Navidad sean las luces y el consumismo –el que se pueda-. Para que la Cuaresma sea la cuenta atrás. Para que la Semana Santa sea algo más que un atractivo turístico.

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