Historias del archivo

1978, frente a las hermanas de la Cruz

  • Las cofradías malagueñas vivían un proceso de revitalización interna que llegaría al culmen años después

Dolores de San Juan, el año pasado.

Dolores de San Juan, el año pasado. / Javier Albiñana

Si esto fuera un examen de selectividad, habría que contextualizar en una larga lista todas las cosas que ocurrieron en 1978: Carmen Conde fue la primera mujer en ingresar en la RAE (ocupó la silla K), Argentina logró su primera copa del mundo tras vencer 3-1 a Holanda, Estados Unidos lanzó la sonda Pioneer Venus a Venus y, sí, España ratificó el 6 de diciembre en referéndum la Constitución. Esas circunstancias en las que el país daba los primeros pasos en el camino de la democracia, las cofradías malagueñas vivían un proceso de revitalización interna que llegaría al culmen años después, con la incorporación de nuevas hermandades en la década de los 80.

Hacía tres meses que la Archicofradía de los Dolores de San Juan había recibido la aprobación de los nuevos estatutos, con la incorporación de la salida procesional el Viernes Santo. Rafael de las Peñas, actual hermano mayor, se retrotrae a aquel 1978: “Éramos muy jóvenes. Tuvimos que organizarlo a la carrerilla porque todo era nuevo. El ambiente en las semanas previas había sido un tanto polémico en el seno de la junta por algunas diferencias internas. Pero, pese a lo diferente que era todo, había una ilusión enorme”.

Era habitual que las hermandades pasasen por plaza Arriola, discurriendo por delante del convento de las hermanas de la Cruz. Sin embargo, los horarios –mucho más nocturnos que los actuales—impedían que hubiera un vínculo directo entre las religiosas de clausura y las procesiones que por allí transitaban. El hecho insólito ocurrió aquel Viernes Santo de 1978. Las monjitas comenzaron a cantar al paso de la Virgen de los Dolores. “La vieron tan humilde y tan sencilla que les salió de forma espontánea. De hecho, esa costumbre que surgió de forma natural no ha cesado en ningún momento. Cuando hubo que plantear el itinerario del nuevo recorrido, se tuvo claro que la Archicofradía tenía que seguir pasando por allí”. La evidencia de ese vínculo reside en las palabras: “La llaman su Virgen”, explica.

Ese primer año Rafael de las Peñas no participaba de manera directa en la procesión. El conjunto de enseres no sobrepasaba un estandarte, un guion y la cruz guía –que actualmente preside la sala de juntas—y el resto de los hermanos habían tomado un cirio o los varales. Alguien tenía que quedarse “pendiente de las cosas”. “No existían las comisiones externas, pero mi puesto era algo similar”, comenta al respecto.

El momento especial llegó tras el paso por la tribuna oficial. El padre Gámez, recientemente desaparecido, bajó desde un palco para felicitar a los archicofrades y decirles que iba a componer una marcha para la Virgen. “De ahí surgió la famosa pieza Stabat Mater Dolorosa”. Tras ese momento que, tiempo después se demostraría como clave para el devenir de las Semanas Santas futuras, Rafael de las Peñas se incorporó a un hueco de los varales que había en la cola. La única vez que ha sacado el trono.

De esto han pasado ya 42 años. Quizá, el paso del tiempo haya deformado los recuerdos pero los hechos, hechos son. Se mantienen intactos a los vaivenes de la memoria. “En aquel entonces militaba a la par en los Dolores de San Juan y en la Pollinica. Mis hermanos del Domingo de Ramos quisieron acompañarnos en este día tan especial”. Se vistieron en la plaza Montaño, donde Pollinica tenía la casa hermandad, y marcharon hacia la iglesia de los Mártires para hacer estación ante el Santísimo. Aquel acontecimiento dejó una imagen para el recuerdo: los hombres de trono, vestidos de traje, y los nazarenos, capirote incluido, partían por el centro de Málaga. Horas antes de marcar un momento en la historia de la Semana Santa.

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