rafael de las peñas. vestidor de la virgen de los dolores de san juan

"Una imagen no adquiere su personalidad porque vaya siempre de la misma forma"

  • El vestidor de la Virgen de los Dolores de San Juan desde la reorganización de la cofradía hace 32 años reconoce el progreso de la Semana Santa de Málaga desde la década de los 70

Rafael de las Peñas viste a la Virgen de los Dolores desde los 32 años, una afición de la que ya apuntaba maneras desde muy pequeño. En 2007 fue medalla de oro de la cofradía por sus 25 años de labor ininterrumpida.

-¿Qué supone para usted el vestir a la Dolorosa?

-Ya desde muy pequeño buscaba siempre la manera de estar muy cerca cuando se bajaba a la Virgen del altar. Me llamaban la atención las imágenes y el cómo iban arregladas. Mi padre era muy cofrade y me inculcó ese gusanillo, y a los 11 años ingresé en la junta de gobierno de la cofradía de la Pollinica. Pero no fue hasta 1977, con la reorganización de la antigua cofradía de la Virgen de los Dolores, cuando empecé a vestirla. También tengo cierta facilidad para los trabajos manuales, hasta el punto en que mi propia profesión se ha desarrollado en ese ámbito.

-¿Qué criterios sigue a la hora de vestirla?

-En 32 años siempre he procurado darle a la imagen un sello, pero esto no es algo que se consiga con la repetición de esquemas. Una imagen no adquiere su sello ni su personalidad porque vaya siempre vestida con las mismas cosas y colocada de la misma forma, lo difícil es conseguir que con el tiempo y la evolución de las propias modas y de la persona que ejecuta esa labor consiga que su aspecto le siga resultando familiar a la gente.

-¿Qué es lo más difícil?

-Todo tiene su importancia. Pero lo que siempre se destaca como lo más complicado y lo que requiere un poco más de práctica es el tocado, lo que marca su rostro. A veces caemos en el error de centrarnos en el rostrillo y olvidarnos del resto y no es así. La imagen tiene que estar correcta en todo su conjunto, la colocación del manto, de las manos, que la corona tenga ese aspecto de bien asentada sobre la cabeza. Un buen tocado no salva una deficiente ejecución de lo demás, sin embargo, puede haber una imagen con un tocado menos brillante pero si en todo su conjunto está correcta puede tener un resultado que puede ser muy agradable.

-Debe ser todo un privilegio sentirla tan cerca.

-En contra de lo que se pudiera pensar, de que te vas acostumbrando y quizá perdiendo el valor de las cosas, te aseguro que la progresión ha sido inmensa. Cada día que pasa me emociona más estar delante de la Virgen, quizá es porque uno se va enterneciendo con los años. Yo tengo un privilegio enorme, y en ella y en su presencia encuentro todo aquello que uno va perdiendo en la vida.

-¿Aún recuerda esa primera vez?

-Perfectamente. Desde que abrimos aquella capilla y accedimos al camerino y la vi en aquella sencillez absoluta, con unos terciopelos ajado y una estética muy especial. La emoción de estar ante esa imagen a la que por entonces no le tenía la devoción ni el cariño que le tengo hoy lo recuerdo como si fuera ayer.

-La Virgen de los Dolores estuvo muchos años sin procesionar.

-Sí, aunque siempre mantuvo su culto interno en la iglesia de San Juan y era objeto de admiración de los cofrades. En aquella revolución de la Semana Santa de los años 70 yo pertenecía a una juventud con ganas de cambiar y aportar un nuevo aire y decidimos reorganizar la cofradía. Fue en el 78 cuando salió por primera vez. Yo me sentía en ese momento como dando ese paso que podía sacarla de ese aparente abandono.

-¿Cómo vivió su primera salida procesional?

-Para mi aquello supuso una enorme satisfacción. Ten en cuenta que en aquella época hacía como 30 años que no se incorporaba una nueva hermandad. La Semana Santa era la que era y nadie se planteaba la posibilidad de que se abrieran nuevas. También creo que conseguimos aportar algo nuevo a una Semana Santa que atravesaba por tiempos difíciles: el pueblo no tenía la implicación que tiene la ciudad hoy, había una crisis tremenda de nazarenos, de hombres de trono, y las sillas no se vendían. Recuerdo que hasta en el instituto nos mandaban hacer redacciones respondiendo a la pregunta sobre si considerábamos que la Semana Santa debía perdurar.

-¿Qué cambios ha experimentado?

-Fundamentalmente que los cortejos salen hoy llenos de nazarenos, y con velas, no con bombillas eléctricas como se hacía entonces. Nosotros llegamos a salir en el 78 con 100 nazarenos, lo que hoy en día puede parecer poco, pero hasta entonces lo normal era que salieran 20. O la implicación de los hombres de trono. Aquella juventud que se metió en los varales salvó la Semana Santa porque ya era inasumible el precio que pedían los portadores asalariados. Ya los hombres no abandonan los tronos para hacer una parada oficial de más de media hora. Y las bandas de música, que iban en medio del cortejo y que casi siempre eran de cornetas y tambores, se incorporaban en la Alameda y se retiraban en la Plaza del Carbón y volvían a tocar en la siguiente procesión que llegaba detrás. Málaga se merece la Semana Santa que tiene ahora, y no una Semana Santa de segunda.

-¿Algún vestidor de referencia?

-Grandes maestros como Juan Rosén, quien nos permitía a aquellos jovenzuelos acercarnos a ver cómo vestía a María Santísima de la O, y cómo me sorprendía su técnica. Y Lola Carrera era otra mujer de la que se podía aprender mucho, tenía mucha gracia para vestir a las vírgenes.

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