Entre bambalinas

Espera, nazareno

  • Jamás pensaste que lo más duro sería no poder vestir ese hábito del que tantas veces te quejabas

Nazareno de la Virgen de Dolores y Esperanza.

Nazareno de la Virgen de Dolores y Esperanza. / M. H. (Málaga)

Puede que lo pienses, y sí, estás en lo cierto, hace mucho calor para estar hablando de capirotes y de túnicas y quizás no sea ahora lo prioritario. Pero realmente tú en estos días también has pensado en ello y no eres la única persona. La paciencia es una virtud, y en este caso más aún. No podemos hacer nada más de lo que nos dictan las autoridades y respetar todas las medidas. Pero hay algo que no puedes evitar, porque vistas tu hábito o no, eres nazareno y vives cada día como tal.

No te gusta mucho el protagonismo, tú solamente sabes que algo te empuja a caminar cada año delante de tu titular. En algunas ocasiones has guardado más la compostura y seguías siempre el camino al frente, otras veces te dejabas llevar más por esos niños que te pedían la mano ilusionados mientras con la otra sostenían su bola de cera dispuestos a que, cuando tu marcha se detuviera, derramaras la guía del camino del Señor, tu cirio, para colorear ese papel de aluminio.

Con esto no pretendo hacer daño ni hurgar en esa herida que tal vez se abrió en estos años o que no se pudo cerrar del todo. El año pasado durante varios meses viste el fajín colgado detrás de la puerta de tu cuarto. Marzo, abril y mayo, y ahí seguía, impoluto. Tú te preguntabas qué estaba pasando y hoy te cuestiones que cuándo volverás a ser esa luz. Realmente la mirada nazarena nunca se pierde, es pura, sencilla, sincera y verdadera, como tú en tus acciones cotidianas. Sabes ser nazareno dentro y fuera del cortejo procesional.

Necesitas que alguien te diga que eres imprescindible y que también todas las corporaciones esperan con ansias tu regreso. Sin ti no tendría sentido la procesión. Puede que en estos meses no hayas recuperado esa ilusión que algunas juntas de gobierno sí han sentido gracias a los conocidos actos externos que pretende celebrar la Agrupación de Cofradías por su centenario. Las bandas ven un horizonte en el que poder volver a interpretar sus sones tras Jesús y María, los portadores saben que ese día llegará, más tarde o temprano, y que será más glorioso y extraordinario que nunca. Quizás tu Cristo participe en el Vía Crucis o en la veneración de la Catedral, pero no es la salida que tú imaginabas en la calle, porque no estarás tú delante con tu capirote rojo y tu túnica blanca. Te llegaste a sentir un poco olvidado.

Cómo cambian las cosas. Jamás pensaste que lo más duro de ser nazareno sería no poder vestir ese hábito del que tantas veces te quejaste porque o se te clavaba el capirote en la cabeza, o se te movía por la brisa malagueña, o te dolían ya los riñones y apretabas fuerte ese cirio mientras lo apoyabas en el suelo e intentabas hacer una ligera sentadilla para aliviar esa molestia. Ahora sabes que nada de eso importará, porque también regresarás, te cubrirás el rostro y tu mirada y tu silencio serán suficientes. Espera, nazareno. Ya queda menos. Todo volverá a ser.

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