Domingo de Ramos

Y se hizo entre palmas y olivos

  • La lluvia y las nubes amenazantes no consiguieron frenar la voluntad de las nueve cofradías por recorrer las calles e inaugurar la Semana Santa

No tuvo un comienzo fácil. Hubo que negar hasta tres veces la lluvia para poder tener un Domingo de Ramos completo. Pero así se hizo y, entre palmas y olivos, las nueve hermandades agrupadas dieron sentido a la jornada inaugural de la Semana Santa malagueña. Pero el día se presentaba frío y lluvioso y no tardaron en llegar los primeros malos ratos, la impaciencia de los niños aguardando dentro de San Felipe Neri, de los padres en la puerta de la iglesia, de los nazarenos que no sabían que determinación iba a tomar su cofradía. Pollinica decidió retrasar su salida y el resto apoyó a la primera de las agrupadas. Con más de una hora de retraso se abrió la puerta para que saliera la chiquillería con sus campanillas y sus ramas doradas, símbolo inequívoco de la proximidad de Nuestro Padre Jesús a su Entrada en Jerusalén y María Santísima del Amparo. Desde su casa hermandad, en la calle Parra realizaron su valiente salida bajo las gotas de lluvia que el público congregado aguantaba estoicamente sin querer abrir el paraguas.

Antes del mediodía, cuando un rayo de sol llamaba a la esperanza de un cielo despejado, los capirotes verdes salían de la iglesia de San Juan. María Santísima de Lágrimas y Favores comenzaba su recorrido para ser el tercer trono del Domingo de Ramos en la calle. Parecía tener más suerte que Pollinica, que vio cómo se mojaba su recién restaurada imagen del Señor y el nuevo dorado del frontal del trono. Desde dentro del templo se escucharon las notas de la banda de música Arahal de Sevilla y la calle comenzó a silenciarse. Hasta el grupo de adolescentes capillitas que desde primeras horas disfrutaban, charlaban y criticaban se chistaron para escuchar las órdenes del capataz. Se vio salir del templo al alcalde de Málaga y una mujer tampoco dudó en señalar "la mujer de Banderas, esa rubia alta". Quiso el tiempo que también se mojara la titular de las Reales Cofradías Fusionadas y nada más salir, en la calle Calderón de la Barca, le colocan el plástico al manto.

Puntuales tras los 20 minutos de retraso acordados, la hermandad de Humildad y Paciencia realizó su salida desde el corazón de la Cruz de Humilladero. A esas alturas, muy fuera ya del circuito habitual, eran menos los que caminaban a su encuentro que los que lo hacían en sentido contrario. El centro social de mayores Antonio Martelo El Séneca tenía dispuesta su tradicional tribuna en la calle La Unión y al fondo de Reboul ya se intuía el cortejo por un numeroso gentío arremolinado. El barrio baja cada año a las aceras para inaugurar la Semana Santa con su cofradía, orgullo de todos mas aún desde su agrupación en 2014. ¡Ya vienen, ya vienen!, decían los niños. La guardería vestida de marrón y crema era nutrida pero Arianna lloraba mientras rehusaba a formar parte del cortejo. Su Domingo de Ramos valía lo que una chuche y sus familiares intentaban convencerla sin mucho éxito. Cayeron gotas nuevamente y en las mentes de muchos aparecieron recuerdos del gran aguacero que soportó la nueva hermandad dos años atrás y que obligó su retirada a casa. Pero éste no sería igual. Pasadas las 14:00 el sol quiso conquistar la jornada, que cada vez parecía alejarse más de la mañana que fue. Pero otro pequeño chaparrón hizo temblar a las hermandades de la tarde con la Real Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Humildad en su Presentación al Pueblo y Nuestra Madre y Señora de la Merced y San Juan Evangelista ya en la calle.

A las 15:20 Pollinica aún estaba en la calle Císter, iniciando la vuelta a casa por el recorrido alternativo que se vio obligada a tomar tras su salida tardía. Seguiría hacia la calle Alcazabilla creando una estampa atípica y vistosa junto a la Alcazaba y el Teatro Romano. Al final de la vía, en la Victoria bajaba la Humildad con la cruz guía a punto de entrar en la Merced. Las túnicas blancas fajadas de esparto eran las primeras en arrancar el fervor victoriano. Con una preciosa marcha de la banda de cornetas y tambores de la Esperanza el majestuoso trono dorado que muestra la presentación de Jesús ante el pueblo por el procurador Poncio Pilatos era mecido con suma perfección hacia la plaza. La Virgen con San Juan Evangelista sobre su altar de plata adornado con ánforas de claveles blancos era portada bajo los sones de la banda del Maestro Eloy García dejando atrás la Victoria para entrar en el Centro.

Poco después, en la calle Echegaray le cantaban una saeta a Lágrimas y Favores que avanzaba para hacer la ajustada curva hacia San Agustín. El esfuerzo en las caras de los portadores, el contraluz con la Catedral al fondo y la salve cantada por la banda Arahal puso los vellos de punta antes de que el protagonismo se trasladase al otro lado del Guadalmedina.

Con la iglesia de Santo Domingo al frente, el olivo bajo el que reza Jesús advertido por el Ángel avanzaba recién salido de su casa hermandad en la plazuela Virgen de la Concepción. Claveles y rosas rojas adornaban la base del trono, lleno de margaritas, buganvillas y flores silvestres. El viento mecía las ramas y los tirabuzones del Señor, que sabe ya cercano su final. Sobre él, un cielo abierto cambiaba por completo el panorama del día. El Domingo de Ramos deseado comenzaba a obrarse. A esa misma hora, la hermandad del Santísimo Cristo de la Esperanza en su Gran Amor y María Santísima de la Salud iniciaba también su camino para seguir completando la jornada. La Virgen de la Concepción salió con paso lento y elegante, con sus arbotantes dorados, su manto de añejo terciopelo azul bordado y el palio de nueva factura reluciente.

El primer Cristo Crucificado de la Semana Santa se disponía a cruzar el puente de la Aurora diez minutos antes de las seis de la tarde. Sobre el monte Calvario cuajado de claveles y rosas rojas se alzaba el Jesús sacrificado para la salvación de toda la humanidad. El público lo recibió con respeto y señales de la Santa Cruz, aunque también la trompeta impertinente de un niño deslucía la bonita estampa, solemne en su cortejo desde la Trinidad. Mientras el sol resaltaba el dorado del trono una niña lo cambiaba todo por comer cañadú.

Tras los huecos provocados por la fría mañana, la tarde se llenó de gentío y los tapones se hicieron frecuentes en los puentes y en las calles más estrechas. En Larios, con la caída de la noche, también tomaron posiciones en las sillas del recorrido oficial. No se completó el aforo como lo hará en los próximos días pero finalmente se vivió una noche plena que aguardó la entrada de Dulce Nombre, Salutación y Prendimiento, la última en cerrar una jornada que, pese al difícil inicio, fue la que muchos llevaban un año esperando.

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