Semana Santa

Y la noche se tiñó de luto

  • Las ocho cofradías del Viernes Santo hicieron su salida procesional en una noche en la que Sepulcro y Servitas cierran los desfiles con solemnidad y recogimiento Fue día de negro silencio a la espera de la ansiada Resurrección

VIERNES de luto y silencio. El ambiente lo demostraba cuando, a pesar de lo temprano de la hora, el sol mantenía aires de melancolía. Tambores roncos, oraciones, luto y cierto pesar ante la muerte de Cristo. Todas las hermandades pudieron completar una jornada diferente, más sencilla y cercana, alejada de los grandes sones y aplausos del día anterior. Era la seña de un final que se acercaba y mantendría en calma la fe de los cristianos hasta la Resurrección en la vigilia pascual.

Un viernes más caluroso de lo habitual despedía la Semana de Pasión y, como de costumbre, fueron muchos los que se congregaron a los alrededores de la iglesia para ver la salida de la cofradía de Dolores de San Juan. Algunos turistas preguntaban por la procesión, otros querían pasar por calles ya bloqueadas y buscaban el alma más solidaria de la fila para que les cediera paso. Se abrieron las puertas minutos después de las 17:30 y se pidió silencio. Salieron los nazarenos con túnicas se ruán de cola y cinturón de esparto. No se escucha nada dentro de la iglesia, los sonidos multiplicados de Fusionadas se quedaron mudos en este día de la muerte de Cristo. Ni campanas, ni órdenes, ni música. Algunos nazarenos llevaban un rosario en las manos, otros iban descalzos, con la seriedad y la penitencia acostumbrada. Hasta la Policía bajaba voz a su walkie para no molestar al cortejo.

Cuando se escucharon las campanas del trono del Cristo de la Redención una capilla musical precedió sus pasos con una saeta dedicada a su nombre. Espectacular, con un haz de luz sobre la cara del crucificado, salía de su templo el trono de madera tallada. Penitentes con cruces a los hombros siguieron el paso de su Cristo que avanzaba por la calle San Juan arropado por un respeto casi inusitado. Una saeta se escuchó a pocos metros del inicio del recorrido y continuó el cortejo, en silencio y con sus grandes cirios apoyados en la cadera. Cuando el campanario marcaba las seis, media hora después del inicio del cortejo, los hombres de trono de Nuestra Señora de los Dolores situaron el altar bajo el dintel de la puerta. Tras un pequeño descanso, emprendieron la maniobra con quietud y la Dolorosa del siglo XVIII inició el trayecto que la llevaría a ser la primera hermandad en pasar por el recorrido oficial.

El sofocante calor de la primavera sorprendió a la Hermandad victoriana en su tradicional Vía Crucis por el monte donde se encuentra su ermita. El Cristo Yacente de la Paz y Unidad en el Misterio de Su Sagrada Mortaja fue trasladado hasta la basílica de la Victoria para iniciar la estación de penitencia. El entorno de Lagunillas fue testigo del efecto del sol en los cirios de los nazarenos, que se fueron doblando durante el recorrido, aunque eso no supuso la ruptura de las formas. Monte Calvario sabe, desde la experiencia de su nueva junta de gobierno liderada por Antonio Muñoz, poner un cortejo en la calle.

El trono del Yacente descendía a buen ritmo calle Mariblanca para buscar refugio en la sombra y acercarse al entorno del recorrido oficial con los sones de España llora, interpretada por la banda de Miraflores-Gibraljaire. Unos metros antes, el cortejo nazareno discurría en perfecta sincronía y con escenas como la de un penitente llevando en silla de ruedas a otro.

La Virgen del Monte Calvario, por su parte, procesionaba por vez primera en su 75 aniversario, toda vez que repetirá el próximo 8 de octubre. Hasta la entrada en el centro histórico su candelería fue apagada, pero sin encender, para preservar al máximo la cera de los cirios. Un acierto máxime cuando el viento imposibilitaría las escenas más esperadas debajo de un palio. Una vez en la plaza de la Constitución, el giro del trono hacia calle Especerías quedó oculto por el incienso que creaba un ambiente propicio para el silencio que se esperaba de esta escena.

Arriesgar en un cambio de itinerario siempre supone un salto al vacío. En el caso de Descendimiento fue para bien, puesto que el entorno catedralicio de Postigo de los Abades favoreció indudablemente la puesta en escena. La corporación nazarena salía desde el tinglao instalado en la puerta de la capilla del Hospital Noble con la esperanza, casi segura, de poder ser la próxima Hermandad en abandonar las instalaciones provisionales por las de su futura casa hermandad anexa al espacio de culto.

La imagen del Cristo y su grupo escultórico ante la torre truncada del primer templo fue un soplo de aire fresco para evitar zonas más desangeladas. En días anteriores ya se vieron cortejos por este entorno pero ante la oscuridad de la noche, y la reforma de Molina Lario benefició considerablemente a los nazarenos de la Malagueta. Con los sones de Oremos entraría el primero de los tronos a calle Sancha de Lara con unos portadores que se vieron enteros hasta el recorrido oficial. La Virgen de las Angustias se hacía hueco entre los espectadores con las notas de Procesión de Semana Santa en Sevilla cuando se enfrentaba al mar visto desde su atalaya de plata. El viento que la entrada al Puerto traía apagó su candelería, en la que destacaba el cirio de Lágrimas de Vida, iniciativa a la que se sumaba la Hermandad en el presente año. Los nazarenos, con su cola recogida, batallaron durante unos minutos para que el cartón no cayese de sus cabezas hacia la espalda, dado que el fenónemo natural seguía hacia la plaza del Obispo con insistencia.

Destacable, al igual que en otras corporaciones de la jornada, se hace la figura de los mayordomos de trono con capirote. Ellos también hacen penitencia en esa jornada, no dejando su salida procesional en un simple concierto de toques de campana. Esa suma a la estación de penitencia debería ser tomada en cuenta por otras hermandades.

Los comedores de pipas estaban instalados ya en la calle Trinidad un rato antes de que la cofradía del Traslado iniciase su recorrido procesional, que se retrasó diez minutos. Poco antes de las 19:00 las cornetas y tambores del Real Cuerpo de Bomberos tocaron Soledad de San Pablo de cara a sus titulares cuando se abrieron las puertas de la casa hermandad. La cruz guía formó la cabeza que se mantuvo quieta durante toda la marcha. Ésta fue aplaudida a su término. El alcalde llegó para dar los primeros toques de campana y el tambor marcó los pasos de la cofradía trinitaria. Se llamó a los hombres para que ocuparan sus puestos bajo los varales. Y comenzó la salida.

"Un pasito largo a la derecha", decía el capataz y poco después ya habían hecho el ángulo de 90 grados necesario para abandonar su casa. Luego, marcha atrás, el trono se situó en la calle para dejar hueco y que la legión romana accediese al cortejo. Araceli González le cantó una saeta a pie de trono y a los portadores de la Soledad les costaba guardar silencio, hasta media docena de veces requerido. Y se escucharon oles aunque frente tuviera al Cristo yacente, trasladado en el sudario hasta su sepultura. La banda de Jesús Cautivo siguió los pasos del Cristo y tras ellos salieron los capirotes azul turquesa de la sección de la Virgen. A las 19:30, Nuestra Señora de la Soledad anduvo con la mecida lenta de sus portadores tras los pasos de su Hijo. El trono, con adornos florales en rosa, saludó a su barrio.

Cuando los últimos rayos de sol perfilaban la esquina del extinto cine Astoria, los nazarenos de corte agustiniano llegaban a la plaza de la Merced. De nuevo el viento apagó, a pesar de los intentos de los penitentes, todas las velas pero el cortejo, numeroso y con alto número de menores, supo mantenerse en el sitio a la salida del barrio de la Victoria.

Mientras el Cristo del Amor daba la curva, un nazareno jugaba al despiste con el mayordomo para echar cera. Peor suerte corrió su compañero, al que sorprendieron haciéndose una foto familiar con el consiguiente sonrojo de sus allegados. La talla de Fernando Ortiz contaba con un conjunto exornado por lirios y flores en tonos morados, predonimante en la sección del Crucificado. Minutos más tarde, a las puertas de la casa hermandad de El Rico, la banda interpretó la marcha Amor y San Juan en el encuentro con los Titulares de la Cofradía del Miércoles Santo. Una mecida y el debido respeto, sin repique de campanillas, para poder continuar el camino justo cuando el semáforo, coordinado con la marcha del cortejo, se puso en verde dejando destellos y reflejos.

El exorno floral de la Virgen de la Caridad ganó enteros este año al combinar los tonos rosas y blancos en las mismas rosas, dejando un conjunto más armónico y suave. El Ubi Caritas volvió a sonar en varias ocasiones a lo largo del recorrido con voz fuerte para fusionar en su letra a los Titulares de esta corporación nazarena.

Carretería esperaba con ansia una de las jornadas más continuas de toda la semana en cuanto al tránsito de cofradías se refiere cuando la cruz guía de la Piedad aparecía por calle Ollerías. Dejaron distancia los del Molinillo con el Amor para poder desfilar sin incidentes. El cortejo nazareno fue ganando calle mientras a lo lejos se escuchaba la campana del trono tañir antes de salir de una calle complicada. Muchos niños y jóvenes provenientes del colegio La Goleta, hermano mayor honorario de la Cofradía, formaban parte de la estación de penitencia. Son el futuro de una hermandad de barrio que tiene que crear escuela, primero en el capirote y luego en el varal, para que nunca pierda su propia esencia.

A lo largo de la vía, la Hermandad de la Piedad tuvo el detalle de conceder los toques de campana a presentadores de carteles y pintora del presente año. Al cuarto toque de campana comenzaba a andar el cortejo con Mater Mea y la Virgen como auténtica protagonista de su 75 aniversario. El trono respondió avanzando con entereza para evitar que se produjesen cortes entre mantillas y cuerpo de acólitos.

La Tribuna de los Pobres, otrora lucida por la dulzura con la que los portadores mecen a la Virgen, se vio alterada por las saetas a micrófono que provocaron el sonido de las cajas de la banda de Zamarrilla y un mecer que, para muchos, se hizo largo. Sin embargo, quedaba mucho recorrido y los sones fúnebres se mantuvieron hasta bien entrada la madrugada con el encierro en su casa hermandad.

Pasó la Virgen de la Soledad por la Tribuna de los Pobres y comenzaron a abrirse huecos en las escaleras a pesar de que Dolores de San Juan venía detrás, ya de recogida. Antes había estado llena para ver el Santo Sepulcro, que avanzaba con el rigor debido y acostumbrado por el Pasillo de Santa Isabel. El viento le había movido el sudario y le había destapado los pies, normalmente cubiertos por el fino velo. Todo eran susurros a su lado, muestras de respeto ante el final más triste y sobrecogedor. Los portadores de traje, en silencio, hacían una parada antes de entrar en la calle Arriola. Una mirada, un rezo y rostros serios junto al Sepulcro, acompañado por la Banda Municipal de Málaga.

Entre carritos de chuches y puestos de papas asadas y buñuelos, fue avanzando el último Cristo del Viernes Santo. Como si flotase, los hombros de los portadores llevaban con delicadeza a su Jesús yacente junto al Mercado de Atarazanas. El viento también le había apagado los cuatro cirios rojos que lo velaban.

Justo en el Mercado se incorporó toda la comitiva, formada por concejales del Ayuntamiento de Málaga, el equipo de gobierno municipal, el de Diputación, representantes de la Delegación del Gobierno andaluz, de la Subdelegación del Gobierno central, de la Casa Real y la Diócesis, con el obispo Jesús Catalá al frente. Todos ellos partirían tras realizar el recorrido oficial.

Se escuchó la puerta chirriante de San Felipe Neri y se hizo el silencio. Salieron los penitentes rezando el rosario. Se apagaron las luces y todo quedó en tinieblas. Solo la llama de algunas velas que salían encendidas de la iglesia iluminaban su camino. Los focos de las cámaras de televisión desplazadas para capturar ese momento tan único eran como faros en la noche más oscura . Penitentes de negro, sin capirote, iniciaron el cortejo solemne y el público acompañó las Ave Marías y escuchó los misterios leídos a la luz de las velas. Hasta la luz del móvil resultaba muy impropia ante tanto recogimiento.

Nadie hablaba y si se hacía algún comentario era en susurros. A los diez minutos salió María Santísima de los Dolores a las órdenes del capataz. "Seguimos de frente, muy despacio, un poco más, quieto ahí", se pudo escuchar en un trono sin campana. En el Museo del Vidrio mantillas llenaban sus balcones y el canto Mater Lacrimosa de la soprano dejó al público aún más enmudecido. Los hombres de trono, de traje, también rezaban. El viento le apagaba las velas y tan solo su corona y un foco iluminaba el rostro de la Dolorosa. Un tambor marcaba el paso.

Mucha gente la siguió desde dentro de la iglesia por la calle oscura. Pero el murmullo brotó de nuevo tras su paso, como la corriente incontenible. La calle Guerrero se llenó de lado a lado, entre los que querían ir detrás de la Virgen y todos los que deseaban salir de San Felipe. Luego, en Dos Aceras, la masa se fue disolviendo mientras que la Madre que llora la muerte de su Hijo bajaba hacia Carretería. Tras el paso por el recorrido oficial, la Orden de Servitas aceleró su ritmo y llegó a su templo unos minutos antes de lo previsto. El ambiente, más festivo de lo apropiado, no favorecía el recogimiento que la orden solicita para su cortejo.

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