Semana Santa

Parecido a un Miércoles Santo

  • Sólo Salesianos y El Rico, que regresaron sin completar sus trayectos, salieron en una jornada aciaga en la que Fusionadas, Paloma, Sangre y Expiración suspendieron sus procesiones

LA de ayer no fue exactamente una jornada de Miércoles Santo. Tal vez si ocurrió algo parecido, pero habría que inventar una nueva categoría para explicar lo que ocurrió. ¿Puede considerarse Miércoles Santo un día en el que la Paloma no conquista Carretería tras superar el difícil ángulo de la Plaza de San Francisco? ¿Se puede concebir un Miércoles Santo sin Fusionadas desfilando por la calle San Juan, sin esa estampa antiquísima repleta de estrecheces que remite a una mediterraneidad milenaria, filogenética? ¿Qué es un Miércoles Santo sin la Sangre en la Tribuna de los Pobres, sin la Expiración con su monumental silencio como reto a la madrugada por la muerte de un Dios? Seguramente, no. No al menos en Málaga. En el cruce de la calle Nosquera y Carretería, un matrimonio llegado ex profeso desde Santander y con raíces malagueñas esperaba la salida de la Paloma, con la misma expectación de los últimos treinta años. Esta procesión, según aseguraba la señora, dicharachera y tocada con un acento castellano digno de Fray Luis de León, se ha convertido en su única conexión con la ciudad: "Ya no nos queda familia aquí y todos nuestros hijos viven en el Norte, o en el extranjero". Así que la decepción que pintó en sus rostros la suspensión no puede describirse con palabras. Todo se sabía de antemano, pero ellos acudieron al mismo sitio de todos los años, a aquel paisaje de su infancia inmaculado, no intervenido: pero no, el sayón Berruguita se quedó sin salir. Hubo tiempo luego para hacer una visita a la iglesia, rendir algunas oraciones, hilar sin abrir la boca unos pensamientos disfrazados de recuerdos, admirar los conjuntos florales, los bordados y los hermosísimos elementos que debieron haber conquistado la calle. Pero la previsión de lluvia a partir de la madrugada, con alerta amarilla para la mañana de hoy, no concedió una tregua: el cielo mantuvo su conjura, la que está convirtiendo esta Semana Santa en una sombra de lo que debía ser. En las salidas de Fusionadas, Paloma, Sangre y Expiración se repitieron las lágrimas, los desconsuelos, las quejas abiertas exclamadas a las nubes, la búsqueda de un hombro en el que verter las penas. Salesianos inició su procesión desde Capuchinos y decidió regresar al barrio desde la Catedral. Y El Rico cumplió con la tradicional liberación del preso pero, tras una deliberación no exenta de confusiones (se anunció en un principio que se cumpliría el trayecto previsto para luego desmentirlo), el Nazareno regresó a la Victoria desde la Plaza del Obispo. En esta marea de ausencias, resulta paradójico el modo en que la Semana Santa de Málaga queda definida también por su negación. El matrimonio de Santander que se quedó sin la Paloma dio cuenta de un hueco tan grande como la pasión con la que ven  la procesión todos los años: "Es como si nos hubieran borrado a Málaga del mapa". Los territorios, ha menudo, quedan definidos más por la memoria y la nostalgia que por los cotos oficiales.

La esquina del mundo

El de Capuchinos es uno de los barrios de Málaga en los que las tradiciones se viven con más espontaneidad. La mitología creada en torno a Miguel de Molina, Fray Leopoldo y su escultura justo frente al Centro de Internamiento de Extranjeros (un cosmos absolutamente exento de este ecosistema al que la mayor parte de los vecinos prefieren no hacer mucho caso), la historia del que fue el primer convento de capuchinos levantado en Málaga tras la Reconquista y algunos elementos contemporáneos como la confitería Aparicio confieren un sabor distinto a esta zona de la ciudad, como si el mundo tuviera aquí su mejor esquina, un cambio de dirección hacia otra parte. La relación del barrio con Salesianos se mantiene de manera fértil durante todo el año, a través del colegio y de diversas actividades señaladas en el calendario litúrgico que sostienen la mayor consideración popular de esta extensión. Por eso no era de extrañar que la salida de Salesianos estuviera acompañada por una amplísima legión de incondicionales dispuestos a hacer frente común contra las previsiones de lluvia: adolescentes que hacían planes no precisamente edificantes para la noche mientras criticaban a ciertos compañeros del instituto, niños que procuraban escapar del control de sus padres y escalar a alturas peligrosas (incluidas farolas) para no perder detalle, matrimonios entrados en años que ya desde la mañana habían clavado sus sillas de playa en la mismísima acera de la calle Santa Leocadia y que contemplaban el espectáculo con la parsimonia de un culebrón cuyo desenlace se conoce con antelación, trabajadores de una obra cercana que habían decidido darse un respiro, pensionistas que reían a voz en grito la última ocurrencia del gobierno, un joven de aspecto estrafalario (demasiados pinchos para tan poco cuero) que había salido sólo a pasear al perro y se había quedado atrapado y, claro, personas de toda condición, clase y estatura que defendían sus quinielas para el partido de anoche. Por mucha lluvia que amenace con caer, si en Málaga un trono se dispone a salir a la calle todas las tribus de Israel acuden a saludarlo como se merece. Lo mismo ocurrió con El Rico en la Victoria: hasta su sede se desplazaron familias enteras, meros curiosos, turistas con sus mejores cámaras desplegadas, incondicionales de lágrima fácil, malaguitas defensores a ultranza de no se sabe muy bien qué hecho diferencial, veteranos de diversos cuerpos armados, niños repeinados con flequillo digno de Miguel Ángel y vergonzoso pantalón corto, una pareja que aseguraba que no tenía nada que ver con aquello y que sólo quería reservar mesa en el restaurante japonés de Mundo Nuevo y amantes de la vida nocturna que ya a las 19:30 le daban a base de bien a los cubatas en los bares de la Plaza de la Merced y que se habían acercado a darle un toque de color a la fiesta. La misma diversidad pagana acompañaría al Rico hasta la Plaza del Obispo, donde se liberó al preso, aunque si éste hubiera querido darse a la fuga no podría haberlo tenido más fácil para confundirse entre la multitud. Ni un alma mínima cabía de un extremo a otro de Molina Lario.

No sólo llanto

Porque donde más se pareció el Miércoles Santo a un Miércoles Santo fue en su condición de víspera de festivo. El centro estaba a reventar desde primera hora de la tarde por todas partes, en bares, en restaurantes, en cualquier bordillo donde alguien pudiera devorar una bolsa de pipas. Vista desde la calle Victoria, Alcazabilla parecía ya a las 18:00 atravesada por una procesión, pero no, se trataba simplemente de gente tomando el fresco. El Teatro Romano debió superar ayer, con mucho, su mejor cifra de visitantes. Y en una popular marisquería del Compás de la Victoria, un aguerrido grupo de amiguetes entonaba El novio de la muerte como preludio a la jornada de hoy. La inauguración del fin de semana más largo del año se vivió así de forma espléndida, con toda la ciudad dispuesta a no dejar pasar la ocasión. Que la mayor parte de las procesiones se suspendieran supuso así un chasco para muchos, pero para algunos sólo en parte: había marisco en la calle Comisario (eso sí, no muchas mesas libres) y oportunidades de ocio en otros sitios para dar por buena la noche. Del mismo modo, las sedes canónicas de las cofradías cuyos titulares no procesionaron no dejaron de recibir a fieles que acudieron para honrar las imágenes hasta bien entrada la madrugada. En la iglesia de San Juan no había sito para un alfiler más mientras nazarenos y porteadores mostraban su aflicción después de un año de esperanza finalmente truncada, aunque de todo había. Cuando la suspensión de Fusionadas estaba más que confirmada, dos nazarenas en la flor de la vida mantenían semejante diálogo en el templo:

-Tía, aquí no hay nada que hacer. Vámonos a Sevilla.

-Vale. Pero antes ven conmigo a mi casa, que me voy a hacer la plancha y así me ayudas.

En el carnaval montado en la Plaza Uncibay nadie hacía comentarios sobre la alerta amarilla, por más que la jornada de hoy también corra un peligro más que evidente (y ya asumido por los cofrades más pragmáticos) de ser algo parecido a un Jueves Santo. Tal vez el Rosario que una señora enlutada y pequeña rezaba ayer en Dos Aceras al paso de Salesianos sea atendido por quien corresponde y brille un sol de justicia. Mientras tanto, Málaga se resuelve en sus contradicciones.

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