Entre bambalinas

El tiempo se detiene

  • El verano paraliza la actividad cofrade y las corporaciones nazarenas tienen ahora más que nunca la responsabilidad de recuperar nuestra sociedad

Ejemplares del libro solidario de la Estrella.

Ejemplares del libro solidario de la Estrella. / M.G.

Lejos de buscar un efecto lírico en su uso o que concedan a quien escribe un pregón por su prosa barata, el tiempo se detiene en este agosto para las hermandades. La Feria era un punto de reencuentro tras algunos días de descanso. Las discrepancias se quedaban en la puerta de la caseta y las cuestiones que en otras fechas quitan el sueño no se ponían encima de la mesa. Algo bueno debía tener la celebración veraniega más esperada.

El curso cofrade comenzará igual que lo hizo la Semana Santa. Llegará, pero de puntillas. La Virgen de la Victoria será trasladada a la Catedral y partirá del primer templo malagueño sin que podamos verla sobre un trono. Todo se vivirá a medio gas, como en estos últimos meses. Y sí, lo fácil sería comparar la bajada de la Patrona con las imágenes de las gradas de una plaza de toros, pero la responsabilidad de los cofrades se demuestra con decisiones dolorosas.

El tiempo está parado y el descanso es imprescindible para que lleguemos a septiembre con las energías renovadas. Tocará trabajar por lo incierto, tomándolo como si no pasara nada y en marzo volviese todo a la normalidad de siempre. A pesar de este freno de la actividad, ninguna institución se detiene. El Obispado ha nombrado a Salvador Javier Guerrero como nuevo delegado diocesano de Hermandades, tras la intensa labor de Manuel Ángel Santiago, que pasa a ocupar el puesto de vicario del Laicado. El objetivo de esta nueva etapa deberá centrarse en hacer efectivas cuantas normas se pusieron sobre la mesa: nuevos estatutos, salidas extraordinarias…

En San Julián, por su parte, y con la devolución de los abonos, llega el tiempo del Centenario. Tras aprobar el calendario de actos, toca esperar a que la Agrupación de Cofradías dé a conocer el programa completo y que se empiece así a generar ilusión. Sabemos que habrá magna, un vía crucis especial, una exposición en la Catedral, publicaciones… pero falta darle forma en la imaginación del cofrade a un año que se presupone apoteósico. El celo se debe reservar para los detalles pero, en tiempos en los que Málaga también se ha detenido, las hermandades tienen una responsabilidad esencial para vertebrar una recuperación en todos los planos y el Centenario sería el perfecto punto de partida.

Y en cada parroquia y casa hermandad ocurre algo parecido. En el silencio de las tardes calurosas se busca que el ánimo no decaiga. Se volverán a celebrar cultos, con el aforo limitado, y posiblemente se sumen otras iniciativas para hacer que el hermano se involucre, para que no pierda su vínculo ya dañado por un virus minúsculo pero extremadamente dañino. Necesitamos que la maquinaria se reactive por el bien común.

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