Con las vísperas consumiéndose con el paso de las horas, la ciudad aguardaba la llegada de una nueva Semana Santa. Distinta, como lo son todas, pero el plus añadido de un cambio que nadie sabe todavía cómo va a resultar. Y pese a esto, lo mismo. La tradición que se cumple Cuaresma tras Cuaresma. El sol resplandeciendo como todo cofrade espera que haga durante los próximos siete días; las iglesias, abarrotadas y arrastrando una multitud que parecía completar un itinerario cerrado; las albacerías rasgándoles segundos al minutero y las hermandades que aprovechan el sábado de pasión para llevar a cabo los tradicionales traslados. Para que todo esté en su sitio.
Dulce Nombre
Junto al traslado del Cautivo, la hermandad del Dulce Nombre copó la mañana del Sábado de Pasión. Su traslado cuenta con el signo de la brevedad dada la cercanía del tinglao respecto a la parroquia de la Divina Pastora. Jesús de la Soledad y la Dolorosa de Antonio Bernal procesionaron por separado, con una estética en la Virgen que sorprendió a muchos, con el manto azul en forma de capucha. Ambas imágenes quedaron detenidas ante el monumento a la Inmaculada Concepción, donde se realizó un rezo antes de dirigirse a la efímera construcción.
Amor y Caridad
La plaza del Santuario ha quedado reconvertida en un intento de parque tras la colocación de unos árboles, puestos sin pensar en las docenas de niños que cada tarde juegan (o jugaban) allí al fútbol. Sin embargo, y no por este motivo, en la tarde de ayer no se vieron botas, ni camisetas deportivas. Todo ello había quedado sustituido por zapatos de vestir y medallas de las hermandades victorianas. La escena, desde el interior, era el reflejo de una vida parroquial que subyace en la Basílica. Hermanos de la Humildad, del Calvario y, por supuesto, del Amor. Estos últimos enchaquetados y formando el cortejo de velas que acompañarían a la Virgen de la Caridad hasta su casa hermandad. Con la puntualidad que se requiere, las puertas se abrieron a las 19:00, levantando la expectación de las familias que allí esperaban. En unas sencillas andas, la Virgen de la Caridad aguardaba sin más exorno que unas velas, unas flores de talco en el frontal y dos faroles en la cola, ocupando la talla de Buiza todo el protagonismo. Igual que cantó la pregonera Paloma Saborido, los varales del trono estaban completados por hombres, mujeres y jóvenes. Todos a una y sin distinción. En el atrio de la puerta, los portadores mecieron las andas al son de una saeta, justo frente por frente al Cristo del Amor. El coro infantil Spínola acompañó musicalmente el transcurrir de la procesión, dejando momentos de gran belleza como la interpretación del Ave María a la salida.
Zamarrilla
La hermandad de Zamarrilla convivió en el barrio de la Trinidad con la procesión de Llaga en el Hombro, si bien nunca llegaron a cruzarse. El Cristo de los Milagros fue llevado a hombros por un nuevo recorrido, más favorecedor, si bien forzaba la llegada a la casa hermandad del Santo Traslado al desviarse por plaza Montes hacia el norte. La Virgen lució un terno morado en una escena clásica dentro del malogrado barrio, acompañada por su banda de música. El cortejo destacó por la presencia de numerosos hermanos acompañando a ambas imágenes, iluminando el camino en el atardecer con la silueta de San Pablo recortada al fondo.
Sentencia
En la iglesia de Santiago, la multitud abarrotaba la estrechez de una antigua judería que ahora mismo vive en un perpetuo estado de reformas. Pese a esto, las filas iban creciendo progresivamente hasta llenar el conjunto de las calles. A la hora señalada (19:30) las puertas de la parroquia se abrieron para dejar salir al cortejo de Sentencia que antecedía a las andas procesionales. Un amplio grupo de niños y niñas conformaban la primera sección de velas, fruto de un incesante trabajo para con el nazareno que durante la cuaresma ha dejado verse en redes sociales. A los sones de Alma de Dios avanzó el trono por los primeros metros de calle Granada. El frontal del trono estaba compuesto por un frondoso centro de claveles que cubría casi la totalidad de la vista. El Cristo, ataviado con una túnica lisa morada, y la Virgen, arropada en un manto del mismo color, quedaron embebidos por una nube de incienso que buscaba la huida en la estrechez de los callejones.
Misericordia
En el Perchel, el barrio entero llenó las calles venideras de Ancha del Carmen para presenciar el traslado de la Misericordia. Una zona que ha sufrido en las carnes de sus vecinos las obras, los solares vacíos y la pérdida de su histórico adoquinado. Por ello, la hermandad desde el año pasado quiso revestirla de la categoría que merece tan señera zona. Sin embargo, los reposteros que tanto bien hicieron en 2018, se han visto acompañados por más de dos y más de tres plotters que desentonan notoriamente con el sabor de la calle. Una acción que también ha tenido su correspondiente presencia en la puerta de la casa hermandad. Por su parte, Jesús de la Misericordia abandonó su capilla en la tradicional peana de carrete, vestido con la túnica blanca ataviado con sumo gusto y manteniendo el resto de sus atributos barrocos: corona de espinas dorada, potencias y cruz con remates en plata. Un acierto. A los sones de la banda de Cornetas y Tambores de Bomberos (Málaga viva) discurrió por las calles del Perchel. Cerrando el cortejo, la Virgen del Gran Poder, exquisitamente ataviada y portada por las hermanas de la cofradía, cerró una jornada que se vive con especial intensidad para la corporación del Jueves Santo.
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