Semana Santa

Un ejército en primavera

LO decía ayer en la calle Hilera un señor con gafas de sol y gorra del Málaga que buscaba la posibilidad de abrirse hueco para ver la Legión: "En Málaga, sueltas a un legionario en Navidad y a Papá Noel no le hace caso ningún niño". Lo de esta ciudad mediterránea y la Legión es una historia de amor irracional y arrebatada, pero estos amores, ya se sabe, suelen convertirse en dolor cuando no se sienten correspondidos. Ayer, el Tercio D. Juan de Austria III desembarcó en el Puerto de Málaga procedente de Almería a la hora prevista, poco después de las 11:00, pero los soldados no llegaron a Santo Domingo hasta las 12:40. La representación del cuerpo armado estuvo arropada durante todo el desfile posterior por miles de incondicionales, pero cuando quienes llevaban ya una hora aguardando de pie y al sol (un sol, por fin, primaveral, capaz de engendrar las maravillas de la naturaleza, el mismo sol al que tanto se le había echado de menos hasta ahora en esta Semana Santa, y al que tanto habría que volver a echar de menos por la tarde) en el entorno de la Plaza de Fray Alonso de Santo Tomás se las prometían tan felices, tuvieron que tirar bastante más de paciencia. Cuando apenas faltaban cien metros para completar el recorrido, los efectivos se detuvieron en formación junto a la sede de Hacienda mientras los coches de policía encargados de abrirles paso se quedaban estacionados igualmente con las luces de emergencias encendidas. Eran poco más de las 12:00 cuando, según lo anunciado, la llegada de la Legión parecía cantada, pero aquella detención inesperada se prolongó durante casi 40 minutos: los mismos que hubo que aguardar para que llegaran los autobuses con todo el protocolo y las autoridades y para que éstas tomaran sus asientos correspondientes en la plaza. Cuando al fin pasaron los caballeros legionarios, en poco más de un minuto y a toda velocidad, como acostumbran, no faltaron quienes proclamaron a voz en grito su indignación después de tanto tiempo de espera. "Ni siquiera han cantao na ni ná", se quejaba con amargura una madre que llevaba en brazos a tres pequeñuelos y a la que sólo le faltaba el tatuaje en el hombro moreno para dejar claro que aquello era lo suyo. De toda la vida. La policía, además, valló el acceso a la Plaza desde la misma calle Hilera, con lo que se evitó la estampida pero no los apretones. Ni un hueco libre podía encontrarse en las aceras. Pero el estallido popular no era exclusivo de la Legión: a la misma hora, en la calle San Agustín, la expectación para ver el traslado de vuelta de La Pollinica era proverbial, como una ciudad que sale entera a la calle para celebrar que la ansiada luz del sol ha logrado imponerse al frío. Sin embargo, poco después, a eso de las 15:00, el día pareció ser de repente otro, con una más que notable bajada de las temperaturas y un chaparrón que hizo de las suyas en un centro atestado de gentes que buscaban un hueco para almorzar. Así que tocaba, una vez más, mirar al cielo y seguir pendientes de la radio y las redes sociales para comprobar en qué medida los peores augurios se cumplirían. La amenaza, claro, no decayó. Finalmente salieron todas las procesiones con recorridos modificados por la lluvia, salvo la Esperanza que por segundo año consecutivo se quedó en su casa.

Pero valía la pena al cronista, más allá de las dudas y las temidas suspensiones, regresar a la mañana y detenerse en el vínculo inextinguible que une a Málaga con la Legión exhibido ayer con todo su poderío en la nota más espléndida de la jornada. Una vez que las autoridades alcanzaron sus respectivas plazas, el traslado del Cristo de Mena cumplió de sobra con todas las expectativas litúrgicas: el Tercio D. Juan de Austria III, como es tradición, entregó el guión orlado al Tercio Alejandro Farnesio, que asumirá la responsabilidad de la custodia, traslado y procesión del Señor el año que viene. Entre los presentes se encontraban el director general de la Policía, Ignacio Cosidó; el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa; el embajador de Estados Unidos en España, Alan Solomont; y el teniente general de la Fuerza Terrestre, Juan Ignacio Medina, además de la corporación municipal prácticamente al completo, una muestra más que representativa de cargos en funciones de la Junta de Andalucía e imprescindibles como Antonio Banderas. El Cristo de la Buena Muerte salió finalmente a las 12:50 portado por trece caballeros legionarios que entonaban El novio de la muerte, y tras las palabras del párroco se procedió a la entrega de la Medalla de la Cofradía de Mena al legionario Iván Castro, que resultó herido de gravedad durante un tiroteo en Afganistán el pasado mes de marzo y que protagonizó uno de los momentos más emotivos frente a la hermosa talla del Crucificado. La tradición, de este modo, volvió a encarnarse en rostros con nombres y apellidos. Cuando las lágrimas corren y la emoción se contiene en un puño, toda la puesta en escena y la simbología parece recubrirse de un amparo poderosamente humano. Más aún cuando una ciudad entera se dispone a mirar, a no perder detalle, a esperar lo que haga falta a menudo para no ver más allá de una sombra.

amor fraterno

La amenaza de lluvia se hizo especialmente pronunciada entre las 16:00 y las 18:00 y a partir de las 23:00, aunque la Santa Cruz salió de la parroquia de San Felipe Neri a la hora prevista, a eso de las 15:15, arropada como siempre por su habitual feligresía de El Molinillo, en la que no faltaron algunos paraguas pero tampoco las amas de casa y las yolis con bata de Dora la exploradora, barbudos trajeados que fumaban en pipa como chimeneas en estampas propias de la Generación del 98 y la chiquillería común que prodigaba las correrías en La Goleta mientras, en la lejanía, la Dolorosa en su Amparo y Misericordia anuncia su tránsito urbano. Ayer jueves se celebraba el Día del Amor Fraterno, así que la ocasión la pintaban calva para sentirse más próximo y más hermano de aquellos con los que uno no cree tener mucho que ver. Pocas ocasiones se brindan al respecto con la eficacia de la Semana Santa. El monumental conjunto de la Sagrada Cena retó a las nubes en la calle Compañía y protagonizó algunos de los momentos más bellos de la jornada, igual que el Nazareno de Viñeros, que estrenó su talla flamantemente concluida para admiración de propios y extraños. En la estrechura de El Perchel, allí donde la parroquia del Carmen mantiene el sabor de la Málaga antigua contra la reciente transformación del barrio, la Misericordia firmó una puesta de largo emocionante y repleta de contrastes entre luz y oscuridad, entre quienes hacen de la Virgen del Gran Poder una sintonía diaria y los vecinos que pasan el resto del año fuera y regresan este día para que El Perchel vuelva a ser el mismo milagro que habita en su memoria. Cerca de la Trinidad, en la arteria que conecta Mármoles y Martínez Maldonado, Zamarrilla obró su milagro de antigüedad sensible y prodigio contemporáneo, desde una capilla detenida en el tiempo que durante todo el día fue un ir y venir de flores y galanuras.

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